Tomás Moro

Por Patricia D´Arcy Lardizábal

patricia-darcy-2La Utopía de Tomás Moro es una república ideal, posible históricamente si la política se supedita a la moral, se elimina la propiedad privada, el ejército y la intolerancia. Utopía es utópica por ser irrealizable en nuestro mundo de hoy.

No cabe duda de que Utopía (1516) es la obra más importante e influyente de Tomás Moro, obra en la que se plantea el problema de la legitimidad y la fundamentación del poder y que inaugura el pensamiento político de la modernidad, junto con Nicolás Maquiavelo (El príncipe) y Etienn de La Boétie (Discurso de la Servidumbre Voluntaria).

Santo, caballero, canciller de Inglaterra, escritor y mártir, Tomás Moro nació en Londres el 7 de febrero de 1477 y fue ejecutado en la siniestra Torre en julio de 1535. Fue canonizado por Pío XI en 1935 y declarado patrono de los gobernantes y de los políticos por Juan Pablo II, el 31 de octubre de 2000.
Por el testimonio, dado hasta su martirio, de la preeminencia de la verdad sobre el poder, santo Tomás Moro es venerado como ejemplo de vínculo moral. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entre los elegidos para dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente de inspiración para una política que tenga como fin el servicio a la persona humana.

Tomás Moro vivió una extraordinaria carrera política en Inglaterra, su país. En 1504, bajo el rey Enrique VII, fue elegido por primera vez para el Parlamento; Enrique VIII le renovó el mandato en 1510 y lo nombró representante de la Corona en la capital, abriéndole así una brillante carrera en la administración pública, hasta llegar a ser, en 1523, presidente de la Cámara de los Comunes.

En 1529 Moro asumió el cargo de Canciller, pero su destino sufrió un revés cuando rehusó apoyar a Enrique VIII en su gestión ante el papa Clemente VII para obtener el divorcio de Catarina de Aragón y poder casarse con Ana Boleyn. Renunció del cargo en 1532 y se retiró de la vida pública. El rey resintió de tal manera la actitud de su antiguo amigo, que lo encarceló en 1534. El año siguiente fue juzgado y murió decapitado el 7 de julio de 1535.

Tomás Moro era estimado por todos por su indefectible integridad moral, su agudeza de ingenio, su carácter alegre y simpático y su erudición extraordinaria. Fue el primer laico en ocupar el cargo de Canciller, desde el cual afrontó un período extremadamente difícil, esforzándose por servir al rey y al país. Fiel a sus principios trató de promover la justicia e impedir el influjo nocivo de quienes buscaban sus propios intereses en detrimento de los débiles.

Entre las razones que Juan Pablo tuvo para nombrar a santo Tomás patrono de los gobernantes y políticos, estuvieron la necesidad que siente el conglomerado público y administrativo de modelos creíbles, que garanticen honestidad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades. En efecto, fenómenos económicos innovadores están modificando las estructuras sociales, no solamente en El Salvador, sino que en todo el tercer mundo. Por otra parte, las promesas de una nueva sociedad, exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados.

Fueron muchas las razones a favor de la proclamación de santo Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y de los Políticos. Entre estas, la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades.

El concilio ecuménico Vaticano II, en la Constitución Pastoral Gaudium et spes, señala cómo en el mundo contemporáneo está creciendo “la conciencia de la excelsa dignidad que corresponde a la persona humana, ya que está por encima de todas las cosas, y sus derechos y deberes son universales e inviolables”.

La historia de santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En esto reside el principio primordial de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre.

En este contexto es útil volver al ejemplo de santo Tomás Moro, quien se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en ellas quería servir, no al poder, sino al ideal supremo de la justicia. Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de integridades. Convencido de este riguroso imperativo moral, el estadista inglés puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si era débil o pobre; negoció las controversias sociales con exquisito sentido de equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño y promovió la educación integral de la juventud.

Los protestantes han pretendido presentarlo como uno de sus grandes reformadores religiosos, y los socialistas, como precursor del marxismo en su Utopía. Para los católicos ha sido siempre la figura prócer de la Reforma en Inglaterra, en cuanto mártir, apologista, escritor y gobernante.

El ejemplo de este santo político debe encausar al presidente electo y a los integrantes de su nuevo gobierno. Mientras tanto, los políticos  deben estudiar la vida de este santo y seguir su ejemplo.

El gobierno menos malo, es aquel que hace menos ostentación, que se hace sentir menos, y que resulta menos caro.

(Las riendas del Gobierno Político corresponde llevarlas a quien sea más capaz de hacer prevalecer la ley común de la sociedad, es a saber, la justicia, la razón y la verdad. C. Gantú Attenzione, XL)