Democracia educativa e integración

Por: Antonio Flores Arriaza
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ANTONIO-FLORES-ARRIAZA2Los niños con discapacidad, y muy especialmente aquellos que sufren discapacidad física, pero también, los que padecen de discapacidad intelectual, tienen el derecho de ser integrados al sistema educativo en igualdad de derechos.

En el pasado las personas con discapacidad fueron segregadas y privadas de la oportunidad para educarse, así que, el imaginario popular, las consideraba como animalitos salvajes y, erróneamente, creían que esa incapacidad para relacionarse de acuerdo a las normas culturales era parte de la discapacidad, así que, la pérdida de oportunidades y la segregación consecuente, convertían a estas personas en minusválidos (que es un concepto social). Debían, entonces, soportar la carga que la sociedad les agregaba como si ellos fueran los causantes.

La reacción socio educativa fue la de crear centros especializados para educar a las personas con discapacidad en un mundo aparte. Lejos de los ojos de la gente “normal” y de la incapacidad docente de los maestros que no sabían cómo hacer para enseñarles a estas personas. No se puede culpar a la sociedad por este comportamiento sino a la falta de conocimiento que generó ese oscurantismo.

Con el avance de las ideas democráticas y la igualdad de oportunidades que deben existir para todos, el avance en los conocimientos surgió en auxilio y, con el desarrollo que la psicología científica vino a aportar, se desarrolló así la metodología educativa para poder conducir la educación de las personas con discapacidad, muy especialmente, los que sufrían de discapacidad mental.

Es así que surge la autocrítica social de si se estaba procediendo adecuadamente al atender a esas personas en centros aislados. Los conceptos democráticos vinieron para ayudar a considerar que había que integrarlos a la escuela regular.  Sin embargo, lo que se hizo fue incorporar los centros especiales físicamente y así surgieron las aulas especiales dentro del espacio de la escuela: pero los niños con discapacidad seguían aparte. El gran salto era introducir a los niños con discapacidad al aula regular. Esto fue un gran desafío. Los maestros fueron los principales opositores a esta posibilidad escudándose en que no sabrían qué hacer para educar a “esos niños”. Respaldados por la comunidad de diferentes instituciones privadas de educación especial en todo el país, logramos acordar y proponer, a la Secretaría de Educación Pública, las nuevas Políticas en Educación Especial que deberían encuadrar, a partir de entonces, las estrategias de integración real de los niños con discapacidad al aula regular, a convivir con los demás niños y a rechazar la postergación y la segregación para tratar de darles mejores oportunidades en la vida y, de allí, catapultar su verdadera integración a la sociedad general y a convertirse en seres productivos y no únicamente vivir de la misericordia de los demás. La igualdad y la dignidad debería ser la esperanza.

¿Qué implicaciones tiene integrar realmente a los niños con discapacidad al aula regular? Primeramente, sobre el docente. El maestro regular no tiene la capacitación suficiente para dominar la metodología del aprendizaje que lo faculte para dominar este desafío. Pero, los maestros de educación especial sí lo poseen. Los directores de escuela tampoco suelen poseer ese dominio metodológico y, además, las funciones administrativas los absorben si quisieran apoyar asesorando a sus maestros de escuela. Surge así la gran opción: utilizar a los maestros de educación especial (que antes estaban “metidos” en el aula recurso a cargo únicamente de atender a los niños “especiales”) como asesores técnicos de los demás maestros de la escuela, rotando por todas las aulas. Con ese asesoramiento, los docentes regulares obtendrán conocimientos y recibirán transferencia de habilidades para mejorar su capacidad de enseñanza para todos los niños, no solo a los niños “especiales” que ahora tengan dentro del aula. Obviamente, esta opción mejoraría el logro de los objetivos de la enseñanza.

Los niños, todos los niños y no solamente los “especiales”, obtendrían un mejor y variado apoyo de sus maestros de aula. Se encontrarían con docentes más capacitados y con mayores habilidades.  Pero, el autoritarismo del maestro que es dueño absoluto del aula, ahora debe quedar sujeto al asesoramiento del maestro especial que es su asesor. Y, el maestro especial, por formación, tiene una concepción más democrática e igualitaria de los niños, por tanto, podría actuar como “abogado”  de los niños ante las actitudes del maestro de aula.

Pero, también podría suceder una importante transformación en la vida de otro tipo de niños minusválidos: los niños sobredotados. Estos niños suelen ser rechazados por los maestros porque son “desajustados”, muchas veces hasta son remitidos por la escuela al hospital psiquiátrico porque los maestros son incapaces de comprenderlos y otros porque se sienten desafiados. Los niños, efectivamente, se convierten en desadaptados porque el ambiente regular es muy escaso y lento para ellos. En el sistema integrado, los niños sobredotados pueden ser utilizados por el maestro como sus asistentes para atender a los niños con discapacidad. Los sobredotados recibirían asignaciones y responsabilidades hacia los niños con discapacidad, se sentirían útiles y, además, aprenderían que, con sus mayores capacidades, tienen una responsabilidad social hacia los menos favorecidos. Sin duda, una gran oportunidad para el futuro de la sociedad general.