Por Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario
En el aula de clase todo iba de lo más normal, el tema de “la ética en el periodismo y los límites del periodista” parecía ser cosa de media hora pero las típicas preguntas surgieron: ¿Qué es lo que más le enorgullece de ser periodista? ¿Alguna vez se arrepintió de haber estudiado esta profesión? ¿Por qué en el periodismo se pagan salarios muy bajos? ¿Qué piensa de los periodistas políticos?, una a una las interrogantes eran evacuadas, sin embargo una consulta más me dejó temporalmente sin respuesta y con mucho por reflexionar; ¿se murió el buen periodismo?
Una pregunta fuerte y con mucho sentido, más si viene de uno de esos jóvenes que se está formando para ejercer en el futuro la profesión de comunicador social. Deduje que su interrogante, que era casi una afirmación, se debía a los múltiples cuestionamientos a los que el periodismo y los periodistas hemos sido objeto.
Sin profundizar en el estado actual de la profesión debo reconocer que en efecto, el periodismo se enfrenta a grandes dificultades, algunos se atreven a decir que la profesión atraviesa hoy en día por una de las peores crisis de su historia promovida en gran parte por el descrédito de quienes han utilizado la noble tarea de comunicar e informar para satisfacer intensiones personales ligadas a favorecerse política y económicamente.
Si bien el debate es intenso sobre este tema, hay muchos argumentos expuestos en discusión; a pesar de lo que algunos pudieran llamar como “una profesión en crisis”, el periodismo comprometido con la verdad y el equilibrio informativo sigue hoy más vigente que nunca librando una dura batalla en contra del empobrecimiento en la calidad de la información.
Si bien el ejercicio profesional de la comunicación está en crisis, el buen periodismo no ha muerto, es preciso por tanto recuperar la sagrada misión de ejercer auditoría social y vigilancia del poder, de fortalecer la denuncia en contra de los abusos que desde una posición de autoridad, sea pública o privada, se produzcan en menoscabo de los intereses de la sociedad y el Estado.
El buen periodismo no ha muerto, sigue siendo una herramienta social de promoción de la transparencia en la gestión pública, es valiente, veraz, defensor de la libre expresión y la libertad de prensa, llama las cosas por su nombre y está libre de compromisos económico partidistas.
El buen periodismo no ha muerto, porque hay quienes creemos y vivimos por una profesión basada en el servicio público, en el compromiso moral con la verdad, en mantener los principios éticos que ubican el interés social por encima de cualquier otro.
El buen periodismo no ha muerto, está hoy más vigente que nunca, enfocado en el ejercicio responsable, sin abandonar la ética a cambio de la notoriedad, no acude a la especulación, la información exacta es la única que existe y es un aliado permanente de los sectores tradicionalmente golpeados o desprotegidos.
El buen periodismo no ha muerto, su objetivo es provocar un cambio social positivo, no fomenta el odio ni la arrogancia, no influye en las creencias ideológicas, pero si provee los insumos para que los ciudadanos se hagan sus propias opiniones.
Seguramente mucho se dirá sobre el trabajo periodístico, cada quien tendrá su visión o su enfoque particular, quizás algunos dirán que la profesión se ha desvalorizado pero no se debe pasar por alto que aún y con los dilemas de la información en la actualidad, el buen periodismo sigue vivo y como decía el recordado Gabriel García Márquez (QDDG), “Aunque se sufra como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo”.