Día de la Diplomacia Hondureña

Por Rafael Leiva Vivas i(*)
Embajador del servicio Exterior de Honduras

rafael_leiva_vivasEl 11 de enero de 1839 se creó el Ministerio de Relaciones Exteriores al convertirse Honduras en Estado Libre, Soberano e Independiente. Otro 11 de enero de 2000, por Acuerdo del Presidente don Carlos R. Flores, siendo canciller don Roberto Flores Bermúdez, se instituyó el Día de la Diplomacia Hondureña.

Con ello se busca enaltecer el servicio diplomático de la República y conmemorar los actos y hechos más sobresalientes que marcan las relaciones internacionales de Honduras e igualmente para fortalecer la profesionalización del diplomático hacia una verdadera carrera.

A lo largo del tiempo se fueron incrementando las relaciones exteriores de Honduras; se fortaleció la estructura institucional de la Cancillería y se trató de construir un Servicio Diplomático bajo el estricto desarrollo de la competencia de méritos y experiencias.

Los altos y bajos de la diplomacia hondureña ha sido responsabilidad de la interferencia de la política partidaria, pero en medio de esa borrasca se ha podido edificar una diplomacia más creíble.

La Secretaría de Relaciones Exteriores ha experimentado cuatro exámenes de selección de aspirantes a ocupar cargos en el Servicio Exterior.

Con la mayor responsabilidad se realizaron pruebas para cubrir vacantes o crear nuevas plazas en las administraciones de los cancilleres Esteban Mendoza (1955), César A. Batres (1973), Roberto Palma Gálvez (1977) y Ernesto Paz Aguilar (1994). El antecedente ha sido valioso para continuar con ese sistema, única forma para ingresar al Servicio Exterior de Honduras, según lo establece la Ley del Servicio Diplomático de 1984, como para despolitizar los nombramientos, y la mejor garantía para regular la transparencia y seguridad, pues este procedimiento permite escoger a los jóvenes con mayor capacidad, y ellos se convertirán en la fuente del profesionalismo para continuar una carrera de méritos.

A falta de una diplomacia profesional, en Honduras se ensayó la tradición europea de efectuar nombramientos en el Servicio Exterior, distinguiendo a los intelectuales, por ser los más sensibles a la profesión diplomática. Fue el Presidente Manuel Bonilla (1906), considerado protector de la educación y de los intelectuales, quien decidiera nombrar a los poetas Juan Ramón Molina y Froylán Turcios al cargo de Secretarios de la delegación de Honduras a la Tercera Conferencia Internacional Americana de Río de Janeiro. Esa misión fue una de las experiencias más gratificantes en las vidas de Molina y de Turcios; pero en Molina se frustró porque murió a los dos años siguientes, no así Turcios, que continuó haciendo vida diplomática en París, Sevilla y Londres.

En el gobierno de Juan Manuel Gálvez (1950-1954) se produce un fenómeno especial de reconocimiento a los intelectuales y juristas, situación que Eliseo Pérez Cadalso llamó “Edad de Oro en la Diplomacia Hondureña”, ya que se dio la excepción de nombrar a cargos diplomáticos a un número considerable de hondureños que brillaban por su intelecto, a la cabeza Rafael Heliodoro Valle.

Por un tiempo diplomacia y literatura se amalgamaron, como si la una sin la otra fueran indispensables para posibilitar la carrera diplomática. El ejercicio de la diplomacia y el cultivo de las letras han sido fruto de una exótica experiencia y forman parte de la vida política y cultura, por lo que la evolución de la diplomacia no se puede estudiar sin contar con la figura escritor-diplomático.

Pero esos tiempos ya pasaron, ahora no puede haber un Estado moderno si no hace uso de la diplomacia profesional, basada dentro de una Política Exterior de Estado para alcanzar en el ámbito internacional los objetivos inspirados en sus intereses nacionales; esto es así porque la Política Exterior está en relación directa a su política interna. Una Política Exterior de Estado no varía, aunque cambien los gobiernos. Obedece a objetivos que son la expresión de la voluntad nacional, de una voluntad profundamente democratizadora.

Ahora que existe una formal decisión de aprobar planes o visiones de país a largo plazo, en una estrategia para promover el desarrollo y la modernidad con estructura continua, se requerirá de un Servicio Diplomático profesional, organizado, con la afluencia y participación de jóvenes formados especialmente para este tipo de servicio. La Secretaría de Relaciones Exteriores debe responder al desafío de la globalización y necesita de un servicio especializado, instruido en las aulas de la Academia Diplomática.

Para lograr los objetivos de la diplomacia para el desarrollo debe cumplirse con la premisa de que la Política Exterior de Estado no es un campo que permita la improvisación o el aprendizaje a gran velocidad. Esto quiere decir que el Servicio Diplomático debe sustentarse en una planeación eminentemente profesional, y con ello la modernización de los cuadros de la diplomacia, asociada a áreas del interés más concreto para el país, como las relaciones económicas internacionales, la transparencia tecnológica y la promoción cultural y artística.

Esto implica que debe hacerse un nuevo diseño de las relaciones diplomáticas, es decir, un reacomodo de algunas Misiones Diplomáticas y Consulares por la apertura de otras, dirigidas a cumplir con el interés nacional.

Para cumplir este cometido, la Secretaría de Relaciones Exteriores debe convertirse en el soporte de una Política Exterior funcional, en tanto aborda los temas tradicionales de la política y la economía, por lo que debe pasar a ejercer un eje fundamental de la estrategia de desarrollo.

El mejor homenaje que los diplomáticos de carrera pueden recibir en esta fecha es conservar la confianza en que vendrán tiempos mejores donde abrirá paso a una nueva diplomacia, en una especie de reto que nos depara el futuro, seguros de que llegó el momento para dejar de seguir soñando.

1(*) Homenaje al Embajador Emérito Policarpo Callejas Bonilla