¿SABROSO BOCADO?

MA
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26 de marzo de 2024
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12:25 am
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¿SABROSO BOCADO?

PROPICIO para esta temporada, transcribimos textualmente el mensaje de voz recibido de la conversación de la vivaracha nena con su mamá: “Quiero contarles a todos –inicia su cuento la nenita– una pequeña historia: Hace mucho tiempo, tres ranitas estaban saltando en el estanque. Entonces, había una ranita rosa, una verde y una amarilla. La verde era la más grande, la mediana era la rosa, y la pequeña era la amarilla. Entonces, saltaron y saltaron hacia el lago, cuando de repente vieron una serpiente, y la ranita verde dijo: “Ajá… le preguntó a la serpiente dónde estaba el río, porque ese era su hogar. La serpiente no respondió, porque se la comió. La alcanzó, “whaas”, se la comió y se la tragó de un solo bocado. Entonces, las dos ranitas que quedaban, se asombraron (¡uy!), y se fueron rápidamente, saltando y saltando y saltando hasta otro lugar. Pararon en una pequeña colina. Para las ranitas era grande, porque ellas eran pequeñas”.

“-Ajá –interviene la mamá– ¿y entonces?  -Encuentran un pequeño, un pequeño –titubea– tiene que ser otro animal. ¿Mami, me ayudas con la historia? -Es que yo no sé cómo es la historia, pero qué ¿un pequeño lagarto, un caimán? -Algo que coma ranas. -Bueno, un caimán. -Caimán –pregunta la nena– ¿qué es eso? -Es como un lagarto, un cocodrilo. -Entonces había un lagarto cocodrilo. -O lagarto o cocodrilo, la corrige la mamá. -Bueno esa cosa extraña que tu dices. -¿Un caimán? -Sí un caimán. -El caimán es más pequeño que el cocodrilo. -Ah bien, entonces la ranita rosa dijo: voy a hablarle a ese animal extraño. Entonces, le preguntó a dónde estaba el río. Pero ese animal extraño –“el caimán le recuerda la mamá– el caimán, no respondió y se la comió de un solo bocado. -¡Ish! –expresión de susto de la mamá– ¿y entonces? -Entonces la pequeña ranita amarilla se sintió muy sola porque no tenía nadie con quien estar y se fue directamente a seguir su camino. Ella con cuidadito se fue, y entonces llegó al río, y saltó y saltó y se divirtió mucho. -¿Y cuál es la moraleja? –pregunta la mamá. -La moraleja es que –otra vez titubea la nena– no sé cuál es la moraleja. (Ambas se ríen.) -Pues ¿será que no hay que hablar a extraños? –la asiste la mamá– si no preguntarle a alguien que sabe, pero que no te pueda hacer daño. Porque alguien que sabe, pero no te quiere, no te va a dar una buena respuesta. Y alguien que sabe y que te quiere te va a dar una buena orientación. Ese caimán y esa serpiente no querían a las ranitas. -Pues sí las querían –interrumpe la nena– pero se las querían comer. -Pues sí –asiente la mamá– las querían, pero saborear. -Sí, las querían saborear y comer. O sea –conclusión de la mamá– tú solo debes preguntarle al que sabe, pero que sabes que también te quiere; esa puede ser la moraleja. -Mami, yo quiero que pongan esta historia en el editorial. -Bueno, a ver”.

(¿Te gustó –entra el Sisimite– el cuento de las ranitas? Vale la pena como lectura cuaresmal. -Fíjate que sí –interviene Winston– pero más me gustó que entre la nena, con la ayuda de la mamá, le fueron dando forma a la historia. Son esos diálogos didácticos, insustituibles –solo posibles en hogares amorosos, sensibles a la función de educar– que no tienen precio. -Lo que es raro ahora –asiente el Sisimite– que padres platiquen con sus hijos, ya que ambos, jóvenes y adultos, se han infectado de esa repugnante adicción a esos chunches tecnológicos, y parecieran contagiados de aversión a interactuar. -Y la conversación –suspira Winston– entre la madre y la nena, la valoramos como parámetro de reflexión durante esta semana sagrada. Esa correspondencia fraterna, presencial, personal, entre padres e hijos, entre amigos y compañeros, como antídoto a la frívola relación, indigestada de insaciable diversión, que ha deshilachado la fibra vinculante de la sociedad. -¿No sentirán vergüenza los iletrados aludidos –solloza el Sisimite– que una niña lea editoriales y además, que quiera ver su cuento publicado en un editorial, mientras los que debiesen dar el ejemplo, en cómoda resignación, muestran el bronce de su incultura? -Como las ranitas –ironiza Winston–proclives a ser sabroso bocado de la voraz realidad).

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