Por: Carlos A. Medina R.
La pobreza de una persona o de una nación puede ser material o mental. De las dos carencias, la mental es la más delicada, puesto que por su presencia puede originarse un pauperismo material. En nuestra patria, en ciertos núcleos de la población, existen los dos tipos de pobreza; en otras áreas solo existe la debilidad mental. En esencia, la pobreza mental es la madre de la pobreza material. De tal manera, que en otros pueblos de la tierra se combatió primero la pobreza mental para salir de la miseria material.
Lo anterior implica que para que una nación salga de la pobreza, es importante invertir en la educación de los pueblos. Ninguna nación sale del subdesarrollo si no es a través de una renovación de los conocimientos mentales, que son las armas necesarias para que las nuevas y presentes generaciones den el gran salto hacia adelante. Siempre hemos colocado como ejemplo a la República de Corea del Sur, que después de la guerra decidió invertir sus recursos en un proceso educativo práctico y productivo, y después de ser una nación que quedó en la miseria, es ahora una potencia económica, o uno de los “tigres asiáticos”.
Hace pocos años decíamos que Honduras era la nación más pobre de Centroamérica después de Nicaragua; las últimas estadísticas mundiales demuestran que ahora estamos a la cabeza en Centroamérica con un 60 por ciento de pobres, y Nicaragua solo tiene un 40 por ciento de pobreza, a pesar de que en este siglo se han gastado 372.000 millones de lempiras en la Estrategia de la Reducción de la Pobreza (ERP), y este año del 2016 pensamos erogar 46.000 millones de lempiras con el mismo propósito.
La interrogante que nos hacemos es si las Estrategias de Reducción de la Pobreza han estado equivocadas o parte de ese dinero ha servido para hacer más ricos a los que ya lo eran, o malgastamos el dinero en burocracias inútiles que se dedicaron detrás de escritorios en oficinas con aire acondicionado, a escribir planes y proyectos que se alejaron de la realidad, y fueron además de su inutilidad, una pérdida de tiempo y dinero. Líderes y partidos políticos no han respondido a la pregunta básica: ¿Qué hicieron con el dinero destinado a la Reducción de la Pobreza?… Después del huracán Mitch (1998), se nos condonó la deuda externa para dedicar ese dinero a reducir lo que en ese entonces se dijo “que éramos un país muy pobre y altamente endeudado”.
La única manera de salir de la pobreza es que a mediano y largo plazo nos enfoquemos en impartir una educación práctica y productiva a la nación entera, con énfasis en la mujer, que es quien educa a los hijos, y que con una meta de nueve años de educación básica obligatoria, constituya el activo mental de todos los hondureños. De allí, los bachilleratos técnicos en cualquier aspecto de las ciencias necesarias que marcan el progreso de las naciones, con un denominador común que lo constituye una brújula que nos guíe hacia el emprendedurismo.
El otro capítulo importante en la lucha contra la pobreza es enfatizar en un crecimiento económico con desarrollo social, con supresión de la inequidad social que ha caracterizado al crecimiento económico de nuestro país. Para el caso, el departamento de Cortés, que produce el 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de la nación y que tiene el crecimiento económico más alto, solo es aprovechado por el 10 por ciento de su población, y hay municipios cuyo grado de pobreza se igualan con el municipio de San Andrés, Lempira, que es el más pobre de la nación.
Otro parámetro que no hay que olvidar es que la tasa de crecimiento económico debe ser mínimo tres veces más alto que la tasa de fecundidad, pues si las dos tasas son iguales, no hay crecimiento, ni desarrollo social. Esto nos lleva de la mano para que los gobiernos eduquen a la mujer, para que esta se apodere del concepto que dos hijos por familia son ideales para mejorar su educación y su nivel de vida. El Papa Francisco, suprema autoridad de la Iglesia Católica, dijo en forma sabia “que la iglesia no ordenaba que los católicos se reprodujeran como conejos”. Ejemplo cercano es el de Costa Rica, que desde 1948 sigue las directrices del expresidente Figueres Ferrer, quien manifestó a su pueblo, que tres hijos por familia era más que suficiente. Además, suprimió las Fuerzas Armadas e invirtió en educación, y su éxito como nación hace que “los ticos” se sientan orgullosos de su patria y su identidad nacional.
Se dice en el exterior que a los hondureños nos fascina la política, pero desafortunadamente hemos formado malos políticos, e internamente nosotros sabemos que las familias empujan a los jóvenes a ser políticos, porque no solo es el arte de vender ilusiones, sino que la manera más rápida de salir de la pobreza. Si estos políticos que formamos estudiaran las Ciencias Políticas y no fuesen aventureros improvisados, estaríamos en otro nivel de desarrollo económico y social. Honduras merece toda clase de sacrificios y decisiones sabias, con gente honesta y andar transparente. Si queremos salir de la pobreza, hagamos las cosas bien; caminemos en línea recta y pensemos que solo el trabajo honrado nos puede llenar de satisfacción interna y puede ser generoso y productivo para la nación.