¿Reelección? Hasta la duda ofende

Por Boris Zelaya Rubí
Cuentan la anécdota de un expresidente de la República, que realizando un paseo por un parque de recreo ubicado en el corazón de una ciudad del norte del país, observó a un señor de edad avanzada, casi en harapos, sentado en una banca, quien con una actitud melancólica y meditabunda tenía la mirada perdida en el horizonte. El exgobernante creyendo que se trataba de un pordiosero, metió la mano en sus bolsillos buscando monedas para darle una limosna, pero a medida que se acercaba, se dio cuenta que se trataba de un amigo a quién en el pasado y durante su gobierno, le confió un cargo importante. Se saludaron con un efusivo abrazo. Le preguntó el porqué de su deplorable estado, el excolaborador le contestó: el sueldo era muy poco y apenas me alcanzó para subsistir y mantener mi familia. Te lo dije que hicieras obras. Hubieras hecho suficientes ahorros su para tu jubilación.
A propósito de obras de desarrollo, los proyectos anunciados por el actual Presidente de la República, son fantásticos, si llegaran a concretarse y que no se trate de quimeras. De ser así,  sería recordado como el primer estadista del siglo XXI, pero después del anuncio e inauguración del famoso Trans 450, (pista para transporte rápido de pasajeros y descongestionamiento vial) el cual, tal vez nuestros tataranietos puedan ver finalizado, los ciudadanos dudan y temen que las obras publicitadas de la modernización de infraestructura para mejorar nuestro comercio terrestre y marítimo no se lleven a cabo o finalicen cuando ¡san Juan baje el dedo!
Tenemos por delante tres años de gobierno para que se vean concretadas las obras prometidas por el Presidente. La aparición constante por todos los rincones de la patria y el bombardeo mediático, aunque sea para celebrar la entrega de algunos “ecofogones” o la finalización de cada tramo carretero, lo convierte en un mandatario omnipresente, no le da oportunidad de sobresalir a sus subalternos que dirigen las obras. Por su cargo tiene la facilidad de desplegar sus relaciones proselitistas. Si son válidos los señalamientos de los opositores tradicionales, en el sentido del deseo de perpetuarse en el poder, los otros pretendientes al solio presidencial tendrían que disponer de mucho dinero para poder viajar en su promoción tanto en el exterior como internamente.
Las continuas giras del mandatario lo convierten en la figura política más conocida. En definitiva, bajo el supuesto de la reelección, son importantes las aptitudes que demuestre en su cargo, porque eso le dará una ventaja contra cualquier otro que en su campaña plantee soluciones teóricas, que no pasarán de ser promesas en las que el pueblo no cree. No siempre es valedera la expresión de que el poder desgasta. Si fuera así, no hubieran existido tantas reelecciones en América Latina. ¡El poder no desgasta, da más recursos!
Los presidentes en su afán de poder continuar han impulsado, bajo, bajo, reformas constitucionales para hacer posible la reelección (la más reciente fue la llamada “Cuarta Urna”). Los partidos en el poder cuentan con más recursos y el “tilín tilín” (dinero regalado) o los cañonazos de varios millones no es cualquier mortal que los desprecia. La “izquierda apasionada” no puede protestar, su eterno ídolo que se llevó la parca, Hugo Chávez, ostenta el record de reelecciones, sus ejemplos como el del sistema de gobierno cubano, está admitiendo su fracaso y entregándose a los brazos del Tío Sam”, los otros como Ortega de Nicaragua, transaron con el “capitalismo salvaje” y se mantienen en el poder disfrutando de la vida imitando a los que adversaban.
Las especulaciones de los enemigos del gobierno (quienes poco a poco se derrumban) tienen de correr a sus seguidores pues no encuentran seriedad en sus planteamientos de oposición,  que son mínimos contra los logros, quedando como contrincantes muy débiles pues el gobierno está llegando, se dice que sin sectarismo, a los más pobres de Honduras.
Nuestra Carta Magna, expresa un rotundo no a la reelección, la polémica continúa, en todo caso a menos que se basen en el principio que nos caracteriza, que la Constitución es “pura babosada”, “hay que violarla las veces que sea necesario” que leyes no están para cumplirlas sino para modificarlas y aplicarlas por la voluntad y capricho de quien no quiere soltar el poder bajo ninguna circunstancia o por la aclamación de un pueblo agradecido.
“Para que haya buen gobierno debe haber abundancia de comida, un ejército suficiente y confianza de los súbditos en el gobernante”.
De rodillas solo para orar a Dios.