EL Consejo Nacional Electoral (CNE) fijó para diciembre de este año la fecha de las elecciones legislativas. Una de las exigencias de la oposición venezolana que reclamaba el retraso de la publicación del cronograma electoral, interpretada como una artimaña política del oficialismo. Otras de las peticiones de los grupos opositores es la presencia de observadores internacionales, de la OEA, de la Unión Europea y la liberación de los presos políticos. El nuevo secretario general de la OEA ha ofrecido enviar observadores pero todavía el gobierno no responde. Hasta hoy solo han invitado a los socios de la cofradía. La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), es el único organismo internacional convocado por el CNE como “acompañante electoral” para los comicios.
Según una reciente encuesta, la oposición se sitúa como favorita ya que por primera vez desde 1999 –con 45.8% de los votos, frente al 25% de las fuerzas del gobierno–obtendría la mayoría en la Asamblea Nacional. La aprobación de Maduro se ubica en apenas un 28.2%. Realmente una cifra bajísima que refleja la magnitud de la crisis económica y política que enfrenta el polarizado país. El régimen, al que sus adversarios acusan de utilizar los recursos públicos para financiar sus campañas, esta vez se encuentra con la realidad de una debacle en los ingresos petroleros. Aunque ello no significa que el oficialismo se quedará de brazos cruzados. Fondos para fines proselitistas y comprar conciencias van a sacar de donde sea. Los analistas adelantan que el gobierno echará mano de acciones populistas en materia económica buscando paliar la angustia que sufre la gente. La escasez de productos básicos es inaguantable, la inflación es de las más altas del mundo, la inseguridad es alarmante, para solo citar algunas de las principales causas de la inconformidad generalizada.
El mandamás ya presiente la marimbeada y ha comenzado a infundir temor entre los votantes amenazando que de ganar la oposición “sus diputados acabarían con las ayudas sociales conocidas como misiones”. “Si la derecha toma la mayoría se desata un proceso de confrontación social”. “Sería un caos porque nuestro pueblo no se va a entregar, nuestro pueblo va luchar en las calles y yo soy el primero en lanzarme a las calles para defender sus derechos sociales”. O sea que según la autocracia caos no es lo que hay ahora con un régimen que calla toda voz disidente, machuca la libertad de expresión, reprime las movilizaciones pacíficas, destierra a sus opositores o mete a la cárcel a sus dirigentes políticos. Caos no son esas colas kilométricas en las tiendas y en los mercados de gente que entra exasperada y sale indignada cuando le dicen que no hay nada de lo que anda buscando para el mínimo sustento. Caos es si ganan los que ya no aguantan esa situación ya que él y lo poco de pueblo que le queda se va a las calles a causar molote. Así que ya sabe la oposición. Para evitar el caos que viene y continuar con el caos de ahora, debe ser condescendiente y dejarse ganar.