Hacia un 2012 con propósitos de integración nacional interna

Por Marcio Enrique Sierra Mejía

Los hondureños vivimos tiempos difíciles porque estamos recibiendo golpes generados por una infame asociación de perturbados mentales que se han organizado para aprovechar la debilidad económica que padece nuestra sociedad. Son tiempos en los que debemos procurar la defensa de los derechos del ciudadano honesto y el cumplimiento de sus deberes, de un hondureño que ha convivido con la pobreza pero que ahora tiene que sobrevivir, en medio del terror que causan los delitos asociados al narcotráfico, y la vida indigna, derivada de la extrema pobreza que resulta del liberalismo hipermoderno, que ahora promueve mercados, más allá de las fronteras nacionales y que exigen un alto grado de tecnociencia.

El hondureño bueno ahora, en la búsqueda del bienestar y la paz, marca límites y exigencias, desea compartir la tranquilidad, rescatar el poder del Estado con la regulación y el control, “solidarizar la economía”, fiscalizar los mercados e incorporar las organizaciones sociales en la instancia de la responsabilidad pública, tanto para gestionar como para fiscalizar e incentivar acciones y conductas de interés público.

Es preciso entonces, profundizar y expandir una auténtica democracia con mayor y mejor legitimidad, con más descentralización y autonomía municipal, favoreciendo la expansión del conocimiento en todo el territorio nacional, la inclusión, la justicia, la aplicación del  derecho y la efectiva seguridad jurídica que propicie y amplíe el abanico de atracción a las inversiones.

En Honduras tenemos grandes necesidades pero también enormes oportunidades para una formidable integración interna: 1) un fecundo territorio; 2) agua ; 3) riquísimos recursos energéticos y minerales; 4) valiosos litorales marítimos; 5) climas variados; 6) atractivos turísticos, 7) una población buena e inteligente mayoritariamente homogénea cultural e idiomáticamente con buenas destrezas agrícolas y adecuada formación profesional aún en aquellos de menor formación; 8) una singular ductilidad de absorción e incorporación de conocimientos y técnicas, 9) ausencia de discrepancias étnicas, raciales o religiosas.

Hace falta si, lograr –sin más demoras ni distracciones- simetrías territoriales razonables en políticas fiscales, convergentes, cooperativas y complementarias con más políticas sociales y de incentivos para la infraestructura, el crédito, la producción, la agroindustria, el intercambio, las exportaciones, las nuevas tecnologías, la ciencia, la técnica y una investigación permanente que nos provea de una institucionalidad y de un pensamiento propio para alcanzar respuestas adecuadas a las nuevas oportunidades y demandas, con rigor y prontitud.

Tomando en consideración la perspectiva antes expuesta, me parece útil promover el funcionamiento de un Fondo de Cohesión como el que poseen en la Unión Europea y analizar hasta que punto lo podríamos replicar en Centroamérica. Se trata de un instrumento estructural que se podría crear en un esfuerzo conjunto para reducir las disparidades económicas y sociales así como para estabilizar nuestras economías. En la Unión Europea, “el Fondo de Cohesión financia allí hasta el 85% de los gastos subvencionables de proyectos de gran envergadura en el ámbito del medio ambiente y la infraestructura de transporte. Esta medida fortalece la cohesión y la solidaridad en el seno de la UE. Los países subvencionables son los estados miembros menos prósperos de la Unión, cuyo producto interior bruto (PIB) per cápita es inferior al 90% de la media comunitaria (desde el 1/5/2004 son Grecia, Portugal, España, Chipre, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia)”.

El Presidente Lobo hoy por hoy puede apostarle a una mejor integración, que le resulte adecuada a los países centroamericanos (todos en situación de pobreza manifiesta), para desarrollarnos internamente como región y país. Es propicio realizar una cumbre de presidentes centroamericanos ampliada con presidentes sudamericanos, a fin de  re-pensar el Mercado Común Centroamericano, en términos de políticas públicas nacionales, convergentes que se propongan integrar las heterogeneidades nacionales y relanzar dicho mercado, con una mayor capacidad de gestión para procesos de cambio que nos asegure conservarnos, crecer y expandirnos, interna y externamente.