Pérdida de valores

¿Por qué se han perdido los cacareados valores morales? La respuesta no es compleja, y creo que todo el mundo la conoce pero la esconde, por si se presenta la oportunidad de aprovechar la ocasión de echar a jugar la gata retozona, o mandar al hoyo a alguien que nos caiga mal.

En teoría somos un conglomerado cristiano, pero las prédicas de Cristo han desaparecido y en su lugar nos llenan los oídos por tierra, mar y aire, con las prédicas deformadas de Pablo o San Pablo (dependiendo del grupo pseudos-religioso de su preferencia) que contradicen totalmente la palabra de Jesucristo y casi todos los mandamientos de Moisés.

Lo cierto es que lo que más conviene a los predicadores es infundir miedo a los feligreses, y de esa manera tenerlos en el puño y manejarlos a su antojo, y lo que mejor sirve a esos propósitos son las epístolas de Pablo, citando versículos para interpretarlos a capricho y conveniencia propia.

Por desgracia para todos esos guías espirituales, los que escuchan sus prédicas son personas con inteligencia normal capaz de hacer análisis de su conducta, y como resultado provocan incredulidad en lugar de fe, con los resultados que agobian nuestra sociedad.

Han olvidado que “a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. Reclaman y amenazan con el infierno a quienes pequen contra la “pureza” y son los primeros en embarazar adolescentes y violar varones. Se autoproclaman portadores de la “palabra” de Dios, pero sin ninguna credencial que los autorice como tales, y sin ningún empacho gritan mentiras a los cuatro vientos (también por radio y televisión). No hay que jurar el nombre de Dios en vano.

Según los antiguos pedagogos la mejor manera de enseñar es con el ejemplo. Los encargados de educar al pueblo están obligados a observar conductas intachables, de acuerdo a su condición de laicos o religiosos.

Es urgente la pena de muerte.

Blas D. Lagarandy    
Tegucigalpa, M.D.C.