LA POLICÍA MILITAR

LA recién creada Policía Militar, hasta el momento, goza del respaldo de una buena parte de la ciudadanía. Lo anterior es hecho que hemos podido constatar en los estudios de opinión pública a los que hemos tenido acceso. Hagan un sondeo y se darán cuenta que no estamos inventando nada. Frente al espantoso flagelo delincuencial que azota a la población, a la aflictiva sensación de miedo que provoca la despiadada violencia en la población, la gente –aparte del amparo de Dios– no pierde la esperanza que algo habrá que pueda protegerla. Nadie quiere, en medio de un clima de permanente zozobra, sentirse desahuciado. El proceso de fortalecimiento de la Policía –para restaurarla del daño y del desprestigio inferido por irresponsables y negligentes, después que tanto esfuerzo y trabajo costó levantarla, profesionalizarla y fortalecerla cuando fue separada constitucionalmente del Ejército– no es algo que ocurre de la noche a la mañana. Durante ese proceso de restauración, aplicando diversas medidas correctivas, depurándola, mejorándola, adecentándola, tecnificándola, para ponerla a tono con las nuevas realidades, algo tenía que llenar el vacío. La infraestructura criminal había rebasado la capacidad del Estado de enfrentarla. El país requería de acciones urgentes para compensar sus debilidades institucionales.
La aparición de un equipo élite –unos 1,000 policías militares, entrenados por el Ejército, mejor equipados, suficientemente apertrechados para enfrentar la pesada artillería de los bien surtidos carteles del delito– asombró a la multitud congregada en el estadio Nacional para presenciar los desfiles del 15 de septiembre. El público ansioso de recuperar su seguridad, recibió al pelotón de uniformados de pie y con atronadores aplausos. Aquello era un acto simbólico, pero efectivo para hacer renacer la esperanza en momentos de pesado pesimismo. Los grupos políticos que por ideología se opusieron a la creación de aquella nueva estructura –recordarán la frase aquella de “los militares a los cuarteles”– pagaron caro el error de desafiar la voluntad popular. De allá para acá, la Policía Militar ha crecido en número y en preparación. Muchas providencias –tecnológicas, disuasivas, de inteligencia, de readaptación, de remiendo, de mejor coordinación entre los operadores de justicia– han conseguido revertir la tendencia violenta del país, a tal punto que los homicidios, de 86.5 por cada 100 mil habitantes, se redujeron a 66.4 a finales del año que acabamos de despedir. No solo la Policía ha recuperado parte de la confianza perdida sino que la Policía Militar la ha afianzado.
Ahora sobre el debate de incluir ese nuevo cuerpo uniformado en el texto constitucional. No deja de ser una hábil propuesta del gobierno, que no ignora lo popular que es la Policía Militar. Como la ausencia de profundo análisis en el país hace desaparecer los matices del espectro –las cosas suelen plantearse blanco o negro, a favor o en contra– quién sabe cuánto espacio haya para la oposición, de contradecir esa iniciativa sin rivalizar con la voluntad popular. La gente percibe favorablemente la Policía Militar, y poco le interesa la semántica o la ideología. (Nosotros seríamos más partidarios que esto fuera una solución transitoria, mientras persistan los vacíos). Pero, para la oposición, que para crecer requiere de propuestas populares, es peligroso apartarse de las causas que al pueblo le dan esperanza. Si la Policía Militar ya es un hecho, no hay indicios que vayan a desarticularla, ¿qué malo tendría incluirla como parte de la estructura constitucional dentro de la jerarquía del Ministerio de Seguridad? El concepto de cuerpos élites de seguridad –frente a las nuevas realidades de violencia que enfrentan los países– es algo que los mismos europeos han planteado. El proyecto Europa 2030, a cargo del grupo de Reflexión del Consejo Europeo, es ilustrativo. Citamos una de las recomendaciones contenidas en el capítulo de la Seguridad Interna y Externa: “Crear una fuerza de reserva civil de unidades especialmente entrenadas, con capacidad de reacción inmediata, estructuradas en la línea de los componentes militares”. En esta persecución a los radicales islámicos en Francia que perpetraron esos deleznables actos de terrorismo que conmocionaron el mundo, la autoridad francesa desplegó la “Gendarmería Nacional”. ¿Qué cree el amable lector –bueno, el público que no haya perdido el hábito de la lectura– que sea la gendarmería?