LA MULA LE CORCOVEA

arquero3EL mandatario acaba de instruir a funcionarios de su gobierno la revisión del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos “porque puede dar más”. Una breve historia: Durante mucho tiempo, Honduras, al amparo de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, pudo enviar cientos de artículos elaborados en el país, que entraban sin pagar impuestos al mercado norteamericano. Eso fue extraordinario para la economía nacional. El gobierno al que le tocó lidiar con los destrozos del huracán Mitch gestionó y obtuvo la ampliación de los beneficios de la Cuenca ya que el NAFTA los había superado, en perjuicio de la región centroamericana. Años después, en el 2004, con la negociación y suscripción de un tratado de libre comercio, quedó establecido que el comercio ya no sería solo en una vía –de aquí para allá– sino que gradualmente entrarían productos libres de impuestos arancelarios desde los Estados Unidos. Durante la negociación del CAFTA, muy pocos prestaron atención y dudamos que una buena parte de los empresarios nacionales, aún ahora, conozca cómo les beneficia o les daña el tratado.

Hubo lo que se denominó un cuarto adjunto, que alojó a algunos sectores empresariales –varios dirigentes de la maquila– que fueron a pelear por sus intereses. Incluso con influencia en el principal negociador por el país –quien ahora es burócrata relevante y ha sido mueble indispensable en todas las administraciones– para que abogase por sus intereses. Otros sectores empresariales ni información tenían sobre lo que estaba negociándose. Al inicio, en consideración a las asimetrías, Honduras gozó del privilegio de exportar al mercado norteamericano una buena parte de sus artículos, sin pagar el arancel. Sin embargo, ahora algunos artículos producidos en los Estados Unidos entran libres al mercado hondureño. Pero no todos. Para el primero de enero del 2015 el 96% de todos los productos amparados en el acuerdo DR-CAFTA ingresarán libres de arancel. Entre los productos que empezarán a entrar libres se encuentran carnes de animales, vegetales, legumbres, hortalizas, granos de primera necesidad, frutas, jugos, bebidas alcohólicas y productos industrializados. Esto fue lo que, en aquellos días de la negociación, opinaron los expertos: “La sola propuesta de un tratado comercial entre el país más rico del mundo y seis pobres y pequeñas repúblicas centroamericanas planteaba en primerísimo lugar la cuestión de cómo resolver las casi inconmensurables asimetrías”.

El profesor Juan Manuel Villasuso en su artículo «Asimetrías jurídicas en el TLC» explicaba que de las negociaciones sostenidas con los Estados Unidos se esperaba que surgiera: «… una agenda amplia de cooperación que ayudara a las repúblicas centroamericanas no solo a superar obstáculos y carencias propias del subdesarrollo, como la infraestructura deficiente o la reducida inversión en ciencia y tecnología, sino también a amortiguar las formidables diferencias en la estructura productiva y en las políticas económicas”. “Las asimetrías eran enormes y se esperaba un trato «especial y diferenciado», como se denomina en la jerga del comercio internacional”. “¿Cómo comparar el tamaño y la capacidad productiva de las empresas norteamericanas con las de Centroamérica? ¿Cómo contrastar el ingreso de una familia de Ohio o de la Florida, que sobrepasa los $60 mil al año, con el de un nicaragüense de Rivas o un costarricense de Zarcero (o un hondureño de Yarumela)?”. “Algún contrapeso ameritaban esos desbalances”. “Era evidente, además, que Estados Unidos no estaba dispuesto a transar sobre subsidios y ayudas internas a los agricultores norteamericanos, que en algunos productos como arroz, maíz, azúcar o lácteos representan entre un 30% y un 50% del precio y en total sobrepasan los $75 mil millones anuales. Este aspecto introducía una asimetría adicional”. “Lamentablemente estas y otras disparidades no fueron consideradas de manera explícita y, por lo tanto, no se construyó una agenda de cooperación sustantiva para ayudar a los países a enfrentar la apertura frente a un socio comercial gigantesco”. “La negociación, se señaló enfáticamente, se basó en la reciprocidad, o sea, se hizo bajo la ficción de que se trataba de un acuerdo entre iguales”. (Fin de cita). Lo anterior recobra vigencia, más hoy que ya estamos llegando al momento donde la mula le corcovea a Genaro.