Minería: una fuente nacional de empleo

La minería en Honduras es una actividad económica marginalmente ejecutada por hondureños, desde que las leyes y la administración gubernativa están diseñadas para que sea mediante concesiones que se explote la riqueza mineral nuestra. Pero no se crea que así es por ligereza legislativa.

Las concesiones mineras han erigido a lo largo de nuestra historia su propio monumento a la corrupción. Por unos exiguos impuestos, unos miserables empleos, pero  una generosa  gratificación, más de un gobierno ha entregado la riqueza mineral del país a compañías, en especial extranjeras; más por la confidencialidad con la que estas saben manejar los negocios -que no andan divulgando aquello  que dijimos-, que por el propio interés de la nación. Y así será, hasta que los honrados decidan poner fin a la impunidad.

Crear empleos decorosos es sumamente difícil, sobre todo en estos tiempos de globalización, en los que los inversionistas lo único que buscan es mano de obra barata de la cual poder deshacerse sin responsabilidades ulteriores.

La minería artesanal y  microempresarial es alternativa importante de empleo que deberíamos aprender a utilizar en provecho propio. En Honduras tenemos regiones que ancestralmente han suministrado el sustento diario a muchas familias, gracias al poco oro que rudimentariamente extraen de su suelo.

Si el gobierno tan solo destinara una dependencia que pudiera asesorar y capacitar a la gente para que el rendimiento de su labor fuera más rentable, muchas más personas podrían dedicarse a esa actividad, reduciéndose significativamente el desempleo.  Seguir otorgando concesiones, lo único que nos deja es el daño irreparable del medio. Con la tecnología y equipos de hoy, esas tales mineras, en pocos años de explotación se llevan la riqueza y nos dejan devastado el territorio.

Además, el oro es un don, un regalo del cielo, cedido para que cada pueblo lo pueda aprovechar en beneficio propio, no para que los más vivos embauquen a los tontos. El codiciado metal  no es nativo de la tierra; su origen se remonta a los confines del universo. Para su creación, el  Padre Eterno decide una gran explosión termonuclear juntando dos estrellas binarias, provocándose   una híper explosiva unión estelar; un cataclismo cósmico inimaginable, que bien podría bautizarse como “el alumbramiento del oro”. ¡Un parto espectacular!

Los restos del prodigioso acto, en forma de meteoros, se esparcen por el universo; y aquellos que llegaron a la tierra son los que nos trajeron el precioso metal. Una riqueza celestial que los hondureños no hemos sabido aprovechar… como casi todo lo que el Creador nos concedió.

Carlos E. Ayes
Tegucigalpa, M.D.C.