Gobernanza y gobernabilidad

Por Armando Cerrato

armando-cerratoEs indiscutible que la buena gobernanza lleva a la gobernabilidad eficaz y efectiva de un país, para ello, es necesario que los gobernantes actúen con buena fe, voluntad y sobre todo visión futurista y pensamiento modernista hacia el desarrollo socio-económico de la nación con equidad y espíritu solidario con los más necesitados.

Cabe aclarar que en esencia la equidad, con algún sentido político que es como debe verse la gobernanza y la gobernabilidad, significa entre otras cosas: “moderación en el precio de las cosas, o en las condiciones de los contratos”; “disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que se merece”; “justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva”; “bondadosa templanza habitual. Propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber de la conciencia, más bien que por la prescripciones, rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley”. Y solidaridad: “adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros”.

Hasta hoy, el novel presidente de Honduras, el nacionalista Juan Orlando Hernández, ha dado muestras de buena fe y voluntad de ejercer una gobernanza acorde a las circunstancias de un país en crisis y una nación ansiosa de que haya gobernabilidad, con acciones y pensamiento modernista y visión futurista, equidad y solidaridad, sin embargo, como diría José Ortega y Gaset, “él es él y sus circunstancias”.

Y, en el medio político nuestro, las circunstancias en que un ciudadano, por muy honesto, equitativo y solidario que sea, en su desenvolvimiento para alcanzar el poder, adquiere una cierta cantidad de compromisos visibles hasta que detenta el poder y de cumplimiento ineludible que le llevan a convertir sus actuaciones en antítesis de sus cualidades.

Así, para el caso, en aras de la gobernanza Juan Orlando claudicó ante los liberales que le condicionaron su apoyo a cambio de ceder en sus pretensiones de exprimir económicamente a pueblo gravando con un quince por ciento de impuesto sobre ventas a los productos de la canasta básica, poniendo en peligro la seguridad alimentaria de la mayoría de la población.

En esa línea de pensamiento, el Presidente de todos los hondureños hizo lo que tenía que hacer para alcanzar gobernabilidad, lo que sus más cercanos colaboradores y los que invirtieron en su proyecto político, suman sus circunstancias y van a la carga contra la seguridad alimentaria por la vía del aumento de precios bajo los pretextos de siempre: los hatos ganaderos están a punto de desaparecer, los costos de los concentrados y  fertilizantes  se han elevado, los combustibles están por las nubes, las cosechas no han sido lo suficientemente productivas, hace mucho tiempo que algunos productos conservan su precio.

Así, voraces productores e intermediarios acaparan granos básicos para que el precio suba ante la poca oferta en el mercado, con la amenaza del desaparecimiento del ganado le suben a la leche y sus derivados, la carne de res y cerdo, con el aumento de los concentrados y fertilizantes a las verduras, legumbres, hortalizas, frutas y azúcar y con ello al pan y las harinas, con el alza en los precios de los combustibles, a la energía eléctrica y con ella al cemento y otros materiales de construcción, al transporte, al gas para cocinar, a la ropa, los zapatos, los útiles escolares y en términos generales ya casi es imposible vivir en Honduras con algún decoro.

Por muchos bonos que se repartan, techos que se coloquen, pisos que se adecenten, eco fogones, hornos y filtros que se repartan, la pobreza seguirá campeando por sus fueros, porque la voracidad, la inequidad y la impiedad de los pudientes dueños de los medios de producción, no tiene nada de modernismo ni futurismo, solo esperan que los salarios mejoren pírricamente para caerles encima y volverlos paupérrimos siempre con la anuencia del gobierno que prefiere volverse paternalista regalando pescados, en vez de enseñar a pescar.

Esperemos que en el hacer lo que tenga que hacer de Juan Orlando Hernández, no esté marcado el favorecer solo a los inversionistas en política, olvidándose de la equidad y solidaridad  ejercida en mínima parte  y con fines propagandísticos hasta ahora.

Vivir en Honduras es sumamente caro, tanto, que morirse es dejar un compromiso económico de grandes proporciones para los familiares, pues la muerte es un negocio redondo para los que manejan servicios funerarios, aunque usted en vida y como prevención haya suscrito contratos para ataúd, predio en cementerio, y pompas fúnebres, a la hora de la verdad, los familiares deben desembolsar una cantidad casi similar y hasta superior al valor del contrato suscrito y ya pagado.

En otro orden de cosas nadie respeta la ley de protección integral al adulto mayor y jubilados, ni la de protección a los discapacitados, ni siquiera el mismo gobierno, que grava con un quince por ciento la adquisición de prótesis de miembros superiores e inferiores que aquí solo se ensamblan utilizando ciertas materias primas que están gravadas inmisericordemente alzando los precios a niveles casi inalcanzables para quienes quieren recuperar la movilidad.

Como no existe un verdadero control gubernamental el gobierno no se entera que los descuentos legislados son otorgados en tiempo y forma.

Licenciado en periodismo