Tierras fértiles en lugar de terrenos baldíos

* La zona sur de Honduras sufre de serias amenazas de desertificación, una situación que puede revertirse con capacitación en técnicas respetuosas con el medio ambiente

La capacitación que durante 14 meses recibieron miembros de base comunitaria de las comunidades de Namasigüe y Apacilagua en la región de Choluteca, sirvió para convertir en huertos fértiles tierras que habían permanecido yermas por muchos años. Así lo recuerda Tranquilino

Escuelas de Campo, herramienta para promover el mejoramiento del uso del suelo.

Aplícano, técnico responsable de la formación de los campesinos, quien asegura que al llegar a las comunidades por primera vez “no había ni un arbolito de sombra” en las tierras de las familias.

Las condiciones atmosféricas y las malas prácticas agrícolas están detrás de la desertificación de los suelos, un problema creciente a nivel global que cada año deja en el mundo 20 millones de hectáreas de tierras agrícolas infértiles, provocando una pérdida anual estimada en 42 mil millones de dólares, según datos del 2006 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Siguiendo esta tendencia global, en Honduras cada vez hay menos tierras donde cultivar. Según el Plan Nacional de la Lucha contra la Desertificación y Sequía estos procesos “son asociados a los malos manejos de los recursos naturales como parte de la acción humana, han acelerado en grandes proporciones la degradación y la vulnerabilidad ambiental, dejando extraordinarias pérdidas económicas y sociales que han puesto en grave situación de seguridad alimentaria a la población hondureña.

Este proceso de desertificación y sequía se presenta con mayor severidad en el denominado corredor geográfico vulnerable a una canícula prolongada, es decir, las áreas que están centradas en los departamentos de: Choluteca, Valle, La Paz, El Paraíso, Francisco Morazán, Intibucá, Lempira, Comayagua, Santa Bárbara, Yoro y Olancho”.

Ante esta situación, el Programa de Pequeños Donantes (PPD), que financia el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAN) y cuenta con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Secretaría de Recursos Naturales (Serna), ha financiado proyectos de mejora del uso del suelo en Namasigüe y Apacilagua mediante la herramienta metodológica conocida como las Escuelas de Campo.

Con técnicas respetuosas al ambiente se puede revertir la desertificación.

“Hubo que trabajar mucho en la incorporación de abonos orgánicos para recuperar las tierras. Aún así, algunas de ellas no están recuperadas del todo”, cuenta Tranquilino, en referencia a la degradación que sufrieron los suelos con motivo de la utilización de agroquímicos y la quema de tierras. “Antes no tenía ni una plantita en mi terreno y ahora tengo camotes, yuca, plátano y guineos. Y con los aprendizajes que hemos tenido, la tierra está bien abonada”, asegura Esmeralda Cruz, beneficiaria del proyecto de PPD en Namasigüe.

El siguiente paso para los campesinos fue aprender a producir herbicidas e insecticidas orgánicos, fertilizar los suelos y diseñar la parcela. “A decir verdad hasta ahora nosotros hemos trabajado como agricultores pero sin saber la técnica del agricultor, sino de una forma tradicional. Y en la forma que ahora estamos trabajando vemos que se produce mejor”, asegura Gerardo Amador, campesino de la comunidad de Apacilagua.

La mejora en los cultivos ha proporcionado a algunas de las familias un ingreso doble. Por una parte, porque ya no necesitan comprar en el mercado los alimentos que producen, propiciando el ahorro de las familias; por otra, porque hay campesinos que venden el excedente, “yo he sacado más de 2,000 pesos en ventas”, dice sonriente uno de los agricultores de la comunidad de Apacilagua.

Según Hugo Galeano, coordinador de PPD en Honduras, la implementación de este tipo de proyectos ilustra, en primer lugar, que “la desertificación de la tierra no es el resultado de las condiciones climáticas de una región o país”, sino el resultado de un manejo del suelo insostenible y poco respetuoso con el medio ambiente. Y en segundo lugar, demuestra que “introduciendo técnicas de la agricultura orgánica, el proceso de degradación del suelo se puede revertir, favoreciendo la soberanía alimentaria de las familias, aumentando sus ingresos y respetando el medio ambiente”, asegura Galeano.

Tranquilino Aplícano, concluye el relato de su experiencia en Namasigüe y Apacilagua con estas palabras: “este es un proceso que no se logra de la noche a la mañana. Hay que ir entrando poco a poco a la gente para que cuide la tierra, que aprenda que la tierra hay que quererla como a una madre, pues es la que nos da todo, la que nos alimenta y no podemos estarla matando como el tipo de prácticas que han venido haciendo hasta el momento”.

(Olga Martín Baeza).