La riqueza de los bosques destruida por incendios, plagas y madereros

Por José Rolando Sarmiento Rosales

La destrucción de los bosques de Honduras se incrementa con el ingreso de plagas que atacan masivamente los árboles nuevos y maduros que existen, muy especialmente en los de pino, como sucede actualmente en varios municipios de Olancho, y otros lugares boscosos de Honduras, lo cual se aprecia fácilmente por la coloración café de las plantaciones afectadas,  implicando la movilización inmediata de las cuadrillas de personal del Instituto de Conservación Forestal, para cortar los árboles afectados por el gorgojo, y evitar que los sanos de los alrededores se contagien, para luego proceder a su debida fumigación con el insecticida especializado para combate de la plaga a fin de exterminarla, como ya se ha logrado en otras ocasiones en el territorio nacional donde se ha detectado su presencia, y siendo  una emergencia, como suponemos que lo es, entonces es necesario contratar personal adicional dirigido por profesionales de las ciencias forestales, que se dediquen a las labores de inspección de las zonas afectadas, utilizando los métodos adecuados para controlar y combatir la enfermedad expandida por el gorgojo del pino, protegiendo  los bosques que aún nos quedan afortunadamente en Honduras.
En los años cincuentas cuando se comenzó a conceder explotaciones masivas del bosque de hoja ancha -vale decir maderas preciosas de caoba, cedro, san juan, laurel y otras especies valiosas que abundaban en el país- veíamos gigantescos troncos de árboles, que uno solo de ellos llenaba, ocupaba la plataforma de un camión articulado, hoy mejor conocidos como rastras, o un camión de los grandes, a tal extremo que en algunos lugares donde existen ríos y canales navegables como en la Mosquitia y la zona de los ríos Patuca y Plátano, donde abundaban los bosques extensos, se aplicaban los troncos para labrar enormes cayucos, allí denominados Pipantes y lanchas con su cabina de mando y techo de protección, parecidas a los modernos pequeños yates, labor que se realizaba con sierras manuales y a punta de hacha por varios hombres especialistas en tal labor, lo cual podía durar muchos meses, hasta modelarlas y echarlas a las aguas del río, de los abundantes canales naturales y lagunas aledañas para la navegación.
Pero la mayoría de estas preciosas maderas se exportó desde los tiempos del coloniaje a España, y luego de la Independencia, a Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Estados Unidos de América y Canadá, adornando los palacios y mansiones de los reales gobernantes, los nobles y los ricos de la época, pero también para la construcción de finos y delicados muebles, o  por ejemplo, la elaboración de los mundialmente famosos violines clásicos Stradivarius, así como los demás instrumentos de madera, es decir, contrabajos, violoncelos y guitarras clásicas de la época, explotación que prácticamente no nos dejó ningún beneficio económico, y más bien depredación y deforestación inmisericorde, siendo el comienzo de la afectación de las fuentes naturales subterráneas de nacimiento de las aguas superficiales de ríos y quebradas, pronunciándose los derrumbes de cerros con el consiguiente azolvamiento de sus cuencas, que hoy son la causa de desbordamientos e inundaciones destructivas, con la consiguiente escasez de agua por el alejamiento de las lluvias, para ejemplo los pueblos de la zona sur en Valle, Choluteca, El Paraíso, Francisco Morazán, La Paz e Intibucá.
Con la fundación de COHDEFOR, que se apropió del manejo de los bosques y de los ingresos por su explotación, a las municipalidades y la gente del campo ya no les importó su protección, incrementándose los incendios destructivos y la pérdida anual de miles de manzanas de valiosos bosques de nuestro país, dado que las comunidades vecinas, los agricultores y ganaderos, no eran vigilados y obligados por los alcaldes auxiliares, a efectuar las rondas protectoras para la quema de potreros y terrenos de labranza, lo que daba lugar al inicio de descomunales incendios forestales en la temporada de siembras de primera y postrera.
El otro frente a proteger de los bosques de hoja ancha como los encinales, los robledales, carbonales y los de pino, es de los leñateros y de las comunidades urbanas y rurales que utilizan leña para sus hornillas de cocinas hogareñas, para alimentar los hornos caseros y de panaderías, consumiendo gran cantidad de árboles cada año, incrementando así las zonas deforestadas del país, sin que nadie se preocupe por acciones de veda y reforestación, sino hasta ahora que se impulsan proyectos de electrificación en el campo y áreas urbanas, sustituyendo las labores de cocinado de alimentos y de panaderías a base de estufas y hornos alimentados con energía eléctrica, también con gas queroseno y propano, cuyos costos impiden su uso masificado, sumado a las hornillas de tierra y metálicas diseñadas para el ahorro de leña, utilizadas en el área rural de Honduras con bastante éxito y costos bajos.