¿La docta ignorancia?

Por Segisfredo Infante

segisfredo_infante_new-70Siempre tuve, desde que era muchacho, la intención de escribir un apretado comentario sobre el libro “La docta ignorancia” de Nicolás de Cusa, del cual poseo dos traducciones más o menos diferenciadas. Pero durante décadas postergué aquel tímido proyecto porque en principio el título de la obra me parecía un poco pesado, sobre todo en un ambiente de susceptibilidades múltiples, como en verdad es el nuestro. Sin embargo, cuando el lector desprejuiciado se embarca en la lectura de este formidable texto puede corroborar que la idea teológico-filosófica del doctor y cardenal Nicolás de Cusa, se encuentra muy lejos de cualquier pedantería académica. O lejos de cualquier señalamiento personalizado. Por el contrario, lo que hay es humilde sabiduría, un poco matematizada, en el bosque de enunciados,  sugerencias y consejos nicusianos.

La raíz de una obra de tal naturaleza podría remontarse a los tiempos en que Sócrates descubría en el Oráculo de Delfos, según lo sugerían las mismas pitonisas, que él era el más grande sabio de Grecia, porque era el único que paradójicamente admitía que “sabía que no sabía nada”. Esa afirmación se encontraba ligada al convencimiento que Sócrates poseía de sus propios límites intelectuales; limitación que aparentemente era desconocida para otros pensadores griegos de la misma época. Naturalmente que Parménides, antes de Sócrates, había insinuado algo sobre los obstáculos del conocimiento del hombre de carne y hueso. Los pensadores medievales expresarían, varios siglos más tarde, la infinita inconmensurabilidad de Dios, idea que sería sistematizada en esta “Docta ignorancia” del pensador De Cusa. Esos límites infranqueables, de orden temporal, adquirirán cierto rango filosófico-científico en la obra moderna de Immanuel Kant.

Nicolás de Cusa (1401-1464), como pensador renacentista, ítalo-alemán, proponía que la docta ignorancia se convirtiera en un método de conocimiento teológico, filosófico y científico para alcanzar las verdades últimas. A este método de humildad deberían recurrir los doctores; o cualquier otra persona interesada en alcanzar el conocimiento supremo, cargado de defectos terrenales. Algunos de los temas propuestos por “El Cusano”, tenían que ver con “Dios”, “El Universo” y “Jesucristo”. Y algunas de las frases célebres del libro que intentamos comentar, podrían reacomodarse de la siguiente manera: 1) Lo infinito, por escapar a toda proporción, “es desconocido”. 2) “Deseamos verdaderamente saber que somos ignorantes… Si consiguiéramos alcanzar esto plenamente, habríamos alcanzado la docta ignorancia.” 3) El entendimiento humano, que es finito, “no puede entender con exactitud la verdad de las cosas mediante la semejanza”. Tal entendimiento “no es la verdad”, aunque se dirija a ella “mediante un esfuerzo progresivo infinito.”  4) “El máximo absoluto es uno, porque es todas las cosas, y en él están todas las cosas porque es el máximo. Y puesto que nada se le opone, coincide con él también el mínimo, por lo cual está en todas las cosas.” 5) “La absoluta maximidad es una entidad absoluta”, que existe como universo; pero esa unidad “está contraída en la pluralidad, sin la que no puede existir”, es decir, ese universo unitario “no tiene subsistencia” fuera de la contradicción, “de la que no puede librarse”. 6) “Sobre toda afirmación, hay, de modo semejante, una negación, y todo aquello que se concibe que es, no es más que no-ser. Y todo aquello que se concibe como que no es, no es más no-ser que es”, con lo cual el pensador renacentista evidenciaba sus antecedentes parmenidianos y sus contradicciones heracliteanas.

De esta obra erudita de Nicolás de Cusa se desprende uno de los basamentos de la teoría moderna de la contradicción, que habrá de alcanzar su punto culminante en la filosofía, positiva-negativa, de Guillermo Hegel. Lo extraño es que el filósofo alemán nunca menciona, ni siquiera por breve insinuación (en su “Fenomenología del Espíritu”), los antecedentes innegables de las contradicciones armoniosas nicusianas. También, por otra parte, De Cusa fue precursor de algunas nociones esféricas de Blaise Pascal. Se trata, quizás, de las tantas ingratitudes en la historia universal de las ideas. He aquí, pues, menos que un comentario filosófico, una simple reseña de mis viejas lecturas.