Reformas en la Constitución de la República

Por José A. San Martín Flores
Cnel. de Aviación ®

jose-a-martinMuchísimos hondureños no ignorábamos que este tema de la reforma de nuestra Constitución política en su parte relacionada con la relección presidencial (Art. 239), se iba a dar en cualquier momento; especialmente por el antecedente ocurrido con la crisis política sucedida en el 2009. Solo que no esperábamos que la polémica ocurriera dentro del primer año del actual gobierno, bajo la responsabilidad del Partido Nacional de Honduras.

Sin embargo, por lógica simple, los errores que se cometieron por alcanzar este mismo propósito, de habilitar constitucionalmente la reelección presidencial en el 2009 en el sentido que dichas acciones se llevaron a cabo en el último año del período presidencial del entonces presidente Manuel Zelaya Rosales, hicieron que no se alcanzara dicho objetivo. Muchos creemos que este resultado se debió a un error estratégico de quienes promovieron el asalto a los dictados, en este tema de la relección, de nuestra Constitución; por ello, actualmente, se están iniciando las acciones con suficiente antelación; sobra tiempo por delante (más de tres años) para maniobrar en busca de que efectúen las reformas a la Carta Magna que permitan la relección presidencial (prohibida según el Art. 239).

No somos doctos en el conocimiento específico de las leyes, pero, como ciudadano común, interpretamos las leyes que nos rigen y bajo las cuales nos hemos acogido y aceptado vivir en armonía y paz con nuestros coterráneos. Somos conscientes que las leyes, desde las primigenias, están y deben estar sujetas a ser modificadas según los avances del desarrollo humano y tecnológico. Conscientes también que las leyes y sus modificaciones no tienen ni deben tener más propósito que el de mejorar la calidad de vida de todos o la gran mayoría de los seres humanos, que nos permitan vivir en armonía con nuestro medio ambiente y todos los seres vivos que conviven en nuestro planeta. Como hondureños tenemos, al igual que todos, el derecho a buscar la felicidad y la convivencia en paz, a una mejor calidad de vida; y a este objetivo debemos orientar nuestros esfuerzos por diseñar modelos de organización política, social y económica que nos permita vivir bajo estos modelos de convivencia social.

No todos los ciudadanos de Honduras podemos ser presidente para gobernar y dirigir a puerto seguro el barco del Estado; por eso elegimos solo a uno y bajo el marco de referencia legal vigente, la Constitución de la República de 1982, que le manda (Art. 245.1): “Cumplir y hacer cumplir la Constitución, los tratados y convenciones, leyes y demás disposiciones legales”.

Lamentamos, y vemos con suma tristeza, como nuestros políticos, que supuestamente hemos elegido para que diseñen y promulguen leyes que nos ofrezcan bienestar y tranquilidad a los hondureños, para que nos gobiernen con un liderazgo honesto y transparente, para que pongan su mejor esfuerzo y sacrificio en beneficio de Honduras y su pueblo, para que decidan y actúen con justicia en favor de la salud física y mental del pueblo, están enfrascados en una lucha por la ambición de poder. Unos maquinando para mantenerse en él, otros para arrebatárselo, obstaculizando en lo que puedan para que, en el momento oportuno, se hagan de él. Y este es el meollo del asunto, la búsqueda por alcanzar y mantener, indefinidamente de ser posible, el poder político de la nación.

El debate se ha iniciado. Los protagonistas son quienes actualmente ostentan el poder y los que no lo tienen y buscan hacerse de él. Y los hondureños, expectantes y atentos a los giros de esta nueva producción cinematográfica de comedia que puede convertirse en drama con final trágico.

Lo que no queremos entender los hondureños, aunque es totalmente evidente, es que en toda esta polémica, en esta guerra política de ambición no existe el más mínimo ingrediente que este a favor del bienestar del pueblo, sino que, y esta es la evidencia mayor, notoria, todos los hilos que los mueven están conectados con las ambiciones personales y de grupo, llámense partidos políticos; en donde el pueblo pueblo es el objeto, motivo y circunstancia del cual hacen uso y abuso, los políticos ambiciosos para seguirlo ordeñando y continuar viviendo a sus expensas.

¿Quién ha mencionado que la reforma constitucional, que favorece la relección presidencial, actuará para mejorar el  bienestar, la paz y tranquilidad del pueblo hondureño? ¿Bajarán los costos de vida? ¿Mejorará la salud del pueblo? Etc.

Si se van a reformar nuestras leyes, asegurémonos que no sea para favorecer a unos pocos. Recordemos que el continuismo en cualquier sistema, se vuelve, en su momento, obsoleto, porque evita el crecimiento necesario para mantener el paso, el desarrollo, según los nuevos avances socio-tecnológicos. Las nuevas generaciones deben ir substituyendo a las anteriores; esto también aplica a las descendencias políticas. Esto es parte de la naturaleza humana. El continuismo está totalmente divorciado del avance y el desarrollo de los pueblos. Quien diga lo contrario, no vive en este planeta.

La historia nos señala, irrebatiblemente, que los gobiernos dictatoriales solo han provocado destrucción y muerte en detrimento de las grandes mayorías.