Modelo forestal mundial se esparce por Gualaco y Guata

Por: Darío Guzmán

Siete áreas comunitarias de los municipios olanchanos de Gualaco y Guata gestionan un sistema de uso del bosque que se ha constituido en un modelo forestal mundial.

Los convenios de usufructo obligan a reforestar el bosque.

En 50 mil hectáreas, súbditos de estos términos municipales apelan a la forestaría comunitaria, una iniciativa que les permite disfrutar variados productos y servicios forestales.

Gualaqueños y guateños, desde el 2010, realizan esta práctica armónica entre hombres, mujeres y recursos naturales. Esta alternativa de cosechar la foresta, además de conjurar la pobreza y dejar de ver el bosque como simple paisaje, brinda a sus practicantes beneficios ecológicos y sociales.

Entre esos frutos destaca la extracción de resina y astillas de ocote, madera y fabricación de artesanías con acículas de pino.

En este modelo, la forestaría no es contradictoria al quehacer agropecuario, más bien ocurre una simbiosis que genera otros beneficios como pastos para el ganado, caficultura orgánica y apreciables cosechas de maíz, frijoles y hortalizas.

En lo ambiental, este sistema fortalece o incorpora áreas protegidas y conserva zonas productoras de agua.

Las mujeres ejecutan proyectos de artesanías con acículas de pino.

En la obtención del sello mundialista del modelo forestal en Gualaco y Guata han intervenido varias instituciones y personas, destacando entre ellas René Romero, actual viceministro del Instituto de Conservación Forestal (ICF) y la profesional Karla Díaz, egresada de la Escuela Nacional de Ciencias Forestales (Esnacifor).

Ella, Karla Díaz, jefa del Departamento de Desarrollo Forestal del (ICF), destaca que el éxito de la forestaría comunitaria se sustenta en la normativa de asignación de áreas comunitarias bajo convenios de usufructo.

Los convenios mencionados por Díaz tienen carácter vinculante, obligando a los beneficiarios a ejercer actividades de construcción de viveros, reforestación, apoyo a la regeneración natural, combate a incendios forestales y vigilancia contra la tala ilegal.

La introducción de la forestaría comunitaria es un proceso que lleva su tiempo. Sus impulsores previamente capacitan a los beneficiarios dándoles cursos de contabilidad básica y participación en días de campo e intercambio de experiencias campesinas.

René Romero, viceministro del ICF.

Sobre este particular, René Romero, subsecretario del Instituto Forestal razona: “Al principio cuesta un poco convencer a la gente, pero cuando logramos un manejo participativo de las áreas otorgadas y se llega a la etapa productiva, la gente empieza a ver las ventajas y el mejoramiento de su calidad de vida”.

“Les hacemos comprender que este modelo puede ayudar tanto a salvar su bosque como a reducir su pobreza, contribuyendo además a paliar el hambre y otras necesidades sentidas dentro y alrededor del reducto usufructuado”, acotó Romero.

De la forestaría comunitaria se dice que es un modelo transparente, democrático y participativo. En él, las mujeres son actoras principales, pues, ejecutan sus propios proyectos, entre ellos, la producción de artesanías con hojas de pino.

En esta microempresa, gracias al apoyo del Programa de Recursos Naturales (Prorena) de la GIZ de Alemania y del Proyecto Pronegocios de la SAG, crearon un catálogo de productos artesanales que comercializan en ferias y festividades nacionales.

La colocación de estos municipios en el ranquin forestal mundial llegó a oídos de vecinos de Dulce Nombre de Culmí y la Mosquitia, quienes desean que esta tecnología apropiada se derrame hasta ellos. Además de Olancho varias comunidades del El Paraíso, Yoro, Lempira, Santa Bárbara y Comayagua, ya están gozando de esta experiencia.

Karla Díaz, impulsora de la forestaría comunitaria.

Sobre este particular, Karla Díaz del ICF puntualiza: “La forestaría comunitaria está creando una buena actitud; la experiencia se está multiplicando, lo cual permite que se obtengan mayores ingresos, se mejore la calidad de vida y se logre un manejo del bosque a perpetuidad”.

Y René Romero, segundo a bordo en el Instituto Forestal, concluye: “Devolverle el bosque a las comunidades fue una de las mejores decisiones, pues la gente además de amar lo que le pertenece, adquiere el compromiso de hacer un buen uso del patrimonio forestal”.

El modelo forestal de Gualaco y Guata ha atraído misiones de Europa, América del Norte y del Sur. Este modelo, para el 2013, también atrajo un millonario apoyo de la Comisión Europea (CE).

Mientras tanto, mil 500 familias de 45 comunidades de estos ejidos, desde la aurora hasta la oración, faenan sosteniblemente pinos, encinos y latifoliados, en un reto diario por sostener la privilegiada posición planetaria adquirida.

 

Astillas de ocote, interesante producto de la forestaría comunitaria.