Comité pro bicentenario

Por: Juan Ramón Martínez

Dentro de seis años, estaremos celebrando dos siglos de vida republicana. Acontecimiento, de tal magnitud, debe celebrarse, por todo lo alto. Tanto para recordar lo ocurrido, como para calificar los procesos seguidos; y por supuesto, para calibrar los resultados alcanzados en el periodo. Lo que implicara, incluso, establecernos metas para evitar, lo que hemos hechos mal; y crecer como nos lo merecemos. Para llegar a ser, una nación adulta de verdad. Por ello, encomiamos la propuesta de Ismael Zepeda Ordóñez, contenida en su artículo Crónicas Centenarias, publicado el domingo recién pasado, aquí en Anales Históricos. El sábado anterior, coincidiendo en los mismos propósitos con nuestros asiduo colaborador Zepeda Ordóñez, nos dirigimos mediante correo electrónico al Dr. Jorge Ramón Hernández Alcerro Ministro General del Gobierno, instándole para que sugiriera al señor Presidente de la República, la emisión de un Decreto para constituir por su medio, un Comité al más alto nivel –por la calidad individual de sus miembros – para celebrar el Bicentenario de nuestra Independencia Nacional. El lunes pasado, recibí una contestación afirmativa. En la que, me indica que pasara la sugerencia al Presidente de la República, inmediatamente.
Albert Camus decía que los pobres – las personas y los países– no tenían memoria, pasado o futuro; tan solo presente. Y Tony Judt, escribió en uno de sus celebrados ensayos intitulado “El País Que No quería Crecer”, que a la edad de 58 años un país (se refería a Israel) – lo mismo que en un individuo—debería haber alcanzado cierta madurez. “Después de casi seis décadas de existencia, sigue diciendo el famoso historiador, sabemos, para bien o para mal, quienes somos, que hemos hecho y como nos ven los demás, con verrugas y todo. Aunque sea con renuencia y en privado, reconocemos nuestros errores y defectos. Y todavía, albergamos alguna ilusión sobre nosotros y nuestras perspectivas, somos lo suficientemente prudentes como para reconocer que la mayoría solo son eso, ilusiones”. “En suma, concluye Judt, “somos adultos”. De acuerdo con lo anterior, nosotros como nación, debimos hacernos adultos en 1889. Al revisar la historia, se ve que la Reforma Liberal había abierto el camino hacia la adultez. Y que el régimen de Bográn, había continuado sobre la brecha. Sin embargo, el de Ponciano Leiva, no contó con el respaldo y  la fuerza para la continuidad. El país se volvió arisco y violento. Y en el gobierno, fue sucedido por Vásquez. Y este, derribado en forma violenta, por la revuelta armada que, desde Nicaragua, fue dirigida con el apodo de “revolución”, por Policarpo Bonilla. En vez de adultos, nos comportamos como adolescentes, bruscos, y pendencieros.
Como este no es un “examen” de la República, la sociedad y sus gobiernos, no abundaremos más en los errores e inmadureces, cometidos desde entonces hasta la fecha. Pero el Bicentenario, nos deberá permitir reflexionar sobre nuestra madurez, para identificar la capacidad que tenemos para rectificar. Y, para mostrar, la voluntad por darle a Honduras, nuevos rumbos hacia la madura adultez desde la nación adolescente que seguimos siendo todavía. Confirmando que, pese al retraso, todavía tenemos voluntad de ser una nación de verdad, digna de respeto y de consideración por los vecinos; y por los de más allá.