Hoy se cumplen 11 años exactos desde que falleció mi madre, Gustava de Goldstein, el 27 de junio de 1998. Sus restos mortales yacen en el Cementerio General de San Pedro, al lado de su querido Don Boris, con quien compartió 64 años de su vida. Descansa, querida madrecita, que ni yo, ni Gilberto, ni nuestra familia te olvidaremos.
Hay algunas cosas de Estados Unidos que no me gustan y otras que no me parecen, pero si hay algo que admiro de esta nación es que este es un país donde impera el estado de derecho y donde nadie está por encima de la ley, ni presidentes, ni ministros, ni senadores, ni congresistas (federales o estatales), ni gobernadores, ni empresarios, ni trabajadores, ni prelados, etc. En resumidas cuentas, aquí se obedecen las leyes y quien no lo hace se expone a pagar las consecuencias.
Para muestra basta un botón y allí tenemos el hecho histórico de que en agosto de 1974 el hombre más poderoso de la tierra en aquel momento, el presidente Richard M. Nixon, prefirió renunciar a su cargo que ser juzgado y encausado por el congreso de la unión americana por haber violado la ley al haber participado en el sonado Escándalo de Watergate. Y no dejemos por fuera a personeros del sector público y del privado que han cometido delitos o actos de corrupción y que han terminado yendo a dar al «bote, sin que su poderío económico o sus influencias políticas les hayan servido para evitar el castigo que se les terminó aplicando. Por algo se dice en este país «the law is the law», «la ley es la ley.»
Finalmente, como es de todos sabido, todos los noticieros norteamericanos llevan casi 48 horas comentando la muerte de Farah Fawcett y la de Michael Jackson, dos iconos de la farándula, cada cual en su gremio. Farrah, estrella de la televisión muere de cáncer a los 62 años de edad; Michael, rey de la música «pop» apenas contaba con 50 cuando falleció. Ambos personajes llegaron a la cima en un momento dado, ambos tuvieron graves problemas y muchos quebrantos de salud durante su vida. Michael fue el más famoso pero ella también tuvo lo suyo. Qué triste que la fama y todo el dinero del mundo no les sirvió para obtener la felicidad o la tranquilidad mental.