El largo “duelo”

Por Juan Ramón Martínez

JUANRA-70El Partido Liberal, de espaldas a la ciudadanía -que exige un partido de oposición democrática para enfrentar al Partido Nacional-, no encuentra el rumbo. No ha podido entender que el problema no es la falta de candidatos. Tampoco que la crisis que sufre, tiene que ver con el problema del nombre. O que el único camino que le queda, desde una visión estática de la sociedad, es el de esperar sentado que Zelaya regrese al solar nativo en donde, en forma racional y lógica, quemó las naves para no volver. Por ello es que no entiende la realidad, no sabe las causas de su descalabro; ni puede entrever cuáles son los mecanismos de salida a la crisis que cuando se remontan fortalecen las instituciones e incluso a las personas.

Los líderes del Partido Liberal, debido a que no se recuperan del “duelo” que les provocó la salida de Zelaya que, en honor a la verdad, no se sentía cómodo en un partido que no representa a las mayorías, sino que a una oligarquía integrada por 6 propietarios urbanos y 48 líderes rurales, accionistas de la empresa privada en la que lo han convertido. Con lo que, han abandonado defender a los pobres, salvar a los oprimidos, apoyar a los pequeños propietarios; y buscar que se imponga nuevas formas de justicia social. Entusiasmados con la redondez de sus ombligos, estos propietarios del Partido Liberal, no han podido entender que la iniquidad se ha impuesto; y que la distancia entre los pobres y unos pocos ricos -muy pocos para un modelo económico basado en la exclusión- se ha ampliado. Creándose las condiciones para que si no cambian las cosas, se pueda volver a producir una nueva revuelta. Más efectiva y mejor dirigida que la que encabezó Zelaya. Y que  llevará al país a un empobrecimiento mayor, que el que nos ha generado la práctica de la montonera, el ejercicio de la dictadura y el guiño anárquico y sin continuidad de las acciones de las oligarquías que han dirigido al país.

Mucho de lo que le ocurre al Partido Liberal tiene que ver con la dificultad para entender las razones por las que Zelaya, que no tenía espacios para suceder a Flores como caudillo de los liberales, decidió plantar tienda aparte. Y para asumir, como corresponde en los cuerpos sociales maduros, que los hechos son irreversibles. Que Zelaya no volverá al Partido Liberal. Y que para ganar las próximas elecciones, más que depender de inocentes nostalgias, tienen que atender las demandas de los nuevos electores que, en el cercano pasado vieron al Partido Liberal como el paradigma de la libertad, la fuerza para frenar la dictadura y el movimiento para transformar las estructuras del país, sin destruir las bases del sistema democrático. Ahora, el Partido Liberal no le dice nada a las nuevas generaciones. Y entre sus líderes -los que se presentan como tales- no se encuentran los rostros de las nuevas milicias eternamente jóvenes, sino que los mismos amargados y sectarios políticos que no sirven para un carajo.

Los dirigentes liberales tienen que dejar el “duelo” en que se encuentran. Aceptar que el retiro de Zelaya fue una forma de higiene política, útil para el fortalecimiento del Partido Liberal, especialmente si lo transforman otra vez en un movimiento de masas que desde la base construya un poder popular animado por un liderazgo que, al desechar al caudillismo de los seis propietarios urbanos, busca entre las nuevas generaciones uno que se acomode a las exigencias del tiempo. Que le dé esperanza a los jóvenes, para crear una ruta nueva. Y que le proporcione a los pobres, la esperanza que en vez de Zelaya, serán sus nuevos líderes los que lucharán por la reforma política, la transformación económica y la modificación social, como medio para una vida libre y feliz. Sin sobresaltos, sin madrugones; y sin amenazas que mortifiquen a las mayorias.

Si siguen como hasta ahora, paralizados en el 28 de junio del 2009, sin tomar conciencia de la nueva realidad que ha producido el país y sin valorar que sus fuerzas ya no están sino alrededor del poder municipal de las principales ciudades del país, podrán continuar siendo figuras secundarias. Simples comparsas para que el Partido Nacional siga ganando elecciones, respaldado por el genio de la botella que es Zelaya, su gran protector. Con cuyo “apoyo” son imbatibles.