Campeón  del  ateísmo

Por Segisfredo Infante

segisfredo_infante_new-70Todos los intelectuales hemos sentido, y padecido, en algún momento de nuestras vidas, la cómoda tentación del ateísmo. Hasta los grandes “santos” y “santas”, como la Madre Teresa de Calcuta y algunos teólogos importantes, han caído en los negros abismos de la duda. Una duda devoradora, muy humana, dicho sea de paso. No me refiero a la duda luminosa de san Agustín; ni mucho menos a la duda metódica de René Descartes, edificante, desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento moderno y posmoderno.

Hoy existe, sin embargo, un aparente rejuvenecimiento del ateísmo. Desde hace algunos años circula en el mercado el libro “The God de Delusion” (2006-2010), del señor Richard Dawkins, traducido al castellano por Regina Hernández Wiegand, como “El Espejismo de Dios”, o la “falsa ilusión”. El señor R. Dawkins, darwinista más allá de lo que aconseja la episteme y el sentido común, podría ser calificado como el “campeón mundial” del súper-ateísmo. En su libro pretende convertir, coincidiendo con otros autores, la noción o idea del Dios monoteísta en una hipótesis verificable por medios predominantemente empíricos. Desde mi humilde y periférico punto de vista, su propuesta se significaría como un contrasentido ante una Idea que en una primera instancia es eminentemente abstracta, y que por consiguiente es extraña a la comprobación factual de objetivaciones concretas, tal como ocurre con la abstracción de las matemáticas puras, que muchas veces son, físicamente, inverificables. En su “hipótesis” publicitaria sobre la “no” existencia de Dios, el señor Dawkins arremete, además, contra el Dios abstracto y contra el Dios personal, que para los pensadores y monoteístas hebreos y cristianos es lo mismo.

A la par que satiriza y estigmatiza (o su traductora) la creencia en la noción e idea de Dios como un puro “espejismo” religioso, el autor pierde de vista que el espejismo es un fenómeno natural propio de la “refracción atmosférica”. Traducido de otro modo, con el auxilio de Virgilio Beltrán L. y otros autores, el espejismo que observan los hombres del desierto es “la reflexión aparente de cuerpos en el suelo, como si existiera un espejo de agua. Se observa en días muy soleados, cuando el aire que está en contacto con la superficie terrestre se calienta mucho más que el que está en capas superiores. El aire caliente de abajo se dilata y se hace menos denso que el aire más frío de arriba. Esto, a su vez, disminuye continuamente el índice de refracción desde las capas superiores hasta la que está en contacto con el suelo. La luz emitida desde un objeto hacia el suelo cambia su dirección de propagación también continuamente y termina recorriendo un camino curvo que la dirige finalmente hacia arriba”, hasta que la imagen real de que se trate llega al ojo del ser humano que la observa. Otra explicación científica es que el espejismo es un fenómeno óptico, o ilusión óptica, de cualquier época, que tiene que ver con la “reflexión de la luz, con ángulo de incidencia muy grande en la atmósfera, cuando existen masas de aire estratificadas horizontalmente a distintas temperaturas.” En síntesis, el espejismo es una “refracción” y “reflexión” física de la luz, por consiguiente es real y existe. Y aunque fuera una ilusión óptica, la misma es físicamente real. Hacemos esta digresión, inevitable, de la física de la luz, en tanto que el señor  Dawkins, o su traductora, han jugado con el concepto de “espejismo”, alejado de toda metáfora, para invalidar, empíricamente, la idea abstracta de Dios. El periodista Dawkins insinúa y subraya que un mundo sin religiosos y sin Dios sería un mundo feliz, con “una sana independencia mental e, incluso, una mente sana”. Empero, pareciera soslayar que durante el científico y laicista siglo veinte, existieron varios “Estados Ateos”, autoproclamados como tales, con lógicas aparentemente perfectas, derivadas, pese a Newton y Laplace, de la mecánica clásica determinista. Esos Estados Ateos, salvo pruebas contundentes en contrario, hicieron miserable la vida de centenares de millones de personas, y persiguieron, acorralaron y asesinaron la independencia mental, para utilizar el mismo lenguaje del autor citado. Por de pronto, sirvan estas aclaraciones sobre el fenómeno físico del espejismo, como una primera contrapartida pública de un ateísmo galopante irrespetuoso del derecho religioso, más o menos racional, de los demás, habida cuenta que hay “creyentes” y “ateos” respetuosos, diferentes del señor Dawkins.