Por Carlos A. Medina R.
Se ha hecho costumbre en nuestros países hacer una crítica a los gobernantes en sus primeros cien días de administrar la nación, y es muy interesante escuchar las opiniones de los líderes de oposición y de los analistas políticos que tienen un gran placer de exponer sus puntos de vista en la pantalla chica. Por supuesto, las opiniones son diversas de acuerdo a los intereses de los partidos, de los grupos o de las ideologías que ostentan.
Los problemas de Honduras son tan profundos y de tanta gravedad que es imposible que un presidente, no obstante sus buenas intenciones, pueda resolver en cien días, especialmente cuando estos han durado casi por dos siglos, y se han arrastrado sin que haya habido ni conocimientos, ni decisión política para resolverlos, y algunos de los líderes que han criticado severamente al actual Presidente, son corresponsables de la existencia de esos problemas.
Algunos de los críticos han llegado a la ridiculez de esperar que el actual gobernante debió haber resuelto el problema del desempleo, los problemas económicos, el analfabetismo, la corrupción y la falta de crecimiento y desarrollo de la nación, en un lapso que solo el Supremo Creador del Universo podría resolver. De tal manera, que muchas de esas críticas carecen de la profundidad que debieron haber tenido, y por lo tanto, no llenan las expectativas ni el alcance que todos esperábamos de esos líderes.
El primero de mayo, día dedicado a los trabajadores, los sindicatos se convirtieron en miembros de un partido político, y por lo tanto, las voces de sus líderes no tuvieron el impacto de antaño, porque se inclinaron más que todo a apoyar al líder político que les robó el discurso, y por supuesto, este último aprovechó esa tribuna para arremeter contra el gobernante y repetir consignas que él sabe perfectamente, que si se repiten más de siete veces, se convierten en verdades, que solo sus seguidores pueden creer.
La opinión de las personas sensatas al transcurrir ese período de cien días, es que las acciones tomadas por el gobernante Hernández Alvarado, son las correctas para combatir los flagelos arriba mencionados, y que posiblemente no se resolverán en todo su período presidencial, pero sentarán las bases y abrirán el camino por donde los hondureños debemos caminar. Algunos de los problemas serán resueltos, pero otros no podrán serlo, porque ningún país que tiene los problemas que adolecemos los hondureños, nadie los puede resolver en un cuatrienio.
La principal observación que podemos hacer del Presidente, es su buena intención de enfrentar los problemas con hombría, inteligencia y agresividad. Su lucha contra el narcotráfico ya empezó a dar resultados, y los capos hondureños y las familias que se han enriquecido con ese dinero ilícito, estarán pensando si no terminarán sus días en una cárcel norteamericana. La intervención a instituciones carcomidas por la corrupción, en donde malos hondureños han usado los fondos del Estado para enriquecerse, también es otro triunfo de esos cien días.
Por supuesto, no solo se trata de sacar la fotografía de los culpables en los periódicos para que estos vendan sus ediciones, sino que, el pueblo hondureño desea verlos en la cárcel condenados por la justicia, y que sus riquezas y propiedades sean devueltas al Estado, de donde originalmente salieron. Es perentorio pues, que la impunidad que ha sido parte de nuestra cultura, desaparezca, y que los culpables no estén gozando de sus riquezas, ni riéndose de los hondureños, cuando en realidad deberían estar tras las rejas.
Existe una esperanza en los hondureños con la llegada del presidente Hernández Alvarado al poder, que pueda ser leve para algunos y profunda para otros. Lo importante es que el Presidente cumpla lo prometido, para que todos los catrachos sintamos que no nos ha engañado, pues si eso sucediera nos sumiríamos en una profunda depresión y perderíamos la ilusión que por el momento una mayoría de hondureños mantiene, y tengo la creencia que el Presidente sabe que tiene que cumplir sus promesas y enfrentar los problemas con seriedad, transparencia y con suma honestidad. El mandatario debe caminar en línea recta para que los hondureños creamos en el, y demostrar de una vez por todas, que la nación unida, con un liderazgo limpio e inteligente, puede salir del pantano en que se encuentra.