Menor sicario saboreaba sangre de sus víctimas

Doce años tenía José Luis cuando decidió escapar de su casa para vivir en la calle. Al fin y al cabo, su madre drogadicta se volvía insoportable y agresiva cada vez que se quedaba sin dinero para comprar crack. Meses después, el niño ya tenía “amigos”. “Te voy a llevar donde el señor para el que yo trabajo, tal vez te da “chamba”, vos solo ponete vivo”, le dijo Kevin, un adolescente de 17 años, que fue su pase de entrada al bajo mundo…

Al comienzo, al muchacho solo se le encomendó llevar “paquetes” de una colonia a otra, lo cual le pareció fácil, rentable y hasta divertido. Pero poco a poco se le fue entrenando en asaltos, extorsiones y finalmente en tiro al blanco. Para ese entonces, ya era capaz de hacer lo que sea por ganarse su dosis diaria de droga, ya fuera marihuana, cocaína, crack, o cualquier otro narcótico que le hiciera olvidar sus penas.

LA “GRADUACIÓN”

Cierto día, le tocó la prueba de “fuego”, esa que finalmente lo “graduaría” con honores como un criminal: matar a una persona por cuya “cabeza” se estaba pagando un buen “billete”.
El día acordado para llevar a cabo el “trabajito”, la víctima no estaba sola. Bajo los efectos de un cóctel de drogas, José Luis logró aniquilar a balazos no solo a la dama cuya muerte había sido encargada, sino también a seis personas que la acompañaban.

¡Siete muertos!… La hazaña criminal le concedió respeto y cierto poder dentro de su pandilla. Sin embargo, sus ganancias se esfumaban como por arte de magia, pues al estar drogado no tenía conciencia de que su paga le era robada por esos mismos malvivientes a los que llamaba “familia”, “amigos”…

Años más tarde, llegó a ser un brillante sicario y se deleitaba introduciendo sus dedos en las heridas de bala que les dejaba a sus víctimas, únicamente para satisfacer el perverso placer de saborear su sangre.

Ahora, José Luis tiene 19 años y está recluido en un centro de rehabilitación. Lamentablemente, ya no goza de lucidez, sin embargo, su historia le fue relatada a LA TRIBUNA por uno de los encargados de la organización que le ha dado albergue.

No todos los menores infractores son sicarios

¿Cómo prevenir que más menores hondureños sean utilizados como sicarios al servicio crimen organizado? A criterio del director de la Coordinadora de Instituciones Privadas Pro las Niñas, Niños, Adolescentes, Jóvenes y sus Derechos (Coiproden), Wilmer Vásquez Florentino, lo primordial es investigar ese delito.

“Lo más importante en este asunto es investigar a profundidad el delito, a los verdaderos responsables y autores intelectuales”, dice Vásquez. Una vez se conozca quiénes y de qué manera están haciendo uso de los niños y niñas en el sicariato, podrá deducírseles la respectiva responsabilidad penal.

Vásquez indica que “se necesitan investigaciones por parte de la Fiscalía de la Niñez, en relación a casos específicos en los que se sospeche que el crimen organizado está utilizando a esos menores”.

¿Es necesario reducir la edad punible?, se le consulta al entrevistado, quien responde que una medida como esa no solo sería un claro retroceso en materia de derechos de la niñez, sino que implicaría juzgar de la misma forma a todos los menores infractores, desde un simple ratero hasta un descuartizador, lo cual no sería justo.

“No se puede generalizar y, por el contrario, a los jóvenes que están cometiendo sicariato se les debe dar una atención especializada, pero no reducir la edad punible porque no todos los menores infractores son sicarios. Se deben fortalecer los centros de internamiento de menores”.