Cómo Haití logró vencer los secuestros

Por: Julienne Gage.

Hasta hace poco, los secuestros eran comunes en Haití. Los secuestradores, con sus caras encubiertas, rodeaban una casa, entraban a la fuerza, saqueaban y huían con una victima vulnerable – usualmente una mujer, un niño o un anciano.

Haiti-1La familia pagaría el rescate, y si la victima era liberada, la policia catalogaba el desenlace como un éxito.

Eso empezó a cambiar hace dos años después de que las Naciones Unidas trajeron a Robert Arce, un policia veterano de Estados Unidos y consultor internacional en temas de delincuencia. Arce había tenido una carrera de tres décadas en unidades estadounidenses dedicadas al combate del tráfico de drogas, los secuestros y el tráfico humano, en la frontera con México, y en Bosnia e Irak.

Gracias a una estrategia de utilizar la información de los registros de llamadas de los teléfonos celulares, el patrullaje comunitario y la diplomacia cultural, Arce ayudó a la policia haitiana a que diera vuelta la marea de secuestros, y lo hizo con un presupuesto limitado.

A fines de 2013, el número de personas detenidas por los secuestros casi se quintuplicó. En los primeros nueve meses del año pasado, la policia detuvó a 15 personas por los secuestros; en los últimos tres meses, el número saltó a 72, con sólo un nuevo secuestro reportado, dijo Arce en una entrevista telefónica desde su casa en Phoenix.

“Me encontré con un desastre”, dijo Arce, quien trabajó en Haití desde agosto de 2012 a diciembre de 2013. “Había un secuestro casi todos los días y muchas de los victimas fueron asesinadas. La policia estaba desmoralizada y abrumada, y yo no sabía por dónde empezar.”

Armas de una banda de secuestradores
Armas de una banda de secuestradores

Hasta François Henry Dossous, jefe de la unidad anti-secuestros de la Policía Nacional de Haití, estaba a punto de dejar su trabajo. Al ver que las estrategias de Arce resultaron en algunos operativos exitosos, Dosssous se convirtió en un promotor entusiasmado del nuevo programa.

El plan inicial era de reforzar el entrenamiento policial e introducir equipos más sofisticados, y no resolver los casos criminales pendientes, pero inicialmente la burocracia colocó obstáculos en su camino. Además, existía la preocupación que equipos como el Stingray, un dispositivo de triangulación celular que cuesta US$300.000, pudiera terminar en manos equivocadas.

Para complicar aún más las cosas, la ley haitiana no obliga a las companías telefónicas a compartir sus registros de llamadas con las autoridades policiales.

“Mira, vas a las companías, y te garantizo que ellos saben de alguien que ha sido secuestrado,” dijo Arce a su unidad, sobre la necesidad de lograr la cooperación de las empresas celulares.

Y de hecho, casi todos los ejecutivos de estas companías dijeron que se sentían identificados con este tema, y casi todos dijeron que estaban dispuestos a ayudar, asi que los agentes trabajaron con ellos para rastrear las llamadas y lograr una ubicación general de los sospechosos. De ahí, podían acercarse a los sospechosos con la ayuda de informantes en los vecindarios.

“Cuando empecé como policia novato en 1981, salíamos a conocer nuestros barrios. Ibas y reparabas las puertas y los techos para ganar la confianza de la comunidad, y luego comenzaban a llamarte con datos sobre delitos”, explicó Arce. “Fue lo mismo en Irak. Te acercabas a la población, vivías en sus barrios, y también colaboras con los medios de prensa locales”.

En Haití, la primera barrera fue el idioma. Arce dice que las Naciones Unidas estaban reclutando policias de países francoparlantes, pero se dieron cuenta que cada vez había menos haitianos que hablaban francés. La comunicación empezó a fluir cuando comenzaron a reclutar más policias de orígen haitiano y lengua creole desde Canadá y Estados Unidos.

Luego vino el reto de operar en un país pequeño y pobre dirigido por elites poderosas.

“Uno de los obstáculos que tuvimos que superar era la política de una isla chiquita donde todo el mundo se conoce y se debe favores,” dijo.

Arce se apoyó con el haitiano-americano Brunel Bienvenu para ejecutar su plan. El ex policia de la Comisaría de Nueva York estaba muy versado en patrullaje comunitario y de ser un mentor con otros policías. El y su unidad pasaron mucho tiempo hablando con los vecinos y monitoreando las emisoras y programas de televisión haitiana para medir la voluntad del público de cooperar en las investigaciones.

“Estaban hartos con los secuestros,” dijo Arce.

Policia como Bienvenu utilizaron ese sentimiento para ganarse la confianza de la comunidad y para convencer a los medios que crearan una linea telefónica de denuncias las 24 horas para recibir pistas sobre secuestros.

Robert Arce
Robert Arce

“Al principio, estaban renuentes pero vieron lo positivo de todo eso cuando empezaron a recibir las pistas”, dijo Arce.

En marzo del 2013, una banda secuestró y luego asesinó un niño de 12 años, el hijo de un pastor haitiano que había vuelto al país para servir las víctimas del terremoto del 2010, tras años viviendo afuera. El cuerpo del niño fue encontrado en una zanja, con heridas de bala en su cabeza.

El incidente fue un duro golpe para Arce y su equipo.

“Lloré por ese muchacho”, dijo Arce, “pero les dije: ‘no hacemos nada de bueno si quedamos aquí, sintiendo pena por nosotros mismos’”.

El día siguiente, la policia redobló sus esfuerzos, lo que culminó en la detención de siete personas. El público también respondió con una pista acerca de donde el supuesto asesino iba a recoger a su hija de la escuela. La policia llegó a la escuela y detuvó al sospechoso.

El trabajo de la unidad anti-secuestro es uno de varios programas de capacitación institucional que se desarrolla en Haití. De hecho, aquella unidad opera ahora debajo del director del Directorio Central de la Policia Judicial (DCPJ), Normil Rameau, quien pasó tres años entrenando en Chile. Recientemente mandó a algunos de sus agentes de alto cargo a entrenar en Colombia en operaciones tácticas y de colección y de analysis de intenligencia.

Hace unos meses Arce dejó Haití para tomar un contrato tiempo completo con la Sección de Asuntos Narcóticos y Aplicación de la Ley de EEUU en el noreste de México, pero dice que Haití está en buenas manos, aunque faltan algunas reformas a la ley de telecomunicaciones y del código penal, en especial para acortar el tiempo para que los acusados lleguen a juicio.

“Dejé Haití con la sensación que habíamos salvado vidas”, dijo. “Evitemos que otras familias fueran aterrorizadas. Pienso que algún día los niños ecolares de Haiti cantarán baladas folklóricas sobre la unidad anti-secuestro de su país”.

Julienne Gage es especialista en comunicaciones en Haití

Esta columna fue originalmente publicada en el blog Sin Miedos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
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