APIÑAMIENTO DE LA CAPITAL

arquero3HUELE como a un sospechoso contubernio el negocio de los portones que clavaron en medio de las vías públicas, en distintas zonas residenciales. Se deduce lo anterior ya que esas trancas siguen entorpeciendo la fluida circulación pese a las protestas públicas de tanta gente. Como que les pela el eje la exigencia de una mayoría de los capitalinos atorados en las calles, por culpa de esos impedimentos a la libre circulación. El alcalde no ha dispuesto ponerse los burros para ir a botar esos estorbos. Aunque mediaran permisos de la alcaldía, urge la revisión de las disposiciones irregulares que tomaron. La municipalidad no está autorizada a enajenar las vías públicas. O hipotecar a particulares lo que es propiedad de todos los ciudadanos. Solo en casos de excepción puede cerrar calles. Una cosa son los circuitos cerrados, previamente diseñados de esa manera, que no tienen acceso a calles que se comunican con otros lugares, y otra cosa son esas arbitrarias jaulas que han hecho a la zumba marumba.

Solo en un país caótico como este -donde a cualquiera se le antoja hacer lo que le ronca en gana- se le ocurre a la autoridad municipal extender permisos a granel -bajo el pretexto de los tales barrios seguros-atropellando el derecho de los demás capitalinos. Peor cuando no han tenido siquiera la disposición de intentar ordenar el hormiguero. Ya dijimos que si a un barrio o colonia, a la que le clavan peaje de entrada y salida, no se comunica con ningún lado, perfecto. Que se enjaulen para protegerse de la inseguridad. Como si el que quiere delinquir no se las ingenia para ingresar de cualquier forma. Hasta estimulando a los guardias que colocan a vigilar las casetas. Pero colocar portones en medio de la vía pública es delito. No tiene potestad ninguna autoridad edilicia para extender permisos. Simple y llanamente es un abuso.

¿No repara el alcalde y los miembros de esa municipalidad en la congestión endiablada de la ciudad capital? Esos pedazos de obras de infraestructura que realizan, a paso lento de desahuciados al patíbulo, el desorden vehicular que ninguna autoridad quiere corregir, los buses o los taxis que se detienen en cualquier lado a subir y bajar pasajeros, los manudos que van a velocidad de tortuga por el carril izquierdo, y ahora los cortes arbitrarios de la red vial con portones como obstáculos, le cuestan al país un ojo de la cara en energía derrochada. Súmele el estrés que anda cargando el público encolerizado que conduce. O sea todo el que se mete con su vehículo al hormiguero capitalino y se queda atorado en esas kilométricas colas que se forman a toda hora. Los embudos insoportables en las intersecciones. ¿Se habrán fijado los que han ido a otros países, cómo la gente es cortés y da la pasada? No anda con el indio adentro. Pero aquí la tupida nube de choferes anda tan iracundo que antes le pegan un tiro al prójimo que cederle la pasada. Noten la forma distendida como manejan en cualquier otro lugar, menos en México, donde la regla es que el que pega paga. Mantienen la distancia prudencial del carro de enfrente. No como aquí que el de atrás lleva topado al que va adelante. La causa de muchos choques. Si no van a ordenar la ciudad, si no van a aplicar las leyes de tránsito, si no van a apurarse con el proyecto de transporte público o con la construcción de tuquitos de obras -ya que la capital no ha vuelto ver, después de periférico otra obra de gran envergadura-, por lo menos, alivien el apiñamiento de la capital y vayan a botar esos portones.