Movida táctico-estratégica

Por Segisfredo Infante
Se han publicado varios artículos y ensayos nacionales e internacionales sobre las nuevas relaciones entre Estados Unidos de Norte América y Cuba, algunos románticos como el de la señora Lastenia Llobet, y otros suspicaces como el del novelista y ensayista Mario Vargas Llosa. Pero intentaré ofrecer mis apreciaciones particulares sobre el vidrioso asunto. En primer lugar la aproximación ha sido posible por las aparentes posturas de centro-izquierda del presidente Barack Obama, y por el aparente pragmatismo reiterado del jefe de Estado Raúl Castro, un poco distanciado de las hipérboles ideológicas con que Fidel Castro amamantó durante cincuenta años al pobre pueblo cubano y a los simpatizantes latinoamericanos. En algún momento Fidel declaró que a él le pagaban “por hablar” durante cuatro y ocho horas. Y además le pagaban, agregamos nosotros, por aplastar las iniciativas económicas reformistas de su hermano Raúl, como una ocurrida allá por los años sesentas, en que no quedó piedra sobre piedra de los tímidos cambios propuestos por el más realista de los hermanos. Así que el frío Raúl Castro tuvo que esperar varias décadas antes de iniciar un movimiento encaminado a que Cuba se pareciera a su soñada Europa (o cuando menos a China Popular), y que comenzaran, en verdad, las aproximaciones con el supuestamente odiado Estados Unidos, cuyos gobernantes se habían empeñado en mantener un intenso bloqueo económico que perjudicaba al pueblo cubano y que oxigenaba, a su vez, la permanencia dictatorial de Fidel Castro. De hecho Castro Ruz logró sostener su discurso hiperbólico “anti-imperialista”, gracias al famoso bloqueo. En un viejo libro de mediados de los años setentas, “Los intelectuales en los países en desarrollo”, Edward Shils proponía que los pueblos de los países atrasados, ante el vacío económico real, se alimentaban de los discursos demagógicos exagerados de sus líderes y dirigentes.
Desde la perspectiva actual (de la real política), podría anticiparse la hipótesis que la posible aproximación entre ambos países ha sido producto de un movimiento táctico-estratégico de dimensión continental y extra-continental. De hecho es el único movimiento estratégico que he percibido de la administración Obama. El resto ha sido un conjunto de imprecisiones e indecisiones derivadas de una supuesta “inteligencia fuerte” en diversos puntos del planeta, que ha generado toda clase de confusiones en el interior de los aliados tradicionales de los Estados Unidos. El movimiento de ajedrez internacional del presidente Barack Obama, ha sido limpio desde el punto de vista lógico. Por un lado contribuirá a aflojar la cuña indispensable para el actual jefe de Estado de Venezuela, el chocarrero y malcriado Nicolás Maduro, en tanto que a la larga los cubanos se desmarcarán del servicio de inteligencia ofrecido al ejército venezolano. Por otro lado la isla cubana terminará convirtiéndose en un emporio económico de los inversionistas “gringos”, como una especie de compensación emocional anticipada por la pérdida de la península de Crimea en Ucrania, en favor de los rusos, es decir, de Vladímir Putin. Es una especie de repetición tardía, pero ahora al revés, del intercambio de los misiles turcos por los misiles cubanos en la crisis de octubre de 1962. Esta es mi primera hipótesis personal, conversada con el ingeniero Norman García, en los comienzos del mes de enero del presente año.
Desde el otro lado se percibe un movimiento de ajedrez estratégico por parte de Raúl Castro, al comenzar un desmarque, desde hace dos años, del ruidoso, mentiroso y vacío Nicolás Maduro, cuya alianza ya resulta inconveniente para los intereses cubanos. E incluso para el sufrido pueblo venezolano. Quizás los cubanos están imaginando un capitalismo de enclave tipo China Popular, en que el desarrollo industrial (y la subsecuente creación de una fuerte clase media), ha quedado bajo la tutela del Estado y de las autoridades del Partido Comunista de China. La fuerte diferencia es que los chinos poseen una cultura tres veces milenaria y además son disciplinados. Mientras que los mestizos y mulatos latinos somos bullarangueros, habladores e indisciplinados. Ni siquiera nos atrae la humilde disciplina de leer en serio, integralmente.
Muchos han quedado como desconcertados ante las iniciativas de Barack Obama y de Raúl Castro. También quedaron desconcertados con la jugada geoestratégica de los republicanos Richard M. Nixon y Henry Kissinger al aproximarse, a comienzos de los años setentas, a la China de Mao Tse-tung y Chou En-lai, o como los escriban y pronuncien ahora. La “Historia” es como ella misma “Es”, y nunca como nosotros desearíamos que fuera. Nosotros, por nuestra parte, observamos al mundo con el ojo filosófico y poético que no odia nunca. O, como dijera el poeta sueco Tomas Tranströmer: “Hay uno que puede verlo todo sin odiar.” Que quede constancia que este artículo es una primera aproximación conjetural a uno de los temas más complejos de la actualidad política internacional. El ojo crítico-analítico estará como pendiente de nuevos acontecimientos, unos dulces y otros dolorosos, sin precipitaciones enojosas de ninguna naturaleza.