Los campesinos y los frijoles ilustrados

Lo poco que come la mayoría del pueblo hondureño es producto del sudor de nuestros campesinos, que de sol a sol trabajan la tierra. Ellos nos dan de comer, pero se les paga una miseria, por lo que paradójicamente, son los que menos comen en nuestra nación.

La imprevisión de las clases gobernantes de nuestro país ha producido situaciones de carestía cada vez más graves cuando se presentan fenómenos extremos de sequía o inundaciones que afectan de manera cruelmente negativa la producción de alimentos en nuestra patria.

Los grandes agricultores, individuales o corporativos, no han sido la respuesta apropiada para la alimentación de los catrachos. Muchos de sus cultivos ya tienen sus visas de salida hacia algún país vecino desde el momento de la siembra, y cosechas enteras son almacenadas en esos lugares para ser reingresadas meses después cuando los precios suben como consecuencia de la escasez creada artificialmente.

Este año parece que la cosa ha sido real y el gobierno se vio obligado a comprar frijoles que vinieron desde Etiopía. Tardaron mucho tiempo en llegar, pues andaban turisteando   en un barco por muchos lugares de la tierra, y eso los volvió más caros. Si hubieran hecho el viaje en un avioncito Embraer habrían llegado más pronto.

Después de haberlos saboreado -nadie debe asustarse cuando en una reunión social o ya en la cama durante la noche- se escuche algún sonido poco común, pues eso se debe al acento extranjero que los frijolitos adquirieron en su largo viaje. Eso les da un valor agregado a pesar del aroma que seguramente no es de Carolina Herrera, ni Gucci, etc.

¿Y los campesinos? Ellos tendrán que socarse más la faja para que no les chirreen tanto las tripas vacías y poder dormir un poco.

Blas D. Lagarandy
Tegucigalpa, M.D.C.