Cara sucia, abusada y fea

Por: José Rubén Mendoza
Economista

José-Rubén-MendozaObligado por el desorden y el caos, la semana pasada tuve que recorrer la ciudad de cabo a rabo, desde el puente San Rafael hasta el parque Herrera; únicamente para confirmar lo que se dice de nuestra urbe y capital malquerida por unos que no les importa y otros por su falta de orgullo. Qué tristeza ver una ciudad en franca decadencia que nos muestra su cara sucia, abusada y fea.

En este trayecto de doce cuadras por la Avenida Cervantes, se aprecian los vestigios de aquellas estructuras que hacían de Tegucigalpa una metrópolis con encantos traídos de una época colonial, hoy día con lunares y cicatrices del maltrato recibido. Edificios abandonados, paredes afeadas por pintura y mensajes impropios que recalcan la falta de amor y respeto, aceras en total desreparo invadidas, al igual que los parques, por  malvivientes escasos de respeto para sus semejantes y la ciudad que los cobija.

Solo hagamos un recorrido mental para  corroborar lo dicho: un teatro Clamer tirado al abandono, la antigua Tipografía Nacional y la Catedral con sus paredes manchadas, el Hotel Prado convertido en un centro comercial de poca categoría, el parque Central nido de holgazanes y pilluelos al acecho de la gente honesta y trabajadora, el Ministerio de Finanzas escondido detrás de esas horrendas láminas, la casa del expresidente Carías perdida entre tanto abandono. Habrá otros edificios ubicados entre los mencionados que nos llenan de tristeza al ver que su único valor se encuentra en los recuerdos que nos traen.

El trayecto de regreso, por la Avenida Colón, solo confirmo lo que ya sabíamos, una ciudad sucia, abusada, fea y malquerida. En algunos casos como la imponencia de edificios como Telecomunicaciones, la actividad del callejón de Los Dolores y el teatro Variedades, la vida del Hotel Marichal, el Duncan Mayan, Bancahsa, el Banco Atlántida, el colonialismo de la Casa Rastrick, Casa Santa Teresita, la arquitectura del Ahorro Hondureño y el Chico Club no se percibe ni se siente.

Podríamos hacer un recorrido similar por las otras avenidas y calles solo para llegar a la misma conclusión: Esta ciudad es como la señorita de ayer, bella, coqueta y atractiva, hoy maltratada, fea y olvidada pero con posibilidades.

Cabe reconocer los trabajos y esfuerzos para la conservación del Museo del Hombre, el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Edificio Schacher, pero estos no son suficientes. Con solo poner la basura en la basura o guardar los botes de pintura estaríamos contribuyendo un granito de arena para que Tegucigalpa vuelva ser lo que en su época fue.

Con un poco de cariño, amor y determinación se puede, como se ha logrado con la vieja Panamá, San Juan de Puerto Rico y un sinnúmero de ciudades en México, España, Italia, reencontrar esa belleza que por indiferencia y descuido se perdió.