Por Malena Brevé Ferrari
Por muchos años el circo ha sido lugar de entretenimiento tanto para adultos como para los más pequeños, convirtiéndose en un punto de encuentro para que diferentes generaciones sean testigos de un magno espectáculo cuya única finalidad, es la de provocar sonrisas y echar la imaginación a volar de quienes son testigos de tan complejo y completo espectáculo. Pero lo que pocos saben es el origen del mismo.
La historia del circo se remonta al legado cultural dejado por algunas de las civilizaciones antiguas, desde el lejano oriente, hasta el occidente. En estas sociedades, aproximadamente 3.000 años atrás, algunas de las actividades que hoy relacionamos como parte del contenido circense, como la acrobacia, el contorsionismo o el equilibrismo, tenían una utilidad altamente relacionada con la preparación de guerreros, con los rituales religiosos y con las prácticas festivas de las diferentes épocas celebradas en ese entonces.
De acuerdo a varios estudios antropológicos, la práctica de la acrobacia se remonta a la cultura mesopotámica, con un pasado de más de 3,000 años. En el antiguo oriente, los malabaristas y acróbatas ya viajaban juntos en troupes (grupos de bailarines, actores o cualquier tipo de personas dedicadas al entretenimiento), utilizando todo tipo de objetos, tales como armas, juguetes infantiles, utensilios domésticos (jarrones de porcelana), que lanzaban y recibían con diferentes partes del cuerpo.
Por otro lado, en Grecia, los gladiadores en su búsqueda particular por demostrar su gran fuerza, realizaban juegos malabares con objetos de gran porte (en su mayoría pesados). En la cultura griega, y en otras del mismo período, las mujeres también ¨malabareaban¨, como se puede apreciar en algunas ánforas y jarrones griegos o en los grabados de las tumbas egipcias. Además, en otras civilizaciones antiguas, como la China y otras de la América Central y del Pacífico Sur, las mujeres también participaban de este tipo de actividades.
Pero con todo y los aportes de las otras civilizaciones fueron los romanos que en la antigüedad dieron el nombre ¨circo¨ a las actividades de entretenimiento, o mejor dicho, a los espectáculos públicos.
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el circo era ¨el lugar reservado entre los romanos para algunos espectáculos, especialmente para las carreras de carros y caballos.
Tenía comúnmente forma de paralelogramo prolongado, redondeado en uno de sus extremos, con gradas alrededor para los espectadores¨. Además de las carreras, en el circo romano, los desafíos concentraban los duelos de vida y muerte, entre hombres y animales, un concepto parecido al que tenemos en la actualidad con las corridas de toros.
Tras la decadencia de todas estas civilizaciones, el circo tomo el mismo curso viéndose eclipsado por la falta de interés entre la población. Pero fue hasta la época del Renacimiento cuando las artes corporales y las actividades circenses se retoman, consolidando una práctica que rompía con el orden y la monotonía, buscando la risa del público sin compromiso y que a su vez esperaba encantar pero primordialmente entretener.

Philip Astley
A lo largo de la historia del circo los shows que se presentan han ido sufriendo grandes cambios, pero siempre se mantienen los actos impactantes que apuntan a despertar la imaginación de las personas.
En el año 1.770 Philip Astley quien era un jinete y acróbata británico tuvo la idea de incorporar a sus rutinas ecuestres la participación de malabaristas, payasos y otros números, marcando un nuevo momento dentro de la historia del circo.
A su vez se fue agregando intermedios con humor y finamente preparados para hacer más entretenido el espectáculo, logrando así un show integral y de gran nivel.
Esta nueva manera de expresión se fue expandiendo desde Inglaterra hacia Francia, Italia y varios países de Europa, siendo este el inicio de la nueva historia del circo y del espectáculo que hoy conocemos y disfrutamos.