Los alegres saraos del siglo XIX

Darío González C.

Las frecuentes pesquisas de archivo, nos han dado la satisfacción de encontrar elementos valiosos que nos aproximan al entorno de nuestra identidad nacional.

Cumpleaños del maestro Pedro Nufio, 31 de enero de 1899
Cumpleaños del maestro Pedro Nufio, 31 de enero de 1899.

Se torna necesario que el pueblo conozca a profundidad estos detalles y tal como lo confirma el destacado musicólogo hondureño Jesús Muñoz Tabora, todos tenemos las obligaciones de aproximarnos a los límites de una cultura nacional, para que empecemos nosotros mismos a conocernos, comprendernos y respetarnos.

El extinto maestro de generaciones don Martín Alvarado R. con una amplia trayectoria en trabajos de investigación histórica, solía manifestar que en todas las latitudes y en todos los tiempos, han sido emprendidas y fomentadas con entusiasmo los actos que despiertan el regocijo público, a veces hasta por la conveniencia política, para entretener a los pueblos como sucedía en la Antigua Roma. Al ser acuciosos observamos por los relatos que nos brindan los anales históricos que los pueblos externan sus alegrías para determinar con claridad, el grado de cultura que han alcanzado y los rasgos característicos que la distinguen.

Las canciones y bailes regionales concluye el maestro Alvarado R. hablan elocuentemente de la vida de cada país, es algo que palpita de manera fuerte y espontánea en el alma de la nacionalidad.

Nos regocija saber que nuestra ciudad de las colinas, cuenta con una riqueza folklórica que permanece ignorada y se torna urgente darla a conocer a la inmensa colectividad hondureña.

Al recordar las carnestolendas encontramos en actas municipales del último tercio del siglo XIX, la confirmación que nuestra población danlideña después de la pascua de resurrección, celebrada las tolendas denominación que viene de carnestolendas, que según el diccionario de la Real Academia, equivale a carnaval. Es de suponer que las primeras sílabas fueron suprimidas para simplificar el nombre. Las pruebas documentales afirman que nuestra corporación municipal danlideña participaba en forma directa en la celebración de estas fiestas populares y que atraían centenares de visitantes para disfrutar la alegría que duraba varios días con sus respectivas noches.

De una de las tantas novelas de nuestra exquisita literata Lucila Gamero de Medina, extraemos las siguientes añoranzas: “fue en el tiempo en que aún celebraban en Danlí el alegre carnaval típico con sus corridas de toros a usanza española; tiempo en que se ponían en escena comedias y dramas interpretados por jóvenes de la región, no se puede obviar la famosa quiebra de cáscaras de huevo, repletas de fragancias de azahar y de jazmín, acto que se verificaba en medio de bulliciosa algazara aumentada con la algarabía de innúmeros muchachos. Así eran las fiestas carnavalescas de aquellas lejanas épocas que al despuntar el siglo XX fueron suprimidas para surgir en 1977, el famoso festival del maíz cuya celebración acontece en el mes de agosto.

La visita realizada por doña Ricarda Cubas de Guardiola a nuestra ciudad a finales del siglo XIX, la plasma su hijo el Dr. Esteban Guardiola Cubas en la semblanza que le dedicó y publicó en 1930, rememora como los danlideños bailaban con elegancia requerida el antiguo baile francés llamado Minué de ritmo lento pero de movimientos extremadamente elegantes, también bailaban el fandango que a decir de los entendidos es un antiguo baile español.

Guardiola Cubas continuaba afirmando que en la juventud su madre fue muy aficionada al baile, pero no al baile pecaminoso, sino aquel en que la mujer luce su donaire, se bailaba entonces la polka, el vals, la mazurca, y la contradanza, cuyas figuras alternaban con la recitación de coplitas llamadas bombas, en donde se lucía principalmente el ingenio y se hacía derroche de buen humor. Al terminar una figura por ejemplo decía el caballero a su compañera ¿para qué son tantos brincos, estando el suelo parejo? Y ella desdeñosamente respondía: ese es mi modito y se acá… antes que me dejen dejo.

Nuestra eminente escritora nacional doña Lucila Gamero de Medina, relataba que una pascua de navidad conoció y vio bailar en Danlí a la madre del Dr. Esteban Guardiola Cubas quien la llamaban cariñosamente Calita, quien mostraba un carácter jovial, recuerda que bailó un zapateado con una señorita Callejas, en su ancianidad todavía bailaba con sus amigos en reuniones íntimas.

Para ampliar el horizonte de conocimientos consultamos un tratado del musicólogo Jesús Muñoz Tabora quien nos informa, que el zapateado es una danza de origen hispánico, con movimientos vivos y graciosos, esta danza lleva su nombre por los golpes que se dan en el suelo con los zapatos.

En la edición del semanario danlideño “El Piloto” del 18 de febrero de 1899, encontramos una crónica que a la letra dice: El 28 de enero próximo pasado circuló en esta ciudad una tarjeta, primer trabajo salido de la tipografía “La Unión” suscrita por los señores don Mónico Medina Gamero, don Alfredo Zamora, don Ernesto y don Leopoldo Gamero Arriaga, por la cual se invitaba, en nombre de los alumnos del colegio de segunda enseñanza, para un baile que se ofrecería a don Pedro Nufio, con motivo de su cumpleaños, el 31 del mismo mes, en el local del establecimiento. Bajo las gratísimas impresiones que nos han dejado tan alegre fiesta, vamos a hacer una ligera crónica de ella: a las 7:00 p.m., hora señalada para la reunión empezaron a llegar los convidados, que eran recibidos por una comisión especial, compuesta por doña Raquel Gamero de Medina, señorita Josefana Becerra y Priscila Medina y los jóvenes Joaquín, Ismael e Ibrahím Gamero Lazo.

Los espaciosos corredores del local se hallaban artísticamente decorados con palmas, arcos y flores, y en el salón escogido para el baile había sido preparado con sencillez y elegancia, manifestándose en todo esto el buen gusto de la comisión encargada del ornato, formada por los jóvenes Leopoldo Gamero, Juan Jacob Castillo, Alfredo Zamora, Samuel Castillo y otros que no recordamos al momento, quienes no omitieron medio alguno, para transformar un lugar de delicias, aquel local consagrado a la instrucción de la juventud.

Serían las 8:00 p.m., cuando el baile principió, don Manuel de Adalid Gamero, genial y complaciente como de costumbre, arrancaba como solo él sabe hacerlo, las más delicadas notas a su órgano, cuyas alegres melodías alternaban con las de la pequeña orquesta que había organizado don Federico Vindel. Flores… músicas… poesía… elegancia… virtud… hermosura… todos se habían dado cita aquella noche inolvidable en el suntuoso salón del colegio, la mayor parte de las distinguidas señoritas que constituyen el espléndido jardín danlideño, se hallaban allí reunidas; y entre tantos que rivalizaban por sus gracias admirables, había una que, en el concepto general era la reina del baile. Por no ofender su conocida modestia no la nombramos en esta especie de crónica que desautorizadamente nos hemos propuesto escribir.

Hicieron uso de la palabra entre otras personas los aventajados jóvenes Leopoldo e Ismael Gamero, recitando composiciones en prosa y en verso respectivamente, originales y dedicadas a don Pedro Nufio, las cuales gustaron mucho y fueron calurosamente aplaudidas.

Como a las cuatro de la mañana cuando la animación empezaba a decaer bajo la poderosísima influencia de Morfeo, una entusiasmada aclamación llevó a la improvisada tribuna al simpático e inteligente joven don Ibrahím Gamero Lazo, quien con voz clara y vibrante y con la debida inflexión recitó la bellísima poesía titulada “Mariposas” original del malogrado vate mexicano Gutiérrez Nájera.

Gusta tanto oír en nuestros salones la correcta recitación de este joven Gamero Lazo que la animación subió de punto y el baile continuó hasta las seis de la mañana.

Así pasaban las plácidas horas de aquella noche cuyo gratísimo recuerdo se guarda con cariño, todos los que de ella disfrutamos y que Calímaco con lujo de detalles describe en esta crónica. Danlí, 2 de febrero de 1899.

Concluimos nuestro trabajo investigativo en la cual procuramos trazar la silueta de personajes de nuestra ciudad de Danlí, para que se recuerde siempre, aquellas costumbres de antaño que producen añoranzas y también tristezas infinitas por las cosas que se fueron.

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