No solo a palos se corrigen los adolescentes

Por José Antonio Pereira Ortega
Coronel ®

JOSE-ANTONIO-PERREIAEn los últimos días, en los diferentes sectores de nuestro entorno, se ha retomado y planteado a la opinión pública, la discusión de la reducción de la edad punible, por supuesto acompañada de las controversias propias que la naturaleza de una decisión al respecto pueda provocar, reconociendo que en algunos medios de comunicación ha sido abordado con altura y con madurez, congruente a la profesionalidad y responsabilidad de los comunicadores adecuada a la importancia del tema, convencidos que estamos enfocando el futuro social de  gran parte de la juventud hondureña.

Sin caer en la necedad, debo insistir en señalar que las soluciones rápidas en la atención a los grandes problemas que acechan a nuestra sociedad, y en este caso de la juventud futuro de nuestro país, no han dejado resultados positivos, creo que debemos actuar con mayor prestancia, evitando soluciones de maletín, que comprometan aún más la situación que se trata de subsanar.

Es en este futuro que debemos coincidir todos los sectores, sin menoscabo de cualquier esfuerzo mancomunado de gobernantes y gobernados, caben estas discusiones, pero que deben conducirse sin cortapisas, sin más objetivos que no sean los de favorecer a los grupos en riesgo, haciendo a un lado intereses mezquinos personales o de grupos que asociados en organismos o en las tan cuestionadas ONG´s, que con muy raras excepciones, en nombre de la sociedad civil, velozmente saltan al ruedo, apropiándose de las discusiones exponiendo propuestas inconsistentes con nuestra idiosincrasia y forma de vida, obedeciendo más a sus intereses personales o de grupo, en desmedro del grupo que sufre o sufrirá esos desaciertos, si recordamos que los lugares donde se les encierra no son adecuados, incluso carecen de lo más elemental.

No desconocemos que la delincuencia juvenil es de larga data, únicamente ha variado en el tiempo, inyectada con la evolución sociocultural de los pueblos, y en especial con los insumos  tecnológicos a disposición de los jóvenes, muchas veces no controlados por los padres, que dificultan sus relaciones, combinando esta fractura con la brecha generacional, y produciendo con ello, un factor intensificador en la mala relación familiar, que procede de la mezcla de las inquietudes de un niño/adolescente en crecimiento en su ámbito de desarrollo, encausado por las travesuras propias de la edad o de su inocencia, atizada con las desatenciones y desafecciones involuntarias de los padres, quienes inmersos en un trajín de jornadas laborales extensas, se vuelven consentidores y depositan la crianza de sus hijos en domésticas (muchas también inocentes) de variados orígenes, provocando con ello una fisura afectiva en el núcleo familiar, exponiendo al niño/adolescente desatendido, al borde de otras tentaciones que llenen ese vacío de atención y pertenencia, que le ofrecen otros jóvenes de su entorno y subsecuentemente de grupos criminales organizados como las pandillas y maras.

En cualquier caso, podemos advertir entonces que hay una culpa en todos nosotros y que debemos  hacer propuestas congruentes para resolver la situación de los jóvenes en riesgo, en vez de promover soluciones basadas en preceptos penales o aplicando programas de encarcelamiento, que no garanticen mejorías, al contrario las empeoran, basta revisar qué pasó con las reformas hechas para endurecer las penas, que poco o nada mejoraron la contención de las conductas criminales.

Considero importante comentar, que hay una variedad de factores motivadores de conductas  antisociales, y en ello, incurrimos en responsabilidad compartida una diversidad de actores, entre los que figuran padres de familia, educadores, líderes políticos y comunales, guías espirituales, autoridades del gobierno etc., si no veamos la discrepancia y el desorden generado por la sencilla decisión tomada en Educación, con el retorno a la doble jornada, explotada incluso como bandera política a uno que otro gremio, esto refleja un alto grado de intolerancia e irresponsabilidad, que al final perjudica los niños y adolescentes.

No menos importante es darnos cuentas que hay “N” causas a considerar, basta con darnos cuenta de la altísima inequidad social y en la distribución de la riqueza en nuestro país, nos lleva a repetir uno de los slogan de los desprotegidos y que merece ser analizado sin prejuicios, “no habrá paz para los ricos, mientras no haya paz para los pobres”.

Nadie puede ignorar que las redes delincuenciales se nutren en esos ambientes con personajes de esa escenografía urbana, en especial de los “NINIS” (Ni estudian, Ni trabajan), rodeados de una ociosidad sin límite, son candidatos para ingresar a los grupos delictivos, ante la parsimonia de los padres y la indolencia social que nos caracteriza, nosotros los abandonamos y ahora queremos pasarle una factura de la cual somos socios silentes.

Ellos en los grupos delictivos caen en un ciclo que muchos padres ignoramos: 1. Rechazo familiar. 2. Búsqueda de refugio sentimental. 3. Encuentra calor y amor. 4. Pasar pruebas de lealtad. 5. Aceptación en la pandilla.

Así es como los empujamos a esas aventuras.

Concluyo exponiendo al juicio de los lectores, que antes de combatir a este tipo de grupos, es preciso conocer su origen y evolución para comprenderlos y lograr mediante una estrategia correcta, una intervención adecuada que garantice en buena medida su inclusión en el desarrollo nacional. No solo ofrecerle palos o cárcel a temprana edad.