Los niños en fuga, migración infantil

Por Mario E. Fumero

fumeroHonduras enfrenta una crisis que ha trascendido a nivel mundial. Se trata de los cientos y miles de menores de edad que de forma ilegal, y burlando todos los sistemas de seguridad, han cruzado Guatemala, México para llegar a los Estados Unidos. Unos creyendo que por ser menores de edad obtendrían el derecho de permanencia, otros porque sus padres desesperados por tenerlos con ellos, pagaron grandes sumas a los coyotes, y otros se lanzaron a la aventura huyendo de los peligros causados por la inseguridad y la presión de grupos delincuenciales, que han tratado de ejercer sobre ellos una presión a fin de alistarlos en las maras y el crimen organizado.

La migración ilegal es uno de los más graves problemas que confronta los países prósperos, por el flujo de personas que frente a una necesidad material, social o política, están dispuestos a correr el riesgo, ya sea de cruzar el mar como ocurre entre Europa y África, o los desiertos y las fronteras de Centroamérica y México para alcanzar en esos países más prósperos, dos cosas que no tienen en su país de origen, seguridad y bienestar.

El problema de los niños hondureños, principalmente los adolescentes, obedece a un factor histórico que comenzó en el año 1998, cuando muchas familias quedaron divididas al emigrar muchos hondureños hacia el norte como efecto del Huracán Mitch. A partir de ahí, son miles y miles los hijos que perdieron a sus padres o madres por la migración ilegal, los cuales lo dejaron en manos del tías, abuelas, o parientes cercanos, con el sueño de legalizar su estatus migratorio para después reclamarlos. La política norteamericana no ha abierto las puertas para resolver este problema, y aquellos hondureños que como efecto de ciertas situaciones históricas entraron al país y se acogieron al programa del TPS que es un permiso de permanencia temporal, se encuentran en algo así como en un limbo migratorio.

El presidente Obama propuso en su discurso político buscar la aprobación de una ley que legalizará el estatus de más de once millones de ilegales, aunque muchos de ellos tienen la permanencia temporal y por lo tanto son legales parcialmente. El dilema que enfrenta el gobierno de Honduras es el efecto acumulativo de una división familiar que como consecuencia de la migración ha ido creciendo, y de la cual se han aprovechado grupos delincuenciales para hacer de la tragedia familiar una fuente de suculentas ganancias. El tráfico de personas, o la existencia de coyotes, debe ser tratado con prioridad para estipular de sanciones severas a los que se presten a una forma de negocio que pone en peligro la vida de los menores. No cabe duda que muchos menores desesperados, amenazados y sin un futuro cercano en su país, decide arriesgarse en una loca aventura que los puedan reunir con sus parientes lejanos.

Pero no todos los menores que se van lo hacen para buscar a sus parientes. Algunos van huyendo del chantaje, la extorsión o la opresión de los grupos antisociales que los quieren obligar a actuar incorrectamente. Quizás 10% de estos menores que huyen lo hacen por estos motivos. Es posible que más que un 40% emprenda la ruta peligrosa para buscar a sus padres o madres que no pueden reclamarlos de forma legal, porque ellos mismos están ilegalmente en el país. Quizás el otro 50% sean madres y familiares desesperados, que escudándose en los menores que llevan, piensa que la benevolencia del Tío Sam les permitirá permanecer en el país bajo un status especial, poniendo como excusa la protección de los niños en un país en donde la vida no vale nada.

La crisis era real. El gobierno norteamericano, y principalmente el presidente Obama, tiene dos discurso, por un lado dice que hay que tratar humanamente a estos menores inmigrantes, y por otro lado ha sido el presidente de la historia de los Estados Unidos que más gente y hondureños a deportado.

Es tiempo que el gobierno establezca una política real de protección a la niñez. Es tiempo de lucha contra la migración ilegal. Es tiempo de lucha contra la paternidad irresponsable, y sobre todo, es tiempo de luchar contra los coyotes, que para mí, actúan como criminales al arriesgar la vida de esos niños a cambio de una suntuosa paga económica.

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