Televisión

La semana pasada se desató un escándalo periodístico a raíz de la desaparición temporal de una joven presentadora del canal de la televisión católica.
La joven se desapareció desde el viernes y se volvió a saber de ella hasta el domingo, después de que salió en todos los medios de comunicación del país y a nivel internacional. Pocos hondureños se han hecho tan famosos en tan poco tiempo.
La cobertura mediática no hubiera sido tal si la protagonista del caso hubiera sido cualquier joven común, de esas que no salen en páginas sociales, ni hablan por la radio, ni aparecen en la televisión.
El caso trascendió precisamente porque la protagonista de la historia, propia de una novela barata, en un país donde el morbo es explotado a la máxima potencia en muchos medios de comunicación, trabajaba para el canal de televisión de la iglesia católica. La misma iglesia abogó por ella.
La joven presentadora de televisión que hoy nos entretiene sin quererlo es Paola Paz, estudiante de periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah), en Tegucigalpa.
Muchos periodistas y otros sectores lo primero que pensaron fue que quizá se trataba de un secuestro y no descartaron que la joven, por tanta criminalidad que hay en el país, apareciera muerta, como ha ocurrido con otros comunicadores sociales en los últimos años en el país.
Afortunadamente Paola Paz apareció sana y salva para bien de su familia, compañeros de trabajo y amistades, incluso para muchos ciudadanos que incluso organizaron cadenas de oración para que la comunicadora regresara a su hogar.
Por lo que ha trascendido, la madre de Paola vive en España, y su «desaparición» durante tres días fue por cosas muy personales, al parecer derivadas por una relación familiar que no ha sido armoniosa y otra de tipo amoroso.
Eso lo sabrán ella, su padre y demás familiares. Por qué se fue de su casa y lo demás es un asunto que no nos importa.
Antes de que Paola Paz apareciera el ambiente era de conmoción, hubo incluso centenares de mensajes en las redes sociales en los que se pedía a sus potenciales captores que la regresaran, que no le fueran a hacer daño y otras cosas por el estilo.
Pero cuando apareció y dio declaraciones a los medios se desató una andanada de críticas, burlas y ofensas contra ella, en las que muchas personas dejaron al descubierto su doble moral, la falsedad de sus sentimientos, la morbosidad, la mediocridad y otros comportamientos de calamidad humana que dan mucha lástima.
No hace falta ahondar en detalles sobre las verdaderas causas por las que, según la misma Paola Paz, se fue de su casa.
Ya se sabe que están asociadas a un asunto de interés amoroso y otro de carácter familiar, sobre lo que nadie es quién en el país para señalar, juzgar, criticar o condenar.
Lo que está claro es que la joven comunicadora tiene problemas de personalidad y familiar que debe tratar de resolver, porque no es normal que una joven se vaya de su casa y, sabiendo que se le busca y que su caso está en todos los medios de comunicación, aparezca tres días después como que si no ha pasado nada.
Los argumentos de la joven tiraron por la borda algunas declaraciones de amigos suyos y de su padre, Ricardo Paz, así como de los medios católicos en que participaba, en el sentido de que Paola no tenía problemas y otras cosas.
El caso de Paola Paz debe servir en primer lugar para que todos los periodistas, jóvenes y viejos, entiendan que son figuras públicas y que su comportamiento personal debe ser ejemplar en todo tiempo, dentro y fuera de su casa y su puesto de trabajo.
A los periodistas que después de que Paola Paz apareció despotricaron contra ella y dijeron sandeces y cosas asquerosas, el mensaje que deja el caso es que muchos no tienen la autoridad ética y moral para censurar a nadie.
El caso debería de servir a muchos jóvenes, sean periodistas o no, para que tengan más comunicación con su familia, que no mientan porque la mentira nunca llega lejos y que cuando tengan un problema le busquen solución lo más pronto posible porque se les puede agudizar.
Por lo que trascendió durante la última semana de la joven Paola Paz, su caso no ha sido más que uno de miles de tantos de una muchacha que se deja embarazar y después no halla cómo decírselo a sus padres por temor a represalias, con el agregado de que ella se hizo famosa por ser presentadora de televisión.
Ojalá que Paola Paz se recupere pronto de tan difícil momento que ha vivido y que quienes de verdad la aprecian le ayuden, psicológicamente si hace falta, a superar su trastorno emocional.
No ha cometido un crimen y quienes la juzgan parece que son perfectos, que nunca se han equivocado. Algunos de esos críticos saben muy bien que ni siquiera pueden caminar por la calle con su cara levantada.
Los jóvenes no necesitan críticos gratuitos, sino ayuda sincera en todo sentido.
Saludos mis siempre caros y fieles lectores, y hasta la próxima.