Conversando con César Vidal

Por: Juan Ramón Martínez

JUANRA-70No somos pocos los que nos preguntamos por qué Estados Unidos se desarrolló y América Latina no lo logró. Y muchos, en el curso de los últimos cien años, en una dirección o la otra, han ensayado variadas respuestas. El jueves recién pasado, Marcio Sierra dijo algo que habíamos escuchado antes; que el subdesarrollo de Honduras es el resultado del desarrollo del capitalismo europeo. Y más o menos insinuó, que los conquistadores españoles no crearon las condiciones para hacerlo posible entre nosotros. Olvidó el distinguido colega una cuestión fundamental: que los españoles no vinieron a América a instaurar un modelo económico desconocido para ellos, porque apenas estaba brotando en Castilla, sino que a extraer y acumular riqueza minera para llevar de regreso a España. En otras palabras, los españoles no vinieron para quedarse, o a crear nuevas instituciones. No forjaron nuevas sociedades. No sentían necesidad de ello. Cosa que sí hicieron los inmigrantes europeos del Norte que, en Estados Unidos y Canadá, a partir de sus experiencias desagradables, creían que era un imperativo moral, crear una nueva sociedad en la que, en un clima de libertad, cumplimiento de la ley y subordinación de los gobernantes  a la soberanía popular, les permitiera lograr sus propios objetivos personales.

César Vidal, escritor español exiliado en Miami como le gusta decirles a sus amigos, en vista que estaba en la lista de ETA para terminar con su vida, acaba de pasar por Tegucigalpa. Aprovechamos la ocasión para conversar sobre el tema. Sus tesis, bastante coincidentes con las que manejó sobre este asunto, tienen que ver con el hecho que las sociedades de América Latina, contrario a lo que hicieron las que se crearon en los Estados Unidos por ejemplo; o en el Norte de Europa, no construyeron una nueva escala de valores basada en la verdad, con absoluto respeto a la ley y los inexorables castigos a quienes la infligieran, sin ninguna excepción, por lo que resultó en cambio, palabras de César Vidal, un fenómeno crítico que ha tenido resultados negativos: la operación de instituciones, sin que funcione un sistema de absoluto respeto a la ley. Sin querer, le recordé en la oportunidad que conversamos que, la cuestión es tan cierta que en la oportunidad en que debatimos sobre los niños inmigrantes a los Estados Unidos, decimos, con la mayor naturalidad del mundo que, para ayudarnos, este país  debe, en forma automática, como lo hacemos cotidianamente, violar su propia ley. Aquí en Honduras, en España, en América Latina en general, la ley es irrespetada de forma natural, de modo que como me dijera un amigo, “poder público que no abusa, pierde imagen e influencia”. En esto se origina la corrupción.

Para desarrollar a Honduras, estableciendo un sistema capitalista moderno, hay que desmontar el entramado ideológico que nos dejaron los españoles, y “eliminar”, por consiguiente a los “hijos” de los conquistadores que, desde los partidos, repiten los modelos de acción y pensamiento de quienes llegaron ansiosos a buscar oro y a explotar a los antepasados nuestros, para evitar “el castigo” del trabajo. Que solo podían soportar los más débiles y sometidos. Para ello, hay que asumir las cosas y sus responsabilidades. Empezando por aceptar que los responsables del atraso de Honduras no son los europeos o los estadounidenses. Y de consiguiente, reconocer que los únicos que podemos cambiar la situación, somos los hondureños, exclusivamente. El Plan Marshall, de tanto éxito en Europa, dio resultados porque contaron con el trabajo, la disciplina y el respeto de la ley de los alemanes, especialmente.

En segundo lugar debemos, cambiar la visión que tenemos del trabajo, y del pecado. No debemos seguir creyendo que el trabajo es, un castigo, y que hay pecados veniales, que con unas cuatro avemarías, son perdonados. En la aplicación de la ley a quienes violan las reglas, es lo mismo robar mucho que robar poco. La sanción debe aplicarse sin excepción, sin protección de los amigos; y sin falsos testigos que alteren las realidades. Claro, para hacerlo hay que crear una nueva escuela, forjar un nuevo liderazgo; y dejar de quejarnos y echarle la culpa a los demás. Hay que asumir responsabilidades y dejar de andar creyendo que serán los otros, los más fuertes, los que resolverán nuestros problemas.