Por Octavio Pineda Espinoza(*)
Hemos llegado a los 100 días formales de la presente administración del Estado y como era de esperarse el despliegue mediático del gobierno fue exorbitante y hasta suntuoso si consideramos los enormes problemas que tiene Honduras y si los contrastamos con el gasto de publicidad distribuido por el Ejecutivo a los medios con el fin de acallar cualquier crítica de los mismos o de achicar cualquier posición contraria a la versión oficial.
Lo cierto es que en primer lugar el titular del Ejecutivo ha estado en el poder 4 años y 100 días, hay que recordar que fue presidente del Congreso Nacional con Pepe Lobo y que desde ese Congreso ayudó a fraguar los diez paquetazos que se le han infligido al pueblo hondureño siendo el más funesto el contenido en el Decreto 278-2013 conocido como Ley del Ordenamiento de las Finanzas Públicas, no obstante la lucha y logro del Partido Liberal porque se excluyera la lista de productos de la canasta básica alimentaria así como un carrusel de leyes que se pasaron sin miramientos aprovechando la mayoría mecánica del partido de gobierno en diciembre del 2013 y que han dejado indefenso al pueblo y al Estado Constitucional de Derecho y que demuestran una continuidad estrecha entre un gobierno y el otro.
Frente al publicitado optimismo institucional que nos quiere vender el titular del Ejecutivo que parece más bien campaña electoral, la oposición encabezada por el Partido Liberal debe oponer la realidad que vive la nación con un sentido crítico-constructivo de manera que podamos diferenciar las promesas de las realidades y que los hondureños tengamos una versión más transparente de las mismas.
Debemos comenzar señalando que la crisis económica, social y política que afecta al pueblo de Honduras es el resultado de una pésima gestión administrativa del gobierno anterior que se traslada al presente también porque el ahora titular del Ejecutivo era presidente del Poder Legislativo en la gestión anterior, gobiernos que por su incompetencia y alta corrupción han conducido al país a una crisis sin precedentes, propiciando un crecimiento continuo del déficit fiscal e inflación (6%) y progresiva devaluación del lempira (5%), una ineficiente captación de los ingresos fiscales en un entorno de recesión económica, agudizada por los resultados de los diez paquetazos, la famosa “Tasa de Seguridad” y otras medidas ineficaces hasta la fecha.
La deuda total (interna y externa) representa cerca de US$ 8,000 millones que equivale al 51% del PIB y hasta ahora no se ha propuesto ningún plan estratégico de rescate, recuperación y reactivación del crecimiento de la economía hondureña y su desarrollo sostenible a mediano y largo plazo. Las crecientes demandas de las mayorías sociales por una mejor calidad de vida y oportunidades para su realización personal se ven frustradas porque el gobierno presupuestó este año 27,000 millones de lempiras como gasto para el pago de la deuda equivalentes a 74,000 lempiras diarios, con esta exorbitante suma total se podrían pagar 4 millones 500 mil salarios mínimos dándole empleo a igual número de personas.
Además la tendencia es a aumentar porque las tasas de interés de los bonos del Estado se han elevado al convertirse el gobierno en un competidor más por los recursos del mercado financiero, un gasto público que en el 2014 se excederá en 20,000 millones contrario a la llamada política de austeridad y racionalidad del gasto corriente. El pronóstico para el 2014 es preocupante debido a las subidas de precios producto del incremento al 15% del Impuesto Sobre la Venta que desestimularán la inversión productiva local y extranjera que, a su vez, afectará la creación de empleos y en general la actividad económica nacional.
El gobierno de JOH ha continuado con una política económica, fiscal, monetaria y cambiaria basada simplemente en más impuestos y más endeudamiento interno y externo (bonos soberanos) con algunas tímidas aproximaciones al FMI, que el propio Presidente califica de “tangenciales y no torales ya que con o sin el Fondo el mundo no se acabará” lo que denota incomprensión y temor frente a la gravedad de la crisis económica, desconociendo las ventajas que abriría un acuerdo razonable al tener acceso a financiamientos blandos, recursos concesionales y apoyo presupuestario, evitando endeudarse más con fuentes comerciales del mercado de capitales, pero manteniendo, eso sí, una drástica disciplina fiscal, que evitaría el derroche y el despilfarro muy propio practicado por el Partido Nacional. Se trata de un acuerdo justo, inteligente y no oneroso para el pueblo hondureño, dirigido obviamente con negociadores nacionales hábiles y experimentados.
No se atienden ni se mencionan los serios problemas económicos derivados del último ajuste fiscal: inflación, alza al costo de la vida, recesión, pérdida del poder adquisitivo de las mayorías, devaluación continua, escasa creación de empleo, etc. La respuesta se orienta más a crear una figura mediática, aparentemente dinámica, eficaz y que está en todas partes del país: inaugurando o realizando pequeñas acciones rutinarias que más bien corresponderían a la Primera Dama o a algún funcionario ministerial o municipal (3 cuadras de pavimentación, una cancha deportiva, entrega de medicamentos; etc.) con altos costos de publicidad y desplazamiento de la comitiva presidencial.
(*)Catedrático universitario