Desde tiempos inmemoriales existe la homosexualidad lo mismo que la prostitución, no es algo nuevo que haga rasgarse las vestiduras a los religiosos fanáticos frente a los grupos lésbicos que se han formado en varias latitudes del mundo.
Todos sabemos que la única función que tiene el sexo, o sea los genitales, es la reproducción de las especies, por eso el Supremo Creador los hizo macho y hembra en los reinos vegetal y animal.
De un tiempo acá se han desatado campañas en contra de los homosexuales, hombres y mujeres, condenando su presencia como un baldón a la propia humanidad.
Eso es injusto pues Dios, como dice la Biblia, “no hace acepción de personas” porque Él es amor y nos ama a todos por igual, de ahí pues que no se justifica la discriminación que se hace de los homosexuales, de ambos géneros.
La homosexualidad se produce por falta de hormonas masculinas, a la crianza de algunas madres y al ambiente, surgiendo así mujeres capturadas en cuerpos de hombres y a la inversa.
Es también una enfermedad sicosomática que hace imperativa la relación en individuos del mismo sexo, gays y lesbianas, amén del libre albedrío que Dios dio a la humanidad a través de la primera pareja.
Decíamos que la homosexualidad es tan vieja como el tiempo y tal enfermedad la han padecido hasta genios de la literatura como Platón, filósofo de la antigua Grecia, y artistas como Da Vinci.
Así que la homofobia y la transfobia deben cesar pues la manera de pensar y de actuar es un derecho humano al que tienen acceso las personas homosexuales y lesbianas de Honduras.
Mi criterio de cristiano es que cada individuo es dueño y responsable de sus actos por lo que satanizar a los grupos lésbicos está fuera de contexto.
Ramón Girón Laínez
Tegucigalpa, M.D.C.