Malala

Por Francisco Zepeda Andino
Cnel. FAH (r)
Excomandante de la FAH

FRANCISCO-ZEPEDA-2El año pasado, cuando se anunció el Premio Nobel de la Paz, personalmente, junto a centenares de miles de personas alrededor del mundo, nos sentimos defraudados que no hubiese sido adjudicado a la niña paquistaní Malala Yousafzai. Como no se conocen las interioridades del Comité Noruego del Nobel, se especuló que no  había sido seleccionada por su corta edad (16 años), siendo ese un argumento hasta cierto punto incomprensible. El pasado 10 de octubre se ha reivindicado el error cometido al darse a conocer que el Premio Nobel de la Paz del 2014 era compartido entre Malala y el activista indio de los derechos de los niños Kailash Satyarthi.

Aún cuando el valor monetario del Premio no es algo como para asombrarse, el prestigio que acarrea si tiene mucho significado. Han existido ocasiones cuando el, la o los premiados, son cuestionados como no merecedores del alto honor. En esta ocasión nadie puede negar los méritos de Malala y Kailash.

Nos queremos enfocar especialmente en Malala porque lo sucedido con la ahora adolescente paquistaní tiene relación directa con la situación de la mujer en sociedades influenciadas por grupos religiosos, más que todo, originados en el Islam.

Malala Yousafzai nace en Mingora, en la parte Noroeste de Paquistán, el 12 de julio de 1997. Hija de un director de escuela y una madre sin educación, desde temprana edad, (11 años), se empieza a destacar como una defensora de los derechos de las niñas paquistaníes de tener una educación  y contraria a otras restricciones impuestas por los extremistas talibanes en el Valle de Swat, donde se ubica su pueblo natal.

Desde  2003, en forma intermitente, los talibanes se han apoderado de segmentos de la provincia noroeste de Paquistán hasta el 2009, combatiendo con las Fuerzas Armadas de ese país y han emitido edictos imponiendo la Ley Sharia que con interpretaciones distorsionadas de un código moral religioso, llega a extremos conocidos de decapitación, lapidación, fusilamiento en masa y otros. Durante su férreo control se prohíbe la televisión, cines, música, prácticas religiosas fuera del Islam y al sexo femenino se le imponen restricciones extremas, siendo una de ellas el acceso a la educación.

Malala empieza a ser conocida como exponente juvenil contraria a las regulaciones draconianas de los talibanes. Estos, a la vez, la consideran un instrumento de corrupción occidental, que busca degradar y corromper a la juventud.  Hace dos años, un 9 de octubre del 2012, con un día de diferencia de recibir su Premio Nobel, la frágil jovencita se encuentra a bordo de un autobús, regresando a su casa procedente de la escuela, cuando varios militantes talibanes acceden al mismo y preguntando por Malala, le hacen tres disparos a la cabeza, impactando uno de ellos en el cráneo y cuello, pero milagrosamente no muere. Después de los primeros cuidados, es trasladada a Inglaterra, donde tras cirugía reconstructiva y el implante de una placa de titanio, se recupera y lo demás es ampliamente conocido. Su fama se extendió por todo el mundo y ahora es un símbolo de los derechos a la educación de niñas y niños.

En este siglo XXI, cuando se preparan en los próximos 10 años misiones tripuladas al Planeta Marte, cuando en  este noviembre  el artefacto espacial no tripulado ROSETTA, de la Agencia Espacial Europea, lanzado el 2004, posará a la  máquina espacial PHILAE en la superficie del cometa P67-Churyumov-Gerasimenko, un hecho de extraordinaria relevancia científica, todavía grupos, organizaciones o sectas, tienen ideas religiosas o culturales tan extremistas como  los talibanes, Boko Haram, ISIS, Al Qaeda y Al-Nusra.

Esos grupos, en una distorsionada interpretación del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, someten al sexo femenino a una serie de leyes o interpretaciones como las llamadas “fatwas”, a restricciones, prohibiciones y castigos, que más parecen salidos de un libro de principios de la humanidad. Prohibición de casarse con un no-musulmán, circuncisión femenina, código de vestimenta, oportunidades de educación, derechos de propiedad, divorcio, edad para poder contraer matrimonio, empleo y  más, nos retratan un panorama de opresión, degradación personal, sometimiento y humillación constante para las niñas o mujeres bajo el control de los extremistas religiosos.

Existen también sociedades y naciones de fe musulmana, como Turquía, Indonesia, países del Golfo Pérsico y otras, donde la tolerancia y comprensión, están normando la posición de la mujer en la sociedad.

Malala Yousafzai tiene toda una vida por delante. Su simbolismo ayudará en gran manera a otras jóvenes y mujeres a buscar una equidad social que merecen. Nadie puede predecir el futuro político de Malala. Una de sus héroes es su compatriota Benazir Bhutto, política paquistaní asesina el 27 de diciembre del 2007. Como primer ministro de Paquistán  fue un ejemplo hasta adonde puede aspirar una mujer en una nación musulmana. ¿Por qué no?