Sacerdote Jorge Mathus Cáceres: Un “indio” de Orica al servicio de Dios

En 1950, un chico campesino llegó descalzo a Tegucigalpa, con el sueño de convertirse en sacerdote. Hoy, a sus 76 años, deja un valioso legado espiritual en cientos de feligreses que lo llaman un cura de verdad, un guía, un amigo, y que se han acercado a Dios a través de sus sermones, en la Iglesia Cristo Resucitado de la colonia El Loarque.

Por: José Domingo Flores C. 

Escribir diariamente para un periodista o escritor, es normal; pero escribir sobre la historia de un personaje auténtico es difícil, porque exige no olvidar detalles personales que son determinantes.

El sacerdote Jorge Mathus Cáceres es muy querido en la Iglesia Cristo Resucitado de la colonia El Loarque.
El sacerdote Jorge Mathus Cáceres es muy querido en la Iglesia Cristo Resucitado de la colonia El Loarque.

Con una de esas personas excepcionales me encuentro y espero que sepan que la figura a la que me refiero, después de la plática que logramos sostener para esta semblanza, lleve en este reportaje la esencia que hemos querido que contenga.

El personaje manifiesta a diario, en su trabajo, ser un indio del municipio de Orica, Francisco Morazán; hijo de José del Carmen Mathus e Isabel Cáceres, o más bien, Chabela, como cariñosamente le ha dicho siempre. Ambos campesinos, trabajadores de la tierra y con una prole de siete “retoños”; nuestro entrevistado es el hijo número cinco. Todos ellos ayudaban a sus padres en la labranza y cuando llegaba la cosecha, era felicidad entera, ya que disfrutaban al recoger frijoles, maíz, y otros productos arrancados de la madre y bondadosa tierra.

Se trata del padre Jorge Mathus, párroco de la iglesia Cristo Resucitado de la colonia El Loarque de Comayagüela, cargo que ahora abandona con más satisfacciones que nostalgia.

¿Cómo vivía en Orica?

Vestía ropa de niño campesino, algún pantaloncito azul y camisa blanca que al final terminaba negra de tanto trabajar; andaba chuña (descalzo); iba a la escuela de la localidad. Junto a mis hermanos, nos reuníamos alrededor del fogón de mamá, que nos daba tortillas calientitas del comal, con un poco de frijoles cocidos en ese mismo fogón.

¿Por qué se marchó de su pueblo?

Bueno, quería terminar mi primaria, y ahora recuerdo, me califico que nunca fui tonto, porque tenía deseos de terminar el sexto grado, el grado que no había en la escuela del pueblo, y así me vine, “chuña”, con dos mudadas campesinas.

¿En qué año se vino a Tegucigalpa?

“Sé que le he dado todo a Dios, a la parroquia y a la feligresía, en estos años que he estado aquí”, afirma el sacerdote, junto a sus feligreses.
“Sé que le he dado todo a Dios, a la parroquia y a la feligresía, en estos años que he estado aquí”, afirma el sacerdote, junto a sus feligreses.

Salí de mi pueblo un 23 de abril de 1950, decidido a cambiar mi vida; creo que no quería ser campesino; me interno en el Seminario y comienzo a terminar la primaria, que aquellos días, recuerdo, se estudiaba mucho… No nos regalaban los grados, los maestros eran duros con el alumno y por eso, pienso que aprendí y me gustó lo de enseñar a los demás, y la vocación sacerdotal nace allí, de esa manera, a tal grado que me gustaba cómo vestían los curas.

ESTUDIOSO Y “PELEÓN”
¿Cómo era usted, como estudiante?

Me propuse ser un buen estudiante desde que inicié los estudios de secundaria. Siempre me llevé las mejores notas, era buen alumno, obediente con el profesor, pero un muchacho de carácter. Allí, en el Seminario, nos daban los tres tiempos de comida, por cierto, buena comida, pero no teníamos quién nos lavara nuestras ropas; cada estudiante debía lavar su ropa y buscar plancharla; me gustaba andar limpio, bien planchadito, distinguido diría, y bien comido.

¿Alguna vez tuvo algún “agarre” con algún compañero?

Sí, varias veces me agarré con compañeros; nos dábamos duro… En una ocasión le rompí la nariz a uno, sangraba mucho del sopapo que le pegué. Recuerdo que me castigaron, no me dieron dos tiempos de comida, y aunque pensé no volver a pelear, fallé, porque estos agarres volvían; yo daba, pero también me daban, y en una de esas me dieron en la nariz y empecé a sangrar… Me limpié solo, me echaba agua, hasta que se calmó…

¿Y qué decían los demás compañeros mientras ustedes se peleaban?

El padre Mathus se ordenó como sacerdote el 29 de octubre de 1961.
El padre Mathus se ordenó como sacerdote el 29 de octubre de 1961.

¡Dale duro, indio!; no te dejés, le decían al otro, y así pasábamos, pero luego nos volvíamos a hablar; vivíamos bajo el mismo techo, a cada momento nos mirábamos, día y noche, por eso olvidábamos.

FRIJOLES EN EL FOGÓN

¿Y de Orica, qué sabía?

Nada. De mi pueblo solo sabía que la puerca, en el último año, había tenido dos partos, más chanchos para vender y también para comer de vez en cuando. Que mis hermanos seguían trabajando la tierra, con mis padres, y que “Chabela”, (así le decían todos en el pueblo), seguía en el fogón, echando tortillas y cociendo frijoles para toda la familia y para otros más que llegaban a que se les diera un bocado, porque eso tenía mi mamá, muy buena con los que no tenían nada… En algunas vacaciones regresé a ver la gente de mi pueblo, pero, por los mismos estudios, era difícil desprenderse del Seminario, pocas veces fui a Orica estudiando en el Seminario.

¿Y bebían en el Seminario?

Bueno… Beber, beber, como se dice, no. Pero de vez en cuando nos tomábamos lo que sobraba de la botella de vino y si alguna vez salíamos a la ciudad, probábamos una cerveza o una cerveza para dos. Pero beber dentro del Seminario, no; eso merecía un fuerte castigo o la expulsión, y dos de mis compañeros se fueron, los retiraron de la carrera porque los encontraron bebiendo no sé qué clase de bebida…Creo que era cususa.

¿Y jugaba fútbol o practicaba otro deporte?

Jorge Mathus Cáceres.
Jorge Mathus Cáceres.

Había un patio en el Seminario, donde, entre clase y clase, uno se entretenía jugando con pelotas de trapo. Yo jugaba, no es cierto que solo pasaba estudiando, no; me escapaba al ver jugar a mis compañeros y varios éramos chuñas. ¿Se imaginan cuando chocaban nuestros pies, buscando tener esa pequeña pelota de trapo, lo que nos ocurría? Salían las uñas disparadas a un lado, pero ya casi no sangrábamos; estábamos acostumbrados… Con aquella pelota de trapo rompíamos los vidrios de una ventana que estaba alrededor de la cancha…

BARRER, LAVAR Y ORAR

¿Ese era el único entretenimiento?

No. Nuestro entretenimiento no era jugar, a veces hacíamos eso para estirar las piernas, así nos decían los curas, que corriéramos, pero casi siempre nos entreteníamos lavando los platos de la cocina, barriendo las aulas, los corredores, la cocina y los cuartos; teníamos turnos para esos quehaceres, y cuando no hacíamos eso, nos íbamos al Santísimo a orar, o donde la virgen María. Habíamos aprendido a pasar buenos ratos hincados, pidiendo por nosotros, por nuestras familias, que las teníamos largo; por el mundo, por los pecadores… Esa era nuestra rutina: rezar, rezar, pasar rezando…

¿Bailaban en el Seminario?

En las veladas que hacíamos, nos encontrábamos con que debía haber una pareja, con hijos, y en su casa bailaban, y esas veladas las representábamos nosotros… Nos poníamos a tono del “guion” del que nos dirigía. Pero fiestas, no; llegaban nuestras familias algunas veces, pero no nos poníamos a bailar…

¿Y qué pasó con los estudios?

El sacerdote cuenta que de “cipotío” era peleón con sus compañeros del Seminario.
El sacerdote cuenta que de “cipotío” era peleón con sus compañeros del Seminario.

Seguían pasando los años de estudios. Pasaba el tiempo. Cada día nos dábamos cuenta que crecíamos en todos los aspectos. Estábamos cambiando, pasábamos de cipotes a hombrecitos. Había cambios en nuestros cuerpos, notábamos que habían mujeres, sentíamos necesidades fisiológicas, pero por nuestra educación, y si queríamos ser curas, debíamos resistir esas tentaciones. Nuestro propósito era llegar a ser curas.

DIFÍCIL EL SACERDOCIO

¿Y la carrera, cuándo la terminó?

Bueno, necesito decirle que estudiar sacerdocio es difícil. De allí que antes, le digo, que teníamos que estudiar mucho, no perder una clase, porque eso representaba que lo mandaran a su casa, y yo no quería regresar a Orica a trabajar con el azadón y la tierra… Estudiábamos mucho, por lo menos quienes queríamos terminar nuestra carrera.

¿Cuándo se ordenó de sacerdote?

Termino los estudios en el Seminario. Me ordeno de sacerdote el 29 de octubre de 1961, con la presencia de mi madre, a quien tanto quería, y por quien lloré cuando murió a los 98 años… Esa ha sido la única vez que he llorado y la recuerdo con mucho amor, porque ella era todo un amor conmigo.

¿Cómo se inició en su carrera sacerdotal?

Estuve ejerciendo el sacerdocio en Danlí, Choluteca, y luego me trasladan a la capital, a la iglesia de la colonia 21 de Octubre, en donde trabajé para mejorar las instalaciones físicas de la iglesia, con la buena colaboración de la feligresía. Después, ya con alguna experiencia, me trasladan a la colonia El Loarque, que por cierto, no tenía una verdadera iglesia, como este hermoso edificio que ahora tenemos, todo gracias al apoyo que muchas personas han brindado en esta comunidad y los mismos parroquianos.

UN NUEVO PÁRROCO

Padre, dejará de ser el párroco de la iglesia Cristo Resucitado. ¿Por qué lo cambian?

Bueno, estos cambios suceden cuando un sacerdote llega a los 75 años de edad. Yo tengo 76 años, y 43 de ser párroco.

¿Siente malestar por el cambio, padre?

No. Esto lo tomo con alegría, sé que le he dado todo a Dios, a la parroquia y a la feligresía, en estos años que he estado aquí. Quedo de segundo, en mi casa, y oficiando misas; también estaré cerca de los catecúmenos, brindaré más tiempo al camino, o sea que no me despegaré de la parroquia aún.

¿Y quién lo sustituye?

El domingo 28 de diciembre estará presentándose ante la feligresía el sacerdote Ricardo Flores, para quien pido a los católicos de la comunidad que le den mucho apoyo, como me lo han brindado a mí, todos estos años. Le repito, yo estaré cerca del nuevo párroco, continuaré siendo el capellán de la Fuerza Aérea Hondureña.

¿Vivió alguna experiencia especial con algún Papa?

Sí, logré estar cerca del Papa Paulo VI, que por cierto me dijo: “Saludos al general Melgar Castro y a Policarpo”. Me alegré por ese gesto de tan importante personalidad, recordando a nuestra gente. También fui por varios años secretario del obispo benemérito de Tegucigalpa, monseñor Héctor Enrique Santos, “viejito” que lo quise mucho, ahora lo recuerdo con mucho cariño.

¿Tiene amigos periodistas?

Tengo muy buena amistad con varios periodistas, por ejemplo, Adán Elvir, Andrés Torres, con usted, Mingo; recuerdo a Alfredo Villatoro; por cierto, me dolió mucho su muerte.

“YO TOMO CHIVAS”
¿Qué bebida alcohólica prefiere?

El padre Mathus dice que tiene la costumbre de ser un bebedor caro. “Yo tomo Chivas, para quien me quiera invitar”, dice riéndose, y con ese humor que siempre lo caracteriza agrega: “Vea, Mingo, nunca me he emborrachado, pero es que como bastante también”.

Y así es el padre Mathus con sus amigos, ameno, atento, conversador, de carácter fuerte, por eso siempre dice: “Soy indio, indio de Orica, nadie ha podido cambiar mi carácter; me acostumbré a vivir bien, y vivo bien; mis compañeros me visitan, el mismo cardenal es buen amigo mío y viene seguido a mi casa”.

En las últimas eucaristías, el padre Jorge Mathus ha estado mencionando el 28 de diciembre, fecha en la que llega, por primera vez, el sacerdote Ricardo Flores. No hay nostalgia en el cambio; el dejar de ser párroco, no siente que cambie su vida, nos dice.

“Estaré con ustedes por algunos años más”, termina diciendo este amigo y guía espiritual, y nosotros cerramos manifestando que el padre Mathus ha sido un gran guía para todos los que en él depositamos nuestros pecados, nuestros problemas, y que aún con ese modo de ser, para muchos continuará siendo un cura de verdad…