En los últimos años estas se han convertido en el mecanismo de verificación de las actuaciones de los funcionarios públicos, especialmente los que sus funciones están relacionadas con la prevención, combate, investigación y judicialización de los actos ilícitos, y cuyos efectos han trascendido de este campo al mercantil, ya que hasta en la empresa privada se están aplicando estos mecanismos de verificación. Lo que al evaluar nuestras condiciones de vida y entorno social no parece del todo extraño, ya que la inseguridad y la impunidad no nos permiten tener confianza ni siquiera de quien se sienta al lado nuestro en una unidad de transporte urbano, lo que se refleja más claramente al apreciar nuestro paisaje urbano, cuya característica son las murallas entre casa y casa, las que se adornan con serpentinas y líneas de alta tensión, como haciendo alusión al ambiente que se vive en latitudes como en Medio Oriente donde el conflicto es el pan de cada día.
El término confianza hace referencia a lo que una persona, organización u sociedad esperan de otro u otros, por lo que no puede medirse como un valor absoluto y cuya evaluación debe ser validada por fundamentos científicos y hechos concretos, no con datos subjetivos, lo que nos debe hacer reflexionar sobre la eficiencia de estas “pruebas de confianza” que con tanta pompa nos han vendido. Lo que no debemos olvidar son los casos como el del subcomisionado Normando Rafael Lozano López, quien el 26 de noviembre del 2012, fue detenido por dirigir una banda del crimen organizado y mostrar claros rasgos de enriquecimiento ilícito, a pesar que semanas antes había aprobado el polígrafo y superado satisfactoriamente otras pruebas de confianza.
Este y otros casos que han trascendido en los medios y otros simplemente pasan desapercibidos ante la población, ya que solo los vecinos y personas cercanas a los involucradas son testigos fidedignos de la forma en que ciertas personas de la noche a la mañana se vuelven millonarias y que en vez de ser perseguidas o investigadas por la misma autoridad a que pertenecen, son integrados a los altos círculos sociales. Estos personajes son tan frescos qua al ser sometidos al famoso polígrafo aparecen reflejados como los más limpios servidores públicos, validando la corrupción y la impunidad y sepultando el resto de procedimientos complementarios, ya que se piensa que estas pruebas son la panacea y que su validez es indiscutible.
Este tema debería ser la oportunidad para abrir un amplio debate sobre la confianza y validación social, la que si logra ser impulsada desde las bases comunitarias permitiría tener métodos integrales de validación, lo que reforzaría la confianza del pueblo con sus instituciones y evitaría el fracaso que se ha tenido con la depuración policial y otros operadores de justicia.
Walter Carrasco Villanueva
Tegucigalpa, M.D.C.