Estado de calamidad  

Por: Segisfredo Infante

Segisfredo-InfanteSe trata de una frase empleada en algunas instituciones domésticas, públicas y privadas, para conceder pequeños préstamos, o “vales”, a los empleados que por cualquier motivo caen en situaciones de crisis fortuita, y se les otorga un pequeño crédito para subsanar su “estado de calamidad”. La crisis puede derivarse del fallecimiento de un pariente; una enfermedad inesperada; un accidente; un sobregiro; más incapacidad para pagar la luz, el agua y el Internet. El préstamo, deducible por planilla, debe ser equivalente a un mes de sueldo, el que por regla general también es calamitoso, mustio, marchito. Este cuadro de debilidad económica de muchos empleados individuales, es análogo a la situación financiera actual que padece el Estado y el actual gobierno de Honduras, que hoy enfrenta una deuda pública creciente, interna y externa, que asombra incluso a las personas que “nada” saben de economía ni mucho menos de historia económica.

Esta deuda pública creciente nuestro Estado la contrae, por lo menos en teoría, para honrar sus deudas de caja con la masa de empleados públicos y con otros acreedores fuertes por supuestas obras (reales o fantasiosas) de infraestructura física. Estamos evitando la utilización de términos técnicos como “gastos de cuenta corriente”, porque pensamos en los ciudadanos de la calle, simples lectores de periódicos y revistas. Para explicar las causas de este fenómeno hay que retroceder un poquito en el tiempo, hasta llegar a la “Estrategia de Reducción de la Pobreza”, que comenzamos a trabajarla desde los tiempos del gobierno del ingeniero Carlos Flores. Varios individuos, de diversos partidos políticos y organizaciones sociales, estuvimos incluidos en comisiones “ad honorem”. A la par es imperativo recordar la cruzada de monseñor Oscar Andrés Rodríguez encaminada a la condonación de la deuda de los países más pobres y más fuertemente endeudados, como Honduras. La campaña, iniciada, desde el Vaticano, en los tiempos de Juan Pablo Segundo, fue completamente exitosa, al grado que el gobierno de Ricardo Maduro Joest comenzó a cosechar los esfuerzos de Carlos Flores y del cardenal Rodríguez y de sus amigos más cercanos. Pero el presidente que cosechó, totalmente, los frutos bonancibles de tales acciones, fue Manuel Zelaya Rosales, quien se entregó a la tarea de distorsionar la famosa “Estrategia”, otros objetivos “milenarios”, y desviar los dineros hacia cosas sospechosas, al grado que la coordinadora de Suecia para la “Reducción de la Pobreza” expresó, en diciembre del año 2008, que la “Estrategia”, “estaba sepultada”. El derroche neopopulista contra los fondos del Estado, del señor “Mel” Zelaya Rosales, fue incontenible, devastador. Derroche estratosférico que fue continuado por el gobierno del ex-presidente Porfirio Lobo Sosa, quien manejaba una agenda política ambigua, con el cuento de ayudar a los más pobres, pero que en el fondo era para mantener muchos prosélitos y una imagen de dirigente populista con fuertes nostalgias rencorosas. Esos derroches exorbitantes (más los atracos “gansteriles” a ciertas instituciones públicas como el Instituto Hondureño de Seguridad Social), hoy por hoy los está “pagando” el gobierno del presidente Juan Orlando Hernández. Esa mala cosecha que afecta en forma directa a la actual administración del Estado, la están pagando “los pobres más pobres” que llegan a las emergencias de los hospitales públicos, especialmente del “Hospital Escuela” de Tegucigalpa y del “Mario Catarino Rivas” de San Pedro Sula. También corren el riesgo de pagar los derroches de “Pepito” Lobo y de “Melitín” Zelaya, los médicos residentes que atienden las emergencias públicas de los moribundos, a quienes de hecho sólo les “abonan” dos tercios de lo que les pagan a los especialistas, con la grave amenaza de cortarles sus “becas-salarios”. Con lo que se generaría una crisis humanitaria, sin precedentes, que es imposible que la perciba un funcionario “eficiente” como el tecnócrata Wilfredo Cerrato, a quien le he dispensado algún respeto hasta este minuto histórico. ¡!Gloriosos los tiempos en que el doctor José Antonio Peraza comenzó el maravilloso proyecto del “Hospital Escuela Universitario”, con la gloriosa continuación del doctor Enrique Aguilar Paz-Cerrato!!, porque entonces se pensaba técnica pero humanísticamente, en favor de la salud de los menesterosos y de los carentes de seguro médico, habida cuenta que la salud, la educación y la seguridad agroalimentaria básica, son funciones esenciales de cualquier Estado.

Hemos caído en todos estos detalles porque el presidente  Hernández Alvarado, el lunes 11 de agosto del año en curso, clamó por la unidad y hermandad de todos los hondureños, que yo traduzco como la necesidad imperiosa de construir “consensos”, los cuales sólo son posibles cuando se aborda con seriedad cada detalle, porque, según Ernesto Samper Pizano, cada pequeño problema puede ser “una gran tragedia” para el ciudadano común y corriente. Por último, hay que crear verdadera economía nacional para mejorar la recaudación pública. No hay que ofender a los empresarios que pagan impuestos, por el simple placer de ofenderlos, como lo hacía el buenazo de “Pepe” Lobo Sosa.