El discurso del Rey

Por José Jorge Villeda Toledo

jose-jorge-villeda-toledo¿Por qué no te callas? Es el discurso más breve que un rey ha implorado en el siglo de las luces, sin titubeos, como queriendo esconder los desaciertos de sus subalternos e imponer el mando imperial de su investidura. En tan solo cinco palabras, el discurso real más corto de la historia ha podido influir en las sillas republicanas del presidencialismo, solo que escuchándolo de sus gobernados como un reproche a la escasa calidad de sus gobiernos.

En otra época, el duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952) tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de Lionel Logue, un experto logopeda que consiguió, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto del rey.

Los hondureños también tenemos nuestro rey, más poderoso que el mismo Presidente de la República, un rey que envuelve a su pueblo en la más sufrida de las emociones sin que nadie se le escape, sin que nadie ose discutirle su poder de sometimiento. Es el fútbol, el rey de todos los deportes, capaz de hacer olvidar el hambre de los humildes y la soberbia de los que lo manejan a su antojo. Es el único capaz de unir al que con su sectarismo siembra odio y al que incendia llantas o enarbola todavía los trapos de la discordia. Es el rey que, en nuestros días, es capaz de entusiasmar a un presidente y hacerlo viajar a una justa mundialista para ver a su selección hechizado como a millones, por el espejismo que enajena una crónica deportiva ávida de notoriedad y hacedora de gigantes inexistentes. Y no digamos de los que mueven las piezas desde sus sillones acolchonados y que imitan al avaro y misántropo Mr. Scrooge contando con una vela y una lupa los billetes verdes que en nuestros días se han multiplicado, a tal grado, que hacen perder la noción de la honestidad y de la verdadera causa que lleva a una selección de fútbol a pararse en un mundial con hidalguía y pundonor, algo así como defender la dignidad de un país y la frustración de millones de compatriotas que tienen como único escape de supervivencia lo que un micrófono y una pantalla de televisión les han hecho creerse campeones mundiales estando a años luz… porque el pobre nivel educativo de los jugadores los mantendrá por siempre alejados de tal propósito… porque el amor a una camiseta se siente suplantada por el interés del dinero y la falta de compañerismo, trascendiendo en las páginas desplegadas de los diarios empujadores, líderes mediáticos que compiten con cracks inimaginables… porque los jugadores comienzan su niñez en caminos polvorientos pateando chuñas una pelota de calcetín relleno y saltan en su adolescencia a los clubes domésticos y ahí, uno que otro, sorprenden por sus dones propios y no por el potencial educativo y formativo que pudieran haber recibido como personas y futbolistas en una carrera integral, alejados de una liga menor que no existe, porque el jefe de jefes está ocupado viendo al técnico enseñar a un jugador adulto cómo driblear, parar la pelota o hacer una gambeta. Es por todo ello, que España 82, seguirá siendo la piedra en el zapato de los técnicos idos y por venir.

El discurso de nuestro rey retoma el de los reyes de la monarquía, pero desde el balcón del subdesarrollo, y pone a callar a los jugadores que pierden su carácter lúdico para saltar a la pradera creyentes de notoriedad, faltos de patriotismo, interesados en el metal y con la desidia de mostrarse en las vitrinas de las contrataciones internacionales… a los dirigentes que lejos de saber de fútbol son amantes del poder, de la injerencia y de la buena vida… a algunos cronistas deportivos que lejos de ser profesionales crean ambientes triunfalistas, hinchas al desborde del suicidio y demandas de amor por una camiseta que cada día se suda y valora menos… al técnico que se aprovecha de ese triunfalismo para hacerle creer a quien lo contrata que contamos con cracks fuera de serie y que se podría llegar a la final, sin explicar a qué final se refiere… a las transmisiones domésticas de televisión que abusando de la tecnología olvidan la creatividad y nos castigan cerrando señales profesionales de mayor conocimiento.

El discurso de nuestro rey trata de convencer al más hambriento de los hondureños a través del insaciable mundo comercial y publicitario, que la H no es muda y que, el hambre que padece, desaparece al momento que nuestra Selección viste la camiseta con la H en el pecho… ahí mismo, sobre el corazón, para recordarle que la H no es muda cuando juega su Selección. Y es que al marketing se le pasó la mano, pudo más la gula del patrocinio anunciante, que el mutismo, vergüenza y frustración que sufrieron millones de engañados al conocer los resultados.

En nuestra conciencia, la H dejará de ser muda cuando volvamos a sembrar frijoles, cuando dejemos de acaparar dinero y tributemos en beneficio del país; cuando los hoyos artesanales garanticen la vida de los mineros, cuando el hambre sea cosa del pasado; cuando la niñez y la juventud evite el éxodo obligado y nos haga un país de viejos; cuando… etc., etc., etc.