LA MARCA Y LA PREFERENCIA

arquero3A manera de motivar el orgullo de país y elevar la estima por lo nacional, muchos países han montado campañas apelando a la población consumir los productos que el país produce. Estas campañas, bien salen del ingenio de sectores empresariales o del mismo gobierno. El tema estaría a tono con el interés de la actual administración de cambiar el ambiente de pesimismo que se padece por uno de mayor optimismo; que ayude a salir de este pantano mental, del estancamiento económico y del letargo social.

Lo anterior funciona si la promoción de lo nuestro no sea solo un elemento aislado de una campaña de imagen, sino parte complementaria de una política nacional que comprenda otros factores. Entre ellos que el mismo gobierno decida, como conducta propia, dar preferencia a lo que se elabora en el país. Que propicie las condiciones para hacerlo. Recientemente ofrecimos el ejemplo de las imprentas que están cerrando o a punto de hacerlo ya que mientras se grava la materia prima para la elaboración local y el producto terminado se recarga con impuestos, si entra del exterior no paga nada. Hasta la misma empresa privada, poco solidaria con otros empresarios nacionales, manda a hacer sus impresos a El Salvador, para economizarse unos centavos. Porque allá, los costos de producción son más baratos, lo que les permite inundar de sus productos los mercados vecinos. Insistimos que si hay producción nacional, debiese ser política gubernamental dar preferencia a la compra de lo hecho en casa sobre lo extranjero. Por allí se comienza dando el ejemplo.

El otro problema es que aquí a mucha gente, despreciando lo que hacemos en el país, le encanta andar luciendo papadas hechas afuera. Si vieran las lujosas tarjetas para las suntuosas bodas que mandan a hacer los ricos a otro lado. Hasta los organismos internacionales que están en el país, en vez de dar el trabajo de sus memorias y publicaciones a las litografías hondureñas, los ordenan al exterior. Vienen a restregarnos los estudios de lo pobre que está el país en folletos impresos en otro lado. El orgullo nacional por lo nuestro es hipocresía que no se traduce a los hechos. Mayor razón para fomentar esa autoestima. Para que se convierta en un acto de conciencia. Como hicieron, digamos, los japoneses con lo suyo. La industrialización japonesa, de producir chunches baratos y de malísima calidad al inicio, fue superando los patrones internacionales, hasta convertirse en el emporio actual, exportador de productos codiciados de altísima calidad. ¿Cómo vamos a levantar cabeza si lo propio se desmerece, si lo hecho aquí se desprecia, si se favorece lo que viene de otros lados prejuiciados que aquello es mejor? Si supieran cómo en otros lugares más bien aprecian el buen café que producimos, los productos artesanales que, con un poquito de mayor empeño, podrían cotizarse mejor. La caoba hondureña fue, en un tiempo, etiqueta de excelencia. Hay que sentir orgullo de la marca hondureña. Un repaso de nuestra abundante riqueza natural, es suficiente para concluir que no es que no tengamos, es que no apreciamos lo que tenemos.

¿Por qué es urgente estimular lo que Honduras tiene? Razones para hacerlo son incontables. Las empresas hondureñas han pasado por muy malos momentos. El año pasado fue desastroso y ojalá este año se evidencie alguna recuperación. La carga impositiva a la actividad empresarial nacional es brutal. Los costos tan altos, los elevados intereses para el financiamiento, los ajustes tributarios, los caros servicios públicos, sacan al país de competencia. Eso revela un estudio reciente del Banco Mundial que nos coloca a la cola en materia de competitividad. Muchos negocios grandes, medianos y pequeños apenas subsisten. Con discursos no se crean fuentes de trabajo. Ni se para el éxodo de hondureños al exterior cuando aquí el batallón de desocupados es inmenso. Así que la ruta para revertir la mala situación inicia por fomentar esa confianza que hoy no se tiene. Que lo nacional debe merecer preferencia.