Un país dividido

Por: Amílcar Santamaría. 

Amílcar-SanLa candidata a la reelección de Brasil ganó los comicios, pero examinando los datos su éxito fue muy limitado, hasta el punto que recibió 51 del total de los votos y su opositor, un senador del Partido Acción Social Demócrata logró 48 votos, esto es, apenas tres por ciento de la votación.

No hay sorpresa en este acontecimiento. Las encuestas que se hicieron sobre la materia indican que la oposición tenía fuerte posibilidad de ganar, sobre todo porque los escándalos de corrupción del régimen no tenían límites, y el dinero (sobre todo el que se había volatizado en la compañía estatal Petrobras), alcanzaba niveles asombrosos.

Brasil ha hecho cambios profundos, y los más evidentes fueron impulsados por la socialdemocracia (partido de derecha moderada que hizo transformaciones extraordinarias en su época). Sus vastas reformas fueron promovidas hace dos períodos, y sentaron las bases de lo que, después, vino a ser el régimen de Lula da Silva, quien abrazó el marxismo aunque no llegó a los extremos de Venezuela o de otras naciones.

Mediante los cambios que la socialdemocracia promovió, se transformó la educación, la infraestructura y, sobre todo, la paz entre la libre empresa y la clase trabajadora, lo que sentó las bases de la reducción importante de la pobreza.

Fue aquel sistema el que sentó los fundamentos de la economía brasileña, y con él se puso fin a la pobreza extrema y a la angustiosa situación de la economía del gigantesco país, que se convirtió en la quinta nación del mundo y abrió las puertas a los llamados países emergentes, que resultaron ser la India, Brasil, China y otras naciones que actualmente dejaron atrás la pobreza y que ya no pertenecen al así denominado tercer mundo.

El resultado de las recientes elecciones son, en parte, la consecuencia de que la demagogia de izquierda ha fracasado en Sudamérica, y a la vez abre las puertas al futuro.

Mientras Cuba se muere literalmente de hambre, y Venezuela no tiene alimentos ni siquiera para comer, Brasil está incrementando sus exportaciones y eleva día a día sus negocios. Y este resultado, en el cual los votantes de la oposición casi alcanzaron la mitad del gobierno, indica que la administración de la señora Rousseff tiene que cambiar su forma de gobierno, para sobrevivir y, sobre todo, para evitar un desastre.

De hecho, en su discurso de toma de posesión, ya ella dijo que quiere la paz, la unidad y que no promoverá los conflictos entre la sociedad. Ello es, claramente, un mensaje para la empresa privada y un llamado para la transformación y el progreso.

Los eventos indican que todo está cambiando. Y es un beneficio para Brasil, que no puede seguir por la vía del conflicto, sino que por el contrario debe cultivar el desarrollo económico y el bien común, para salir del estancamiento en que se encuentra y alcanzar finalmente el desarrollo que como gigante se merece.

Periodista y profesor universitario.