Policía Comunitaria

Por: Edmundo Orellana
Catedrático universitario
Edmundo-Orellana-newEl flamante Ministro de Seguridad propone transformar la policía en policía comunitaria. La iniciativa no es suya, es de la Comisión de Reforma de la Seguridad Pública, contenida en el proyecto de Ley de Policía que entregó en octubre del año pasado al Presidente de la República y que éste engavetó.
Tiene razón el Ministro. Ese es el modelo de policía que conviene al país. Es el que se promueve en América Latina y en muchos países funciona desde hace muchos años. En los que se ha respetado el modelo, ha funcionado.
Bajo este régimen, la policía se convierte en un instrumento al servicio de la comunidad. El vecino reconoce la voluntad de servicio en cada agente policial y, por ello, le resulta confiable y seguro. Su autoridad no descansa en el arma que porta, en el ceño fruncido, en la mirada amenazante o en la actitud de “perdona de vidas” que, la policía no comunitaria, le dispensa al indefenso vecino, a quien ve, invariablemente, como “sospechoso”, o, si tiene formación militar, como “enemigo”. La fuente de autoridad en la policía comunitaria es la convicción que cada vecino tiene de que el uniformado está de su lado; presto para protegerlo y defenderlo de cualquier peligro, pero también para auxiliarlo cuando lo necesite. De potencial delincuente, el vecino pasa a ser la razón de ser de la función policial.
El régimen de policía comunitaria, según la propuesta de la CRSP, “es el conjunto de reglas que promueven la prestación del servicio policial bajo los principios de proximidad, colaboración, solidaridad, participación ciudadana, transparencia, derechos humanos y equidad de género”. La policía que hace suyos estos principios, es policía comunitaria. Pero es la comunidad la que debe percibirla como tal. Si ésta no tiene esa percepción, de nada sirve que lo diga la ley, el gobierno o la superioridad policial.
Este régimen se extiende a todo el universo policial. Comprende la organización, funcionamiento, estrategias, metodología, etc. La formación del policía debe diseñarse de conformidad con esos principios y valores; también la supervisión del ejercicio de la función y la carrera policial misma.
Esos principios y valores deben presidir la misión de prevenir y reprimir el delito y constituirse en los principales referentes para diseñar los factores de ponderación que sirven para evaluar los méritos y los deméritos, a efecto de determinar los aumentos de sueldo, ascensos de puesto o de grado y, en general, cualquier reconocimiento.
Operada la metamorfosis, tendrá el efecto de generar entre los vecinos la confianza en la policía, porque tendrán la convicción de que ésta, en cualquier circunstancia, los servirá solícitamente y sin interés; entonces, y solo entonces, la policía será comunitaria.
Logrado esto, le será más fácil combatir el crimen, porque tendrá como aliados a las víctimas o a las potenciales víctimas. Los vecinos harán frente común con la policía, porque se sentirán seguros y confiados de que ésta estará de su lado y no en su contra. La labor de investigación del delito y el proceso de recabar inteligencia, será mucho más efectivo, si se tiene de su lado a la comunidad.
Lograrlo no es fácil, empero. La policía aún no ha sido depurada y el perfil del policía comunitario aún no ha sido adoptado, pese a que ya fue diseñado y entregado por la CRSP. Además, la irrupción del Congreso Nacional adoptando decisiones incompatibles con las iniciativas del Ministerio de Seguridad, como esa de la policía militar, frena el proceso de modernización del sistema policial, porque los escasos recursos financieros se distraen.
Cualquier sacrificio es poco para convertir la policía actual en policía comunitaria. Ganaremos todos, porque estará de nuestro lado, protegiéndonos y defendiéndonos. En ese momento, dejará de ser “la policía” para convertirse en “nuestra policía”.