Monografía  como  paso  previo

Por: Segisfredo Infante. 

Segisfredo-InfantePor dónde comenzar a escribir una historia se convierte en un dilema crucial para cualquier investigador serio. Sea éste académico o autodidacto. En Honduras el problema es progresivo, en tanto que algunas personas bienintencionadas, pero sin la menor idea acerca de cómo se investiga o se escribe la historia, se dan a la tarea de redactar y publicar monografías de sus municipios o departamentos. La libertad de hacerlo es indiscutible. Es algo que tiene que ver con la libertad de expresión y libertad de prensa. Lo discutible es que tales “historias” (a veces historietas folclóricas) carecen de respaldo archivístico o de consistencia conceptual. Algunos autores son proclives a repetir los lugares comunes de las historiografías oficializadas, de diversas tendencias ideológicas; o a transcribir las fábulas y leyendas que les contaron los abuelos, sin tomarse la molestia de realizar la más mínima verificación.

Aparte de los historiadores empíricos, la problemática ha sido enfrentada inclusive por algunos autores de reconocida fama transcontinental. Los historiadores iluministas, o influidos por el iluminismo del siglo dieciocho y comienzos del diecinueve, han sido partidarios de redactar historias globales de sus propios países y regiones, con poquísimas sustentaciones científicas o archivísticas. Han sido historias cargadas de ideologías y de prejuicios cronológicos relacionados con periodizaciones superficiales. Un solo ejemplo de lo que hablamos es que los historiadores iluministas (o influidos por ellos) rechazaron la “Historia de la Edad Media”, con anatemas, groserías y distorsiones de toda clase. Esa circunstancia fue corregida (lo hemos reafirmado en varios artículos) por los buenos historiadores positivistas europeos de mediados del siglo diecinueve, que se entregaron a investigar en los archivos o fuentes primigenias, a fin de liberarse de las mentiras o distorsiones. (Hasta grandes pensadores como Kant, Hegel y Augusto Comte, cayeron en las trampas anti-medievales). Los buenos historiadores positivistas indujeron a que las futuras generaciones hicieran “micro-historia” científica en los municipios y en las aldeas de países como Francia, Alemania, España, Inglaterra e inclusive México. Digo “buenos” historiadores porque también los hubo “malos”. Un excelente historiador positivista, fue el sacerdote hondureño Antonio R. Vallejo, con las limitaciones de su época, por supuesto.

En Honduras existió un proyecto originario muy bonito. Me refiero al de la Carrera de Historia de la UNAH, encaminado a realizar investigaciones históricas municipales sustentadas en los archivos de cada región y subregión. Se avanzó con algunas monografías interesantes, convertidas en tesis o en libros publicados. Pero el proyecto se quedó como a medio palo, quizás porque los archivos municipales y eclesiásticos han sido destruidos o quemados a lo largo y ancho del tiempo. El caso más trágico fue el del incendio reciente del “Archivo Eclesiástico” de Comayagua. Razón por la cual se vuelve indispensable nuestra investigación nacional en los archivos guatemaltecos, mexicanos y españoles. Incluso en los archivos británicos. Dentro de las investigaciones precisas y pendientes, por mencionar una al azar, está la del pueblo colonial fronterizo “San Francisco de Similatón”, o “Cabañas”, cuya existencia jurisdiccional fue anulada el 24 de abril de 1879; restablecida el 25 de febrero de 1885; con reconsideraciones legales el 12 de enero de 1953.

Las historias monográficas de aldeas, ciudades y departamentos, constituyen los pilares sobre los que se sostiene el edificio de una historia global de cualquier país o continente. Tal es el paso preliminar para las historias redondas o sistémicas, mismas que permiten identificar al verdadero sujeto individual y colectivo de una “Historia”, escrita con la consabida “H” mayúscula. Naturalmente que el historiador se sitúa en la línea fronteriza entre la fragmentariedad “micro-histórica” pormenorizada, y aquella “Historia” de aspiraciones totales. En Honduras hemos observado ambas tendencias, dentro del quehacer de unos mismos individuos y de unos mismos subgrupos. En mi opinión ambas iniciativas se pueden, en el futuro, reforzar mutuamente.