Siento enorme pesar por estudiantes de colegios que no aprovechan el esfuerzo que hacen sus padres para apoyarlos en el estudio. Como vimos recientemente muchos prefieren estar en “pachangas” y “fiestas locas”. En vez de estar en un salón de clases se inclinan por actividades que los convierten en mercado abierto para el crimen organizado. Ojalá que padres y maestros puedan enderezar a esos jóvenes.
Javier Robles