Economía Social de Mercado (ESM): ¿Una opción para Honduras?

(Parte 3/3)

Por Francisco Daniel Zepeda Lázarus (PhD.)

FRANCISCO-ZEPEDA-HIJOIntroducir la Economía Social de Mercado (ESM) en cualquier país requiere bastante debate y conversación con los diferentes sectores. Para que dicha discusión funcione tiene que existir razonabilidad y tolerancia por parte de todos. Es indispensable que el liderazgo político adopte los principios de la ESM y los engrane en las diferentes políticas públicas. En países donde usualmente hay intereses dispares, la ESM requiere el establecimiento de consensos. Dichos acuerdos deben encontrar una base común soportada en las relaciones cercanas que deben existir entre la libertad y la justicia social, y también entre la solidaridad con la subsidiariedad.

En el plano de las acciones concretas, la subsidiariedad implica que se deben establecer “líneas fronterizas” que definan claramente el nivel de involucramiento del Estado en la resolución de los problemas de la comunidad, la familia y de los individuos. Realmente, esto significa que las personas tienen que aprender a resolver sus propios problemas, en la medida que se encuentren debidamente preparados para hacerlo por su propia cuenta. De lo contrario, hay que enfocar para el desarrollo de dichas capacidades. La responsabilidad individual es fundamental, sin dejar de desconocer que estas fronteras de intervención son finas ya que en países pobres las capacidades individuales son endebles para la mayoría. Lo interesante de desarrollar dichas capacidades es que ese apoyo aporta hacia el cumplimiento del principio fundamental de la ESM, la maximización de la dignidad humana. La subsidiariedad es un camino para llegar a dicha dignidad, al igual que la solidaridad.

El Papa Francisco, en su Exhortación Apostólica Evangelii  Gaudium (La Alegría del Evangelio, 2013) nos advierte que “la dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica”. En el mismo documento nos menciona: “Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que superen el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos”. Estas palabras significan que, desde un plano económico y social, no podemos dar nuestra espalda a las necesidades de los más desamparados y pretender que las fuerzas del mercado lo harán todo. También nos está aclarando que la mano invisible no es suficiente. En medio están los “venenos” que generan injusticia social, y de estos, hay que cuidarnos. Las crisis financieras y económicas recientes han puesto ampliamente sobre la mesa la evidencia empírica al respecto.

En este sentido, uno de los grandes retos está en ayudar responsablemente, de tal forma que no sea visto como asistencialismo, sino como una ayuda para “enseñar-aprender” sobre como autoayudarse. Esto es una tarea difícil ya que implica energías bastante significativas para que las personas piensen por su propia cuenta, con criterio y argumentos fundamentados y con mayores esfuerzos para vencer las dificultades.

En el fondo implica que las personas que reciben la ayuda de otros, incluyendo la del Estado, tienen que contraprestar un esfuerzo que muestre genuinamente que en algún momento ya no necesitarán apoyo. Todo esto tiene un elemento trascendental profundo en la ética y la cultura de la sociedad. Marcelo Resico (2009 et. al.) lo dice de mejor forma: “es importante el trasfondo ético y cultural que toda reforma social y económica implica, puesto que no puede ser una verdadera reforma algo que cambie meramente de forma extrínseca de políticas o instituciones, si no cambian en parte y se modifican al mismo tiempo las pautas de conducta, las actitudes, los códigos implícitos, las tradiciones, etc.”. Entonces, en el fondo es sumamente importante un cambio de actitud y de formas de ver el mundo, basado en ética.

La Economía Social de Mercado (ESM) sí es una opción para Honduras. El Partido Nacional ha adoptado sus ideales como parte de su renovación ideológica desde varios años atrás, logrando afianzarse con mayor fuerza en su implementación, siempre existiendo el espacio disponible para que con mayor contundencia, se hagan aún más explícitos y operacionales sus principios en las diferentes políticas públicas. “Una vida mejor” toma de la ESM y ofrece orientación para mejorar la dignidad humana en nuestro país. Valdría la pena establecer una expresión política, académica y social aún más decisiva de cómo la ESM podría permear en los diferentes sectores.

Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, y bajo condiciones más difíciles a las que vive Honduras actualmente, logró utilizar la ESM para salir adelante. No estoy pregonando resultados esperados similares a los del país europeo; estoy apuntando a que la ESM es más adecuado para nuestras circunstancias, dada las consecuencias y fracasos demostrables de los sistemas extremos (capitalismo y socialismo, en sus versiones absolutas). Ante todo, la ESM exhorta bases éticas que nos sitúen en la correcta aplicación de los principios estructurales y reguladores, reflejados en los cambios de cómo pensar y hacer las cosas con libertad, equidad, solidaridad y haciéndonos responsables de nuestras decisiones y acciones, y sobre todo, queriendo realmente salir avante. Al final del día, el resultado debe ser la maximización de la dignidad humana.