¿TE LEÍAN CUENTOS?

MA
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27 de marzo de 2024
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12:25 am
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¿TE LEÍAN CUENTOS?

OTRO mensaje de voz de la narradora del cuento: “Gracias por publicar –dice la nena– mi cuento en el editorial. -¿Y esa sonrisa? –le pregunta la mamá– mientras ambas se ríen. -Tiene una sonrisa –explica– que no le cabe la cara. ¿Orgullosa? le dice a la niña; tenga buen día. Con su voz angelical la nena la interrumpe: Y también te voy a hacer más cuentos”. El empresario amigo: “Me recuerda tanto a los cuentos con mis nietos que me los exigen”. “El problema es que quieren uno diferente cada vez y tengo que inventármelos, así que eso me servirá de mucho para que se acomoden en mis brazos”. “Tendré que sumarle unas 10 ranitas para que se estén quietos un largo rato”. La leída amiga remite unas líneas de lo que captó su atención de la conversación de cierre. Y la doctora amiga manda una cita de un escritor chileno: “¿Por qué escribes si hay quienes no leen? –“El pájaro canta, aunque no tenga público…”. Alusivo a su editorial –agrega– por eso todos somos proclives a la voraz realidad”.

(¿Te gustó –entra el Sisimite– el cuento de las ranitas? Vale la pena como lectura cuaresmal. -Fíjate que sí –interviene Winston– pero más me gustó que entre la nena, con la ayuda de la mamá, le fueron dando forma a la historia. Son esos diálogos didácticos, insustituibles –solo posibles en hogares amorosos, sensibles a la función de educar– que no tienen precio. -Lo que es raro ahora –asiente el Sisimite– que padres platiquen con sus hijos, ya que ambos, jóvenes y adultos, se han infectado de esa repugnante adicción a esos chunches tecnológicos, y parecieran contagiados de aversión a interactuar. -Y la conversación –suspira Winston– entre la madre y la nena, la valoramos como parámetro de reflexión durante esta semana sagrada. Esa correspondencia fraterna, presencial, personal, entre padres e hijos, entre amigos y compañeros, como antídoto a la frívola relación, indigestada de insaciable diversión, que ha deshilachado la fibra vinculante de la sociedad. -¿No sentirán vergüenza los iletrados aludidos –solloza el Sisimite– que una niña lea editoriales y además, que quiera ver su cuento publicado en un editorial, mientras los que debiesen dar el ejemplo, en cómoda resignación, muestran el bronce de su incultura? -Como las ranitas –ironiza Winston–proclives a ser sabroso bocado de la voraz realidad). “Como se aprende de sus editoriales –mensaje de un lector del colectivo– apunto esta nueva palabra aprendida, “eón”; tuve que ir a buscar la definición al diccionario RAE: “En el gnosticismo, cada una de la inteligencias eternas o entidades divinas de uno u otro sexo, emanadas de divinidad suprema”. “Unidad de tiempo geológico, equivalente a mil millones de años”. “Intervalo de tiempo geológico que divide la Tierra en tres grandes etapas”. “Período de tiempo indefinido de larga duración”.

“Usted –mensaje de otro lector– es de las personas que nos nutre nuestra mente de buenas letras y es de los afectos de nuestro corazón, por eso temprano nos ponemos a leerlo”. “Al inicio la Semana madrugamos a acompañar a Jesús en su entrada triunfal en nuestras vidas”. “En verdad somos madrugadores”.
(¿Y a vos –entra el Sisimite– tus papás te leían cuentos? -Pues sí –responde Winston– era preciosa costumbre de antes –la lectura de cuentos, de un libro o inventados, para dormir a los niños– que se fue perdiendo en la medida que la tecnología de chunches adictivos fue enterrando el buen hábito de leer, y la gracia de compartir momentos irrepetibles. -¿Y la poesía? –interrumpe el Sisimite– transcrita en los editoriales, agrada a muchos del colectivo. -Por supuesto –asiente Winston– “¿Qué silencio tan grande/ qué sosiego paciente/ se precisa,/ para escuchar a Dios?”. -No recuerdo dónde –interviene el Sisimite– escuche decir: “el arte hace los versos, pero solo el corazón es poeta”. -Pues ni modo –interrumpe Winston– porque en esos chats, las chatarras solo recitan el rosario de sandeces y de chismes que escuchan).

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